Una línea es prosaica, pero cuando se convierte en verso se hace poesía. Los chamanes no entonaban novelones del siglo XIX, a lo Balzac. Ellos preferían la sencillez del conjuro, la fábula de Monterroso, el epigrama de Marcial... La poesía siempre ha tenido un efecto curativo más sacralizador sobre el hombre que la prosa. San Juan de la Cruz tiene 300 versos, Garcilaso no es Flaubert.
Los poetas tienen una economía apresurada que se desencadena como una opa hostil. Los prosistas poseen una bomba atómica de megatones que hace capitular a cualquiera. En este conflicto babélico, toda frase tiene una importancia estratégica para la poesía; en el caso de la novela, una frase más que menos "qué importa al mundo?".