He crecido sin contemplar la vida del mundo,
dedicado de corazón a los libros y al koto.
Vestía ropas toscas, feliz y satisfecho,
en general vacío, pero siempre en paz.
Un día, sorpresivamente, el momento llegó
en que dejé todo y me encontré en el camino.
Preparé mi bolso por la mañana, dejé mi cayado
y abandoné mi granja.
Lejos, lejos va el bote solitario,
sin fin, sin fin mis cavilaciones buscando la vuelta.
¿Que si es largo mi viaje? He bajado y subido colinas por miles de kilómetros.
Mis ojos agotados de tantos ríos y caminos desconocidos,
mi corazón anhela retornar a mis colinas y lagos.
Contemplo las nubes y me mortifican las aves lejanas,
miro las aguas, me avergüenzan los errabundos peces.
Desde el principio el ideal verdadero se mantuvo en mi pecho
¿quien dice que me dejo llevar por las formas exteriores?
Por ahora sólo seguiré el curso de los acontecimientos
y al final retornaré a la casa y a los principios.
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