De noche soñé estar en Chang An de regreso;
veía otra vez las caras de los viejos amigos,
en el sueño me iban llevando de la mano bajo el cielo
y el viento de abril en primavera.
Juntos fuimos al Barrio de la Paz y el Reposo;
en casa de Yüan Chen paramos los caballos.
Yüan Chen estaba solo, sentado, y al mirarme llegar,
una sonrisa resplandeció en su rostro.
Señalaba las flores del patio del Oeste
y después abrió vino en el quiosco del norte.
Parecía decir que no habíamos cambiado;
parecía dolerse de tan breve alegría;
que apenas un instante nuestras almas se unieran
para partir de nuevo sin poder saludarnos.
Me desperté y creía que aún estaba a mi lado.
Al extender el brazo, hallé sólo el vacío.