Una región invisible, la imaginación, a la cual, mediante las razones sentimentales del verso, de la gramática, el poeta otorga vida y la hace real. Puesto que el pensamiento poético y su reflexión hacen posible ese tránsito, mediante la intervención del lenguaje, la propia lengua. Y ese mundo irreal, subjetivo, se vuelve vital y objetivo, determinado, con un nombre hecho, cuando el poeta alcanza el dominio de su lengua, la cumbre de su palabra.
El poeta no es un mero autómata plagiario, imita -pero no calca o copia-, bajo las formas de las que se apropia late un mundo nuevo, una simbología mitológica novedosa.
El idioma del poeta es un tatuaje cósmico. El poeta, quiromántico, juega con la invocación escrita de esos símbolos. El poeta del Conocimiento, de una poesía científica, casi como el “De Rerum Natura” de Lucrecio, o el ansia de saber de Sor Juana Inés de la Cruz, “Voluntad de Vivir Manifestándose”, como R.Arenas, o como el lema de la Real Academia de la Lengua Española: “Limpia, Fija y da Esplendor”, escribe, puesto que la escritura es lo único real.