¿Qué significa escribir hoy día un auto sacramental como Evangelio de Lucifer? ¿Una audacia, un anacronismo o un ejercicio de libertad intelectual?
F.F. No niego que pueda parecer una audacia, pero en realidad no lo es; creo que más bien es todo lo contrario: un acto de humildad. Durante demasiados años nos hemos empeñado los escritores que nacimos en el siglo XX en considerar la novedad y la originalidad como un objetivo artístico superior, y eso con frecuencia ha dado lugar a obras asemánticas o, peor aún, triviales, textos semánticos no significativos. El escritor no quería buscar modelos fuera de sí mismo y, ante el fracaso de tan utópica tentativa, ha acabado imitando el modelo más de moda, entendiendo que la moda es un indicador de lo más moderno: lo más nuevo. No obstante, bien harto sabemos que la moda es, por definición, efímera, y sólo lo digno de permanencia puede ser candidato a la categoría de clásico. Por tanto, la busca de modelos anacrónicos es una forma original de acceso a la condición de clásico y de lucha sin cuartel contra la pena máxima a que nos condena la moda. El modelo clásico se resiste en principio a los contenidos modernos. En consecuencia, no se trata tanto de un ejercicio de libertad intelectual, que también, si no más bien de un reto incentivador de la inteligencia lingüística del poeta. Hay que ingeniárselas ante las dificultades: y ese necesario ingenio potencia la creatividad.