sus henchidas aguas se dilatan hasta el borde del cielo.
El cielo y las olas abruptamente se separan:
son los miles de casas de la capital del distrito.
Más adelante, puedo ver el mercado
y vislumbro apenas la morera y el cáñamo.
Me vuelvo para contemplar la tierra:
el inmenso torrente alcanza las nubes.
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