Igual que los quevedos de Quevedo, patizambos, hoy el idioma se encuentra entre el ariete de una barra de turrón duro y el polvorín de polvorones que es el estómago literario. El atracón de versos que empacha generalmente mi sobredosis de letras, se quedó mantecado como el pastelero "Ragueneau" de Cyrano de Bergerac. Y como Cyrano de Bergerac, con el cucurucho de pastelitos echando a la calle a toda aya posible y molesta, preparo mi batería de dulces fonéticos para que le sepan a gloria literaria a mi amor.
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