Un joven que no podía dormir casi nunca. Era el dominio de un espíritu, el cual, revelándole todos los secretos más íntimos que el joven tenía, quien demostraba que lo sabía todo acerca de él, lo que le acercase al terror propio.
El joven, desesperado, llegó a detestar el momento de acostarse pese al cansancio. Había visitado doctores, amigos, sin resultado: el espectro seguía presentándose cada noche y le recordaba todos sus rincones más íntimos y el dolor.
Fue a pedir auxilio a un maestro zen que practicaba en la misma provincia. El maestro le recibió amistosamente. Tras haberle explicado el dilema, el joven añadió: " Ese fantasma sabe de mí tanto como yo, ¡ incluso conoce mis pensamientos ! No puedo sustraerme a su dominio ". El maestro pensó que la solución no estaba fuera del alcance del chico y le sugirió que hiciera un trato con el fantasma. "Esta noche, antes de acostarte -le dijo- coge un puñado de lentejas y no las sueltes. Luego acuéstate y espera. Cuando el espectro se presente propónle un trato. Dile que si adivina cuántas lentejas tienes en la mano, será para siempre tu dueño y que si no lo adivina deberá desaparecer para siempre".
El chico procedió del modo que le aconsejó el maestro. Al acostarse el fantasma apareció y le dijo: "Sé que intentas librarte de mí. También sé que has ido a ver a aquel bobo para que te ayude a echarme, pero tus esfuerzos no servirán"." Bueno -respondió el joven- ya sabía que me descubrirías, igual que, supongo, que indudablemente sabrás cuantas lentejas tengo en el puño". El fantasma desapareció.
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