04 octubre 2007

Ora Maritima, Avieno

Aquí se halla la ciudad de Gadir, llamada antes Tarteso. Aquí están las Columnas del tenaz Hércules, Ábila y Calpe (ésta se encuentra a la izquierda del territorio mencionado; aquélla, próxima a Libia): retumban bajo el recio septentrión, pero aguantan firmes en su emplazamiento.También aquí se alza el cabezo de un peñón sobresaliente (en los más antiguos tiempos lo denominaron Estrimnis) y la encumbrada mole de su pico rocoso se orienta de pleno hacia el noto templado. A su vez, a los pies de la aguja de este saliente, se abre para sus habitantes el golfo Estrímnico, en el que se muestran las islas Estrímnides que están muy separadas y son ricas en mineral de estaño y plomo. Aquí se encuentra una raza de gran vigor, de talante altanero, y de una habilidad eficiente, imbuidos todos de una inquietud constante por el comercio. Y surcan con sus pataches, aventurándose a largas distancias, una mar agitada por los notos y el abismo de un océano, preñado de endriagos. De hecho, no saben ensamblar sus quillas a base de madera de pino y tampoco, según es usual, alabean sus faluchos con madera de abeto, sino que, algo realmente sorprendente, ajustan sus bajeles con pieles entrelazadas y a menudo atraviesan el extenso mar salado en estos cueros. Por otra parte, desde aquí hasta la Isla Sagrada (pues así la llamaron los antiguos) una nave tiene un trayecto de dos soles. Esta isla despliega en medio de las olas un amplio territorio y la habita a lo largo y ancho la raza de los hiernos. Cercana, de nuevo, se extiende la isla de los albiones. Y los tartesios acostumbraban también a comerciar hasta los confines de las Estrímnides. Incluso colonos de Cartago y la población que habita entre las Columnas de Hércules se acercaban a estos mares; sobre los cuales el cartaginés Himilcón asevera que podían ser atravesados en apenas cuatro meses, según él mismo relató haberlo comprobado mediante una navegación. Así, no hay vientos, en una amplia zona, que impulsen al navío; así el líquido elemento de una llanura marina encalmada se inmoviliza en sus reinos. Se añadirá a ello que emerge entre las aguas abundante urchilla y que a menudo refrena la popa como si fuera maleza. No deja de decir también que por esta zona la superficie de la mar no alcanza gran profundidad y que apenas un poco de agua cubre el fondo, que las bestias marinas recorren la mar por aquí y por allá, que los navíos se desplazan lentos y lánguidos entre monstruos que nadan por medio.Si a partir de aquí alguien se atreve a forzar su esquife desde las islas Estrímnicas rumbo a las aguas del sector de la Licaonia, donde la atmósfera se hiela, acaba llegando al territorio de los ligures, desprovisto de habitantes, pues hace ya tiempo fueron depredados a manos de los celtas y por los frecuentes combates. Entonces los ligures, desplazados a la fuerza, como con frecuencia guía la fortuna a algunos, llegaron a esos territorios que ahora poseen, cubiertos por lo general de zarzales terribles; estos parajes son pura pedriza y abruptas roquedas, y los picos de las montañas se hunden amenazadores en el cielo. Y este pueblo huidizo vivió ciertamente durante mucho tiempo en las cárcavas de los peñascos, apartados de las olas, pues su miedo al salado mar provenía de aquel peligro primitivo. Tiempo después, la calma y el ocio, a la par que la seguridad, potenciando su audacia, los persuadió a salir de sus encumbradas guaridas y a descender a zonas marinas.