A veces una decepción es lo mismo que una deserción. Igual ocurre en el lenguaje de Góngora: parece que está, pero realmente no está, perece. Las horas perdidas en otro.
Es en Kierkegaard, el pensamiento de la locura, una razón poética bajo la dialéctica del posible imposible, el sufrimiento de no tener razón. Este ensamblaje de palabras es lo único que le sirve al poeta. También Garcilaso materializa lo insatisfecho:
Las más veces me entrego, otras resisto con tal furor, con una fuerza nueva, que un monte puesto encima rompería. Aqueste es el deseo que me lleva a que desee tornar a ver un día a quien fuera mejor nunca haber visto. (Soneto XVl)
Claro resulta lo incomprensible, para los que creen en el poder de los símbolos que conforman el alfabeto, cuando nos reconvertimos en grafías. Berceo lo descubre tiempo atrás, en el origen: Esti será uno de los signos dubdados.
La transparencia, en ocasiones, es una trampa en la que se transformado la simpleza, lo fácil.
Entonces es cuando viene el tiempo de reinventarse, del sacrificio de las neuronas o moléculas literarias, del devenir gramático y dejar al homo sapiens contemplándose a sí mismo ante lo que suena: yo.
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