29 julio 2008

Millôr Fernandes

POESÍA MATEMÁTICA

En las muchas hojas
Del libro de matemáticas
Un Cociente se enamoró
Un día dolorosamente
De una Incógnita.
La vio con su mirada innumerable
y la vio desde el ápice a la base:
Una figura impar;
ojos de robot, boca de trapecio,
cuerpo rectangular, senos esferoides.
Hizo de la suya una vida paralela a la de ella,
hasta que se encontraron en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella con ansia radical.
<>>.
Y de hablar descubrieron que eran
(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
primos entre sí. Y así se amaron
al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia trazando,
al sabor del momento y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.
Escandalizaron a los ortodoxos
de las formas euclidianas
y a los exegetas del Universo infinito.
Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar, más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos al Polígono y a la Bisectriz.
E hicieron planos y ecuaciones y diagramas
para el futuro soñando con una felicidad integral y diferencial.
Y se casaron y tuvieron una secante
y tres conos muy graciosillos
Y fueron felices hasta aquel día en que todo se vuelve al fin monotonía.
Fue entonces cuando surgió El Máximo Común Divisor.
Ofreciole, a ella, una grandeza absoluta
y la redujo a un denominador común.
Él, Cociente, percibió
Que con ella no formaba un todo, una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.
De ese problema él era una fracción la más ordinaria,
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
Y todo lo que era espureo pasó a ser moralidad Como en cualquier sociedad.

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