EN ALTAMIRA
El primero de sus quehaceres,
buscar similitud a un cuerpo ya caliente,
que pisa tierra, que bebe, que respira.
Contener el fuego, averiguar el Sol,
cambiar los ídolos por piedras,
y hacerse piedra que resista destrucción.
No viene la mujer a sus espaldas
oculta corazones a la vuelta de los siglos
y fuego será su consentimiento,
su cuerva deseada
su quema caliente
su amor por hacer.
Fue en Altamira, pero nunca existió el fuego.