a Koji Murofushi
Más tarde haré el elogio de su genealogía.
Convertiré sus números, edad, peso y altura,
en hexámetros áureos. Pero en este momento
guardo en mi corazón para siempre el magnífico
gesto con que levanta los brazos y contempla
atónito la esfera con el cable de acero
que porta lo mejor de su potencia, en busca
del impacto perfecto. Seguro del dictamen
mira a la multitud como un enamorado.
Su rostro irradia toda la arrogancia serena
exclusiva de estatuas colosales antiguas.
Y, mientras el clamor lo circunda, yo emprendo
una meditación en torno a lo inaudito.
2 comentarios:
Saludos nuevamente.
Le estoy echando un vistazo a vuestro sitio y es bastante agradable. He tenido el gusto de toparme con vuestras buenas-letras.
Lindo texto...
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