Orgulloso de saber quien soy, defensor de las locuciones adverbiales o proverbiales, probablemente, patron del alfabeto, el que escribe, el que dicta, el que pone orden en el mundo oral, el que se manifiesta, el que compone cada letra sin mas amo que la combinatoria de la metrica, sin otro ejercito al que servir.
Durante cuatro temporadas defendi en un periodico una columna que obtuvo ante los tribunales de justicia dos requerimientos, pero yo no reconozco mas tribunal de justicia que el alfabetico.
Demandado por una colummna de opinion, en la cual lo religioso se funde por los acentos y las silabas, donde no se reconoce otro dios que el literario. Demandado, porque la verdad no solo se dice, se hace inmortal en el papel -"Yo acuso..."-, porque no me importase ser el portavoz, sin soldada, de mis vocablos. Nadie nunca me toco una coma, y nadie nunca me va a tocar una coma.
Los monopolios de la prensa, los monopolios religiosos, no me dan de comer ni alimentan mi verbo, ni otras personas. Yo soy yo y mi vocabulario. Al que no le guste, que lo demande.