Ayer, no estabas
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
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