29 septiembre 2008

Augusto Monterroso

“Lo cierto es que el escritor de brevedades nada anhela más en el mundo que escribir interminablemente largos textos en que la imaginación no tenga que trabajar, en que hechos, cosas, animales y hombres se crucen, se busquen o se huyan, vivan, convivan, se amen o derramen libremente su sangre sin sujeción al punto y coma, al punto”.

27 septiembre 2008

Jorge Luis Borges

“hace unos veinticuatro siglos, soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser hombre”

26 septiembre 2008

25 septiembre 2008

Veritas odium parit, de Marco Denevi:

“Traedme el caballo más veloz- pidió el hombre honrado- acabo de decirle la verdad al rey”.

24 septiembre 2008

Fabián Vique, Si Penélope:

“Si Penélope, señores Diputados, en lugar de tejer y destejer inproductivamente hubiese sólo tejido, la industria textil de Itaka habría recibido un impulso fenomenal y Grecia ocuparía hoy un lugar más relevante en la Comunidad Económica Europea.”

23 septiembre 2008

Pecado, de Luis Felipe Fernández:

“Al convertirse en hermoso cisne, el patito feo comprendió que su madre había sido adúltera”.

22 septiembre 2008

El sueño y la vigilia, de Gabriel Jiménez Emán:

“Había confundido tanto la vigilia con el sueño que antes de acostarse clavaba con un alfiler cerca de su cama un papelito que decía: Recordar que mañana debo levantarme temprano”.

21 septiembre 2008

Juan José Arreola:

“Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron unos cuantos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde”.

20 septiembre 2008

Una realidad, de Fabián Vique:

“Me desperté a las tres de la madrugada sobresaltado, bañado en sangre, con un puñal clavado en el medio de mi pecho. “¡Menos mal!”, me dije, “es sólo una realidad”. Y seguí durmiendo.”

19 septiembre 2008

Aviso oportuno, de Vetusta Morla:

Se solicitan fantasmas para devolver la capacidad de asombrar. Interesados, favor de presentarse sorpresivamente.

18 septiembre 2008

Fernando Aínsa, Olvido confirmado:

“Recuérdalo, por las dudas: todos los escritores inmortales se han muerto”.

17 septiembre 2008

En legítima defensa, de César Antonio Iturralde

“Sustrajo el pan, y su condena fue perpetua por haber matado el hambre”.

16 septiembre 2008

Amor. Julio Cortázar

“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”.

15 septiembre 2008

Antropofagia, de Isabel Segura Boutry

“Sus incontables victorias no le impidieron sucumbir a los encantos de la exótica reina negra. Ella, siguiendo ancestrales ritos, no dudó en comérselo. El rey había olvidado que era el blanco del tablero.”

14 septiembre 2008

Pista falsa, de Ana María Shua

“Seguir el reguero de manchas, ¿no será peligroso? ¿Cómo saber que conducen al cadáver, y no hasta el asesino? (Pero las manchas son de tinta y llevan hasta la palabra fin).”

13 septiembre 2008

Post-operatorio, de Adolfo Bioy Casares

- Fueran cuales fueran los resultados- declaró el enfermo tres días después de la operación-, la actual terapéutica me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con encantamientos y con bailes.

12 septiembre 2008

La fuerza del destino, de Julia Otxoa

“El perro riñe al gato, el gato al ratón, el ratón a la musaraña, la musaraña a la araña, la araña a la mosca, la mosca a la hormiga, la hormiga a la pulga, pero la pulga, como es tan pequeña, no tiene nadie más pequeño a quien reñir, así que, indignada, prepara la revolución para derrocar al perro.”

El Fantasma

Un joven que no podía dormir casi nunca. Era el dominio de un espíritu, el cual, revelándole todos los secretos más íntimos que el joven tenía, quien demostraba que lo sabía todo acerca de él, lo que le acercase al terror propio.
El joven, desesperado, llegó a detestar el momento de acostarse pese al cansancio. Había visitado doctores, amigos, sin resultado: el espectro seguía presentándose cada noche y le recordaba todos sus rincones más íntimos y el dolor.
Fue a pedir auxilio a un maestro zen que practicaba en la misma provincia. El maestro le recibió amistosamente. Tras haberle explicado el dilema, el joven añadió: " Ese fantasma sabe de mí tanto como yo, ¡ incluso conoce mis pensamientos ! No puedo sustraerme a su dominio ". El maestro pensó que la solución no estaba fuera del alcance del chico y le sugirió que hiciera un trato con el fantasma. "Esta noche, antes de acostarte -le dijo- coge un puñado de lentejas y no las sueltes. Luego acuéstate y espera. Cuando el espectro se presente propónle un trato. Dile que si adivina cuántas lentejas tienes en la mano, será para siempre tu dueño y que si no lo adivina deberá desaparecer para siempre".
El chico procedió del modo que le aconsejó el maestro. Al acostarse el fantasma apareció y le dijo: "Sé que intentas librarte de mí. También sé que has ido a ver a aquel bobo para que te ayude a echarme, pero tus esfuerzos no servirán"." Bueno -respondió el joven- ya sabía que me descubrirías, igual que, supongo, que indudablemente sabrás cuantas lentejas tengo en el puño". El fantasma desapareció.

11 septiembre 2008

discoteca


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time to die


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Un importante catedrático universitario se encontraba últimamente en extraños estados de ánimo: se sentía ansioso, infeliz y si bien creía ciegamente en la superioridad que su saber le proporcionaba, no estaba en paz consigo mismo ni con los demás. Su infelicidad era tan profunda como su ego. En un momento de humildad escuchó a alguien que le sugería aprender cómo el remedio para su angustia era el aprendizaje de las meditaciones.
En su región vivía un excelente maestro. Decidió visitarle y pedirle que le aceptara como estudiante.
Una vez llegado a la morada del maestro, la sala de espera le pareció poco digna. La habitación, casi vacía, era solamente la estructura de una habitación.
"Ni lujo, ni comodidad: todo está casi ausente".
Cuando el maestro pudo recibirle y tras las presentaciones le dijo: "permítame invitarle a una taza -señalándole una tetera que apenas podía dar para uno- antes de temer qué conversar".
El catedrático asintió disconforme. Sosegadamente, el maestro sacó las tazas y las colocó en la mesa con movimientos que parecían ligeros. Empezó a verter la bebida en la taza del huésped. La taza se llenó y continuó llenándose, pero el maestro, sin perder su amable y cortés actitud, siguió derramando té sobre la taza. El líquido rebosó por la mesa alcanzando al profesor. El catedrático gritó como nunca antes lo había hecho, ya que pensaba que la solución a su vida estaba en este maestro, el cual estaba demasiado viejo para ofrecer ayuda a otros. Gritó igual que la deseperación: -¡ Necio ! ¿ Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más?-. Sin alterarse, el maestro le contestó: "Por supuesto que lo veo, y de la misma manera veo que no puedo enseñarte. Tu mente ya también está llena".

10 septiembre 2008

ch'an, Shin Ting

Un hombre, esclavo del juego, había pasado una vez más, toda la noche en un casino. Salió del lugar sin fuerzas...estaba a punto de amanecer. Cuando estuvo el cielo en la salida del sol, sus ojos comenzaron a soñar. En un jardín había un gran árbol. Decidió sentarse y hacer útil la sombra, el trabajo para el que estaba hecho aquella criatura. Tenía que reponerse y recuperar fuerzas antes de volver al casino. Cayó en un sueño y en otro y en otro. Durmió todo el día y toda la noche.
Había dormido exactamente 24 horas cuando despertó. Era el alba, y el sol estaba empezando a subir al cielo.
-¡Qué suerte! -exclamó contento- casi me duermo.

09 septiembre 2008

EL SAMURAI Y EL PESCADOR

Durante la ocupación Satsuma de Okinawa, un Samurai que le había prestado dinero a un pescador, hizo un viaje para cobrarlo a la provincia Itoman, donde vivía el pescador. No siéndole posible pagar, el pobre pescador huyó y trató de esconderse del Samurai. El Samurai fue a su hogar y al no encontrarlo ahí, lo buscó por todo el pueblo. A medida que se daba cuenta de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo. Finalmente, al atardecer, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. En su enojo, desenvainó su espada.
El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad." El Samurai dijo, "Ingrato! Tuviste mi dinero cuando lo necesitaste y un año para devolver tu deuda. Busca tu honor y habla antes de que cambie de parecer."
"Lo siento", dijo el hombre que huele a mar. "Quería decirte que hoy acabo de comenzar un nuevo aprendizaje. El aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: “Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."
El Samurai quedó impresionado al escuchar al simple que olía a pescado. Envainó su espada y dijo: "Volveré en un año a partir de hoy. Acuérdate" Y señaló el acero y se marchó.
Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, cuando se vio sorprendido, a través de la puerta entreabierta, por un haz de luz que provenía de su habitación.
Pudo ver a su esposa soñar, tendida apaciblemente, y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Se dio cuenta de que era un samurai el intruso que hacía de él en su lecho.
Sacó su espada junto a la puerta de la habitación, preparándose para el honor de atacar. Entonces fue cuando recordó la diminuta sombra: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano."
Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre,vestida con ropas de él. Se las había puesto para ahuyentar intrusos durante su ausencia. "Ropas de Samurai", se repitió y se repitió hasta la extrañeza de su madre y de su esposa, pero ellas no preguntaron.
El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, éste salió corriendo feliz porque iba a recuperar su palabra: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé cómo darle las gracias", le dijo arrodillándose.
El Samurai, con nobleza, puso su mano sobre el hombro del pescador. "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."

07 septiembre 2008

detectives

El teniente puso las manos sobre las rodillas y se inclinó hacia delante.
Tenía los ojos verdosos clavados sobre Spade con una mirada de extraña
fijeza, como si el enfocarlos fuera una cuestión mecánica que sólo pudiera
lograrse tirando de una palanca o apretando un botón.
—¿Qué armas sueles llevar encima? —preguntó.
—Ninguna. No me gustan gran cosa. Claro, en el despacho hay algunas.
—Me gustaría ver una de ellas —dijo el teniente—. ¿No tendrás aquí
alguna por casualidad?
—No.
—¿Estás seguro?
—Puedes buscar —dijo Spade, sonriendo y trazando un arco en el aire
con el vaso vacío—. Vuélvelo todo patas abajo, si quieres. No voy a
protestar..., si es que traes una orden judicial de registro, claro.
—¡Pero, hombre, Sam! —protestó Tom.
Spade dejó el vaso sobre la mesa y se puso en pie, de frente al
teniente.
—¿Qué buscas, Dundy? —dijo con voz tan dura y fría como sus ojos.
Los ojos del teniente Dundy se habían movido para permanecer
enfocados sobre Spade. Únicamente los ojos se habían movido.
Tom cambió otra vez de postura en el sofá, respiró con fuerza echando
el aire por la nariz y gruñó en son de queja:
—No queremos crear dificultades, Sam.
Spade prescindió de Tom y le dijo a Dundy:
—Bueno, ¿qué quieres? Habla claro. ¿Quién diablos te has creído que
eres, viniendo aquí para tratar de liarme?
—Está bien —dijo Dundy, con voz hueca—. Siéntate y escucha.
—Me sentaré o me quedaré de pie, según me dé la gana —dijo Spade,
sin moverse.
—¡Por Dios, hombre, sé razonable! —le suplicó Tom—. ¿De qué sirve
que nos peleemos? Si no hemos hablado claro desde el principio es porque
cuando te pregunté que quién era ese Thursby poco menos que me dijiste
que no era asunto mío. No puedes tratarnos así, Sam. No está bien y no te
llevará a ninguna parte. Nosotros tenemos una obligación que cumplir.
El teniente se puso en pie de un salto, se arrimó a Spade y avanzó el
rostro hacia el del otro hombre, más alto que él.
—Ya te tengo dicho que un buen día vas a dar un tropezón —le advirtió.
Spade hizo una mueca de desprecio y subió las cejas:
—Todos tropezamos alguna vez —replicó, con tranquilo desdén.
—Esta vez eres tú el que ha tropezado.
Spade sonrió y negó con la cabeza:
—No, ya me las arreglaré, gracias.
Le tembló nerviosamente el labio superior, en la parte izquierda, por
encima del colmillo superior. Sus ojos se tornaron rendijas calenturientas. Y
cuando habló, la voz le salió de iguales honduras que al teniente:
—No me gusta esto. ¿Se puede saber qué andáis husmeando? O me lo
decís o ya os estáis marchando para dejarme volver a la cama.
—¿Quién es Thursby? —preguntó Dundy, con voz exigente.
—Ya le dije a Tom lo que sé de él.
—A Tom le has dicho bien poco.
—Bien poco es lo que sé.
—¿Por qué le estabas siguiendo?
—Yo no le estaba siguiendo. Miles estaba siguiéndole, por la magnífica
razón de que un cliente nos estaba pagando buen dinero de curso legal para
que le siguiéramos.
—¿Quién es el cliente?
La placidez volvió a la cara y a la voz de Sam al decir en tono de
amonestación:
—Sabes muy bien que eso no puedo decírtelo hasta que haya hablado
con el cliente.
—Me lo vas a decir a mí o se lo vas a decir al juez —dijo Dundy,
acaloradamente—. Se trata de un asesinato, no lo olvides.
—Puede ser. Y escucha tú, precioso, algo que tú no debes olvidar. Te lo
diré o no, según me venga en gana. Hace ya mucho tiempo que no lloro
cuando no le caigo simpático a un policía.
Tom se levantó del sofá y fue a sentarse a los pies de la cama. El rostro
mal afeitado y sucio de barro estaba cansado y con arrugas.
—Sé razonable, Sam —le rogó—. Ayúdanos un poco. ¿Cómo vamos a
descubrir algo acerca de la muerte de Miles si te empeñas en no decirnos lo
que sabes?
—Por eso no os llevéis ningún mal rato —le dijo Spade—. Yo me
encargaré de enterrar a mis muertos.

05 septiembre 2008

"Samurai"

"Tomiko no podía concebir que Nagayuki también volviera algún día vestido de brocado. Incluso de ser cierto que en América los dólares se encontraban a montones por la calle, Nagayuki preguntaría diez veces, antes de agacharse para recoger uno solo, a quién pertenecerían. Tomiko ahuyentó la idea de que Nagayuki pudiera ganar dinero rápido, al igual que Eda con sus espaldas encorvadas, en un trabajo poco honrado. Sabía cuán puro era Nagayuki en su corazón y cuán poco podría cambiar, incluso si las circunstancias se lo exigían. Tomiko no podía en absoluto compartir los grandes proyectos que el padre hacía a costa de Nagayuki. Le preocupaba que Nagayuki, una vez solo en América, fuera explotado por gentes como Eda. 'Debo ir con él', volvió a pensar"

de Hisako Matsubara

03 septiembre 2008

Creando nuevas vocaciones

En el día 29 de este calendario se conmemora el martirio de San Juan Autista.

01 septiembre 2008

Un día en la Ópera (1935)

Groucho Marx: Haga el favor de poner su atención en la primera claúsula porque es muy importante. Dice que… “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contartante de la primera parte.” ¿Qué tal? Está muy bien, ¿eh?
Chico Marx: No, eso no está bien.
Groucho Marx: ¿Por qué no está bien?
Chico Marx: No lo sé. Quisiera volver a oirlo.
Groucho Marx: Dice que…“La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contartante de la primera parte.”
Chico Marx: Esta vez parece que suena mejor.
Groucho Marx: : A todo se acostumbra uno. Si usted quiere lo leo otra vez.
Chico Marx: Tan solo la primera parte.
Groucho Marx: ¿Sobre la parte contratante de la primera parte?
Chico Marx: No sólo la parte de la parte contratante de la primera parte.
Groucho Marx: Dice que… “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte y la parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato…” Oiga ¿por qué hemos de pelearnos por una tontería como esta? La cortamos.(rasgan una parte del contrato)
Chico Marx: Sí, es demasiado largo. ¿Qué es lo que nos queda ahora?.
Groucho Marx: Más de medio metro todavía…”La parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte.”
Chico Marx: ¡Eso sí que no me gusta nada!
Groucho Marx: ¿Qué le encuentra?
Chico Marx: Nunca segundas partes fueron buenas.
Groucho Marx: El otro día vi un partido de fútbol y la segunda parte fue mejor que la primera. Le pegaron al árbitro y todo.
Chico Marx: ¡Eh, escuche! ¿Por qué no hacer que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?
Groucho Marx: Pues, eh… en vez de discutir que le parece a usted si…(rompen otra parte del contrato)
Chico Marx: Bien.
Groucho Marx: Aquí hay una cláusula que le va a volver a usted loco de alegría, ya lo verá.
Chico Marx: No, no me gusta.
Groucho Marx: ¿Qué es lo que no le gusta?
Chico Marx: Sea lo que sea, no me gusta.
Groucho Marx: Bueno no vamos a romper nuestra vieja amistad por una cosa sin importancia. ¿Listo?
Chico Marx: ¡Listo!(rompen otra parte del contrato)Ahora en esta parte que sigue hay algo que no le gustará.
Groucho Marx: Bien, su palabra es suficiente para mi.(Rompen otro trozo de contrato)Dígame, ¿la mía es suficiente para usted?
Chico Marx: ¡Desde luego que no!
Groucho Marx: Bueno quitemos un par de claúsulas. (Siguen quitando trozos al contrato)“La parte contratante de la octava parte…”
Chico Marx: ¡No!
Groucho Marx: ¿No?
Chico Marx: ¡He dicho que no!
Groucho Marx: La parte contratante de…
Chico Marx: ¡No!, esto tampoco, no… Oiga, ¿cómo es que mi contrato es más pequeño que el de usted?
Groucho Marx: No lo sé. Seguramente será por que usted es más chico que yo. De todos modos estamos de acuerdo, ¿verdad?
Chico Marx: Sí, eso sí.
Groucho Marx: Entonces ponga usted su firma ahí y así el contrato será legal.
Chico Marx: Me olvidé decirle que no sé escribir.
Groucho Marx: Oh, es igual. La estilográfica no tiene tinta. Pero el contrato está hecho, ¿no es eso?
Chico Marx: ¡Ah, claro!
Groucho Marx: Nos obliga un contrato, aunque sea muy pequeño.
Chico Marx: Espere, espere. ¿Qué es lo que dice aquí en esta línea.
Groucho Marx: Oh, eso no es nada. Una cláusula común a todos los contratos. Solo dice.… dice… ”si se demostrase que cualquiera de las partes firmantes de este contrato no se haya en el uso de sus facultades mentales, quedará automáticamente anulado en todas sus cláusulas.”
Chico Marx: Pero yo no se si…
Groucho Marx: No se preocupe, hay que tomarlo en cuenta en todo contrato. Es lo que llaman una cláusula sanitaria.
Chico Marx: Ja, ja, ja… no me diga que ahora tenemos que vacunarnos.
Groucho Marx: (Dándole la flor del ojal de su chaqueta) Tenga, se la ha ganado por idiota.
Chico Marx: Gracias