"Mandamos a todos los sacerdotes que desde el día de la ratificación del Concordato, en el curso de la santa misa, rezada o cantada, exceptuando las misas de difuntos, en las primeras oraciones, en las secretas y en las poscomuniones añadan a la oración Et formulas las palabras Ducem nostrum Franciscum". (El cardenal primado Plà y Daniel, 1953).
Tampoco se subleva Franco con Sanjurjo en 1932, pero ayuda a reprimir salvajemente la revuelta asturiana de 1934, la Legión por delante, la misma Legión a la que había permitido cortar orejas y cabezas de los moros muertos o acuchillarlos in situ si se ponían plañideramente pesados (lean, si quieren comprobarlo, la primera edición de Diario de una bandera).
Así como Kindelán, Mola, Orgaz, Galera, Barba... estuvieron conspirando contra la República desde que fue proclamada, Franco se dejaba querer y ayudaba indirectamente, devolviendo posiciones claves a militares antirrepublicanos durante su etapa de jefe de Estado Mayor a las órdenes del ministro Gil-Robles. Se dejaba querer y tardó en subirse a la conspiración del 36, hasta el punto de que sus compañeros de conjura llegaron a llamarle Miss Canarias por lo mucho que se dejaba cortejar, y Queipo, cuando supo que Franco se había cortado el bigote para subir al Dragon Rapide y así poder encabezar la Cruzada desde África, comentó: "Ese bigote es lo único que Franco ha sacrificado por el Alzamiento".
"Oh, ruina del Alcázar./ Yo mirarte no puedo, / convulsa flor de otoño, sin asombro / Vivero de esforzados capitanes. / Nido de gavilanes. / Huevo de águila: Franco es el que nombro".
De momento Gerardo Diego ya le ha confesado su amor. Pero atiendan al rosario de declaraciones: "El Caudillo es como la encarnación de la patria y tiene el poder recibido por Dios para gobernarnos..." (del Catecismo patriótico español, publicado en Salamanca en 1939). Ridruejo tampoco se había quedado corto: "Padre de paz en armas, tu bravura / ya en Occidente extrema la sorpresa, / en Levante dilata la hermosura...". La Estafeta Literaria lo compara con Cervantes, sin duda tras haber leído Diario de una bandera o Raza. Manuel Aznar proclama que Franco era arquitecto de capitanes de la historia y que su espada estaba por encima de la que había vencido a los sarracenos en las Navas de Tolosa. Cunqueiro, Álvaro, tras sostener que Franco era el Sol, añadía que la mirada del Señor le escogió entre los soldados: "De ella está ungido. El Señor bruñó su espada y el santo Uriel arcángel le enseñó a pasearse entre las llamas...". Laín Entralgo afirma que al burgués y al empresario hay que oponerle el modelo de jefe, "... más acorde con nuestro concepto militar de la vida". Pero quizá nadie como Pemán y Ernesto Jiménez Caballero para poner las cosas en su sitio. Empecemos por Jiménez Caballero, el partidario de casar a Pilar Primo de Rivera con Hitler y de masculinizar la Falange hasta el punto de llamarla Falanjo: "Nosotros hemos visto caer lágrimas de Franco sobre el cuerpo de esta madre, de esta mujer, de esta hija suya que es España, mientras en las manos le corría la sangre y el dolor del sacro cuerpo en estertores. ¿Quién se ha metido en las entrañas de España como Franco, hasta el punto de no saber ya si Franco es España o España es Franco? ¡Oh, Franco, caudillo nuestro, padre de España! ¡Adelante! ¡Atrás, canallas y sabandijas del mundo!".En cuanto a Pemán, a él se debe uno de los botafumeiros más impresionantes que perfumaron de incienso la efigie del Caudillo y avalaron aquel ¡Franco, Franco, Franco! con que las notas de prensa resumían la aclamación popular, en recuerdo de la eufonía del Sanctus, sanctus, sanctus: "Sabe marchar bajo palio con ese paso natural y exacto que parece que va sometiéndose por España y disculpándose por él. Se le transparenta en el gesto paternal la clara conciencia de lo que tiene de ancha totalidad nacional la obra que él resume y preside. Parece que lleva consigo a todas las ceremonias y liturgias protocolarias el honor de los caídos.
Parece que lleva, sobre su pecho, la laureada como ofreciéndosela, un poco, a todos. Éste era el caudillo que necesitaba esta hora de España, difícil, delicada y de frágil tratamiento, como toda contienda civil. Todo, la guerra o la integración, el avance cotidiano o el cotidiano gobierno, había que manipularlo con mano firme y suave. Se necesitaba un hombre cuya imparcialidad fuera absoluta, cuya energía fuese serena, cuya paciencia fuese total. Había que tener un pulso exacto para combatir sin odio y atraer sin remordimiento. Había que escuchar a todos y no transigir con nadie. Había que llevar hacia allí, en dosis exactas, el perdón, el castigo y la catequesis; como hacia aquí, en exactas paridades, la camisa azul, la boina roja y la estrella de capitán general. Conquistó la zona roja como si la acariciara: ahorrando vidas, limitando bombardeos. No se dejó arrebatar nunca porque estaba seguro de España y de sí mismo. Éste es Francisco Franco, Caudillo de España. Concedámosle, españoles, el ancho y silencioso crédito que se tiene ganado. En Viñuelas hay un hombre que sabe dónde va. Que lo supo siempre. Y que, gracias a su paso inalterable sobre toda impaciencia, nos devolvió a España a su tiempo y nos rescató intactas muchas cosas que estuvieron en gran peligro. Lo que hizo en la guerra, lo hará en la paz".
El cardenal Plà y Daniel aprovechó el sermón de bodas dirigido a Carmen Franco y el marqués de Villaverde para equiparar la pareja de la Virgen María y san José con la de Franco y doña Carmen, y entre las metáforas la lista da que pensar sobre la poesía como laboratorio del lenguaje: "... desde 'padre adoptivo de la provincia' hasta 'la figura más importante del siglo XX', pasando por 'espiga de la paz', 'vencedor del dragón de siete colas', 'el cirujano necesario', 'el gran arquitecto', 'el redentor de los presos', 'guerrero elegido por la gracia de Dios', 'vencedor de la muerte', '... el que sube las cuestas que es un contento', 'clínicamente: genial', 'enviado de Dios', 'padre que ama y vigila', 'voz de hierro', 'centinela de Occidente', cientos, miles de imágenes de esplendor y gloria".
Pero yo me quedo con aquella perla que le dedicara Joaquín Arrarás cuando lo imaginaba conduciendo la nave de la nueva España, la nave de la muerte, la tortura, la expatriación, la desidentificación para tantos de sus compatriotas: "Timonel de la dulce sonrisa".
Vázquez Montalbán