LEYENDO LOS POEMAS DE UN AMIGO AUSENTE
Tsu Mei ha muerto prematuramente. Chang Yu anda ahora por el Sur. Y yo, desgraciado de mí, soy como unaCuadriga que ha perdido los caballos de la derecha y de la izquierda. Su recuerdo, como un enemigo potente, ataca y me derriba. El endeble enjambre de mis pensamientos lucha en vano contra su acometida. Todos los hombres respetan el trabajo intenso, pero en el ocio y el reposo encuentran Paz y felicidad. Y a mí, ¿qué me sucede? Nada, salvo que no puedo soportar la pérdida de amigos. Hace mucho que no escribo poemas. Mis ideas son como un pastel pegajoso. Cuando la tierra buena permanece inculta, la hierba desaparece, sustituida por la maleza difícil de azadonar. Cuando no se usa un pozo todos los días, el agua no se mantiene pura. Por azar, he abierto un libro de Mei y he olvidado todo lo demás, mientras el sol se ocultaba en los aleros. Los gozos de la Poesía, para quienes los aprecian, aumentan con el tiempo y la familiaridad. Su riqueza nunca acaba de ser satisfecha. Los hombres de esta época me inspiran compasión. Nunca hablan de cosas interesantes. Carecen de ambición y mueren sin llegar a conocer la música de los versos. Pero yo, que tengo la fortuna de apreciar esos placeres, cuanto más los saboreo, mejor los entiendo y más los necesito. En el ocio que me dejan mis obligaciones, me quedo en casa para poder gozarlos en paz y me maravilla que mis escasos medios me hayan permitido disfrutar estos poemas tanto, que me siento como un caballo desbocado.
OU YANG HSIU (1007-1072) En Cien poemas chinos, de Kenneth Rexroth (Lumen, 2001)Traducción de Carlos Manzano