Tomemos una cifra imaginaria
cero
y un hombre imaginario
uno
el cero no existe
pero él cree que sí
el dos se queda siempre
en
uno
el uno existe
pero nadie le cree.
30 julio 2008
29 julio 2008
ASÍ SOÑÉ YO LA VERDAD Gabriel Celaya
Kepler miró llorando los cinco poliedros
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
en orden musical hasta la gran esfera.
Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones
adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos
que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.
Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
que quizá le faltara una lágrima al miedo.
La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.
No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.
Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.
Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.
Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
en orden musical hasta la gran esfera.
Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones
adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos
que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.
Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
que quizá le faltara una lágrima al miedo.
La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.
No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.
Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.
Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.
Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.
Millôr Fernandes
POESÍA MATEMÁTICA
En las muchas hojas
Del libro de matemáticas
Un Cociente se enamoró
Un día dolorosamente
De una Incógnita.
La vio con su mirada innumerable
y la vio desde el ápice a la base:
Una figura impar;
ojos de robot, boca de trapecio,
cuerpo rectangular, senos esferoides.
Hizo de la suya una vida paralela a la de ella,
hasta que se encontraron en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella con ansia radical.
<>>.
Y de hablar descubrieron que eran
(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
primos entre sí. Y así se amaron
al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia trazando,
al sabor del momento y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.
Escandalizaron a los ortodoxos
de las formas euclidianas
y a los exegetas del Universo infinito.
Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar, más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos al Polígono y a la Bisectriz.
E hicieron planos y ecuaciones y diagramas
para el futuro soñando con una felicidad integral y diferencial.
Y se casaron y tuvieron una secante
y tres conos muy graciosillos
Y fueron felices hasta aquel día en que todo se vuelve al fin monotonía.
Fue entonces cuando surgió El Máximo Común Divisor.
Ofreciole, a ella, una grandeza absoluta
y la redujo a un denominador común.
Él, Cociente, percibió
Que con ella no formaba un todo, una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.
De ese problema él era una fracción la más ordinaria,
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
Y todo lo que era espureo pasó a ser moralidad Como en cualquier sociedad.
En las muchas hojas
Del libro de matemáticas
Un Cociente se enamoró
Un día dolorosamente
De una Incógnita.
La vio con su mirada innumerable
y la vio desde el ápice a la base:
Una figura impar;
ojos de robot, boca de trapecio,
cuerpo rectangular, senos esferoides.
Hizo de la suya una vida paralela a la de ella,
hasta que se encontraron en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella con ansia radical.
<>>.
Y de hablar descubrieron que eran
(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
primos entre sí. Y así se amaron
al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia trazando,
al sabor del momento y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.
Escandalizaron a los ortodoxos
de las formas euclidianas
y a los exegetas del Universo infinito.
Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar, más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos al Polígono y a la Bisectriz.
E hicieron planos y ecuaciones y diagramas
para el futuro soñando con una felicidad integral y diferencial.
Y se casaron y tuvieron una secante
y tres conos muy graciosillos
Y fueron felices hasta aquel día en que todo se vuelve al fin monotonía.
Fue entonces cuando surgió El Máximo Común Divisor.
Ofreciole, a ella, una grandeza absoluta
y la redujo a un denominador común.
Él, Cociente, percibió
Que con ella no formaba un todo, una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.
De ese problema él era una fracción la más ordinaria,
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
Y todo lo que era espureo pasó a ser moralidad Como en cualquier sociedad.
28 julio 2008
Pessoa
"Vivir es ser otro.
Ni sentir es posible
si hoy se siente como ayer se sintió.
Sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir:
es recordar lo que se sintió ayer,
ser hoy el cadáver vivo
de lo que ayer fue la vida perdida.
Esta madrugada es la primera del mundo.
Nunca hubo esta hora,
ni esta luz, ni este ser mío.
Mañana, lo que sea será otra cosa,
y lo que yo vea será visto
por unos ojos recompuestos,
llenos de una nueva visión."
Ni sentir es posible
si hoy se siente como ayer se sintió.
Sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir:
es recordar lo que se sintió ayer,
ser hoy el cadáver vivo
de lo que ayer fue la vida perdida.
Esta madrugada es la primera del mundo.
Nunca hubo esta hora,
ni esta luz, ni este ser mío.
Mañana, lo que sea será otra cosa,
y lo que yo vea será visto
por unos ojos recompuestos,
llenos de una nueva visión."
27 julio 2008
Espartaco, un hombre libre
El escritor Howard Fast puso el punto final a su novela Espartaco en 1951. Por entonces acababa de abandonar la prisión de Mill Point, tras cumplir condena por su apoyo a un colectivo que había financiado en Francia la construcción de un hospital, destinado a los refugiados de la República Española, y por negarse a facilitar los nombres de sus compañeros. Era en Estados Unidos la época del “pequeño terror” ( small terror ), de la paranoia anticomunista del senador Joseph McCarthy y del célebre Comité de Actividades Antiestadounidenses. Cientos de intelectuales y artistas y miles de trabajadores activistas fueron juzgados, o excluidos de las industrias en las que hasta entonces habían desarrollado sus tareas, o simplemente amedrentados. Escribe Howard Fast en sus memorias, Being Red , inéditas en español, que entre 1945 y 1952 el “FBI siguió un juego estúpido con nosotros”, de lo cual resultó un informe de la agencia federal en el que se detallaban todos los actos “decentes que acometí en mi vida”. “En estas páginas, no hay crímenes, ni infracciones de la ley, no se documenta ningún acto malvado, ni antiestadounidense, ni indecente...”
Howard Fast, nacido en Nueva York en 1914, había ingresado en el Partido Comunista de Estados Unidos al calor de la Segunda Guerra Mundial. Lo abandonaría en 1956, junto con dos tercios de sus militantes, tras la publicación del informe secreto de Kruschev en el que se denunciaban los crímenes del período estalinista. De modo que Espartaco, la narración de los esclavos que se rebelan contra un régimen opresor, fue escrita en una época particularmente siniestra de la historia de Estados Unidos. Aunque ya era un escritor de éxito, el original de la novela fue rechazado por todos los editores a los que lo envió, unos porque habían recibido amenazas directas de los servicios secretos, otros porque habían decidido acomodarse al clima dominante. El problema no residía en el texto, “una novela entretenida y muy significativa sobre Espartaco y la revuelta de esclavos”, según consta en el informe de lectura interno de la editorial Little y Brown. De hecho, según el mismo lector: “No tengo la menor duda de que si esta novela estuviera firmada por un autor distinto de Howard Fast, se convertiría en un éxito de ventas”. La censura a veces no ha temido tanto al texto como al autor; lo imprevisible no es lo ya escrito, sino lo que pueda escribirse en el futuro. Sobre los libros se pueden hacer comentarios de texto, pero algunos autores pueden hacer comentarios sobre la realidad. Finalmente autoeditada, de Espartaco se vendieron los primeros meses cuarenta mil ejemplares sólo en Estados Unidos, pese a las dificultades de distribución. De esta historia, nosotros hemos conocido la versión cinematográfica producida por Hollywood años después, en 1960, con guión adaptado por Dalton Trumbo –otro escritor perseguido–, y protagonizada por Kirk Douglas. Aunque fue dirigida por Stanley Kubrick, no se le puede atribuir la creación de la película, pues se sumó a ésta cuando ya estaba planificada por completo y el rodaje había comenzado. Existe una diferencia fundamental entre la novela y la película. Mientras que ésta narra la peripecia legendaria de los gladiadores, la novela está protagonizada por los romanos. Este cambio de perspectiva, en las manos de un escritor de talento inmenso, tiene una consecuencia necesaria: su Espartaco nos sumerje sin contemplaciones en el carácter de la época. El mito del esclavo rebelde, pero mártir, que a veces atormentará a los romanos cuando viajen en litera sobre los hombros de los esclavos, cuando se hagan afeitar y lavar por las manos de los esclavos, pertenece en definitiva a los propios romanos. Los historiadores señalan que coincidiendo con la guerra de los gladiadores se produjeron diversos cambios en la legislación de la esclavitud. Tras la completa arbitrariedad inicial, con el tiempo se les fueron concediendo algunos derechos pasivos, como el de mantener unida a la familia en caso de venta, y se articularon algunas medidas para la promoción individual. Podría considerarse una estrategia de división. La esclavitud no fue abolida; sólo puede hablarse de una suavización del trato. La esclavitud, auténtica base de la organización productiva de Roma, no hizo sino aumentar. Durante el gobierno del emperador Tiberio (14-37 d.C.), a un ciudadano que dispusiera de sólo diez esclavos se le consideraba pobre. Era habitual la posesión de doscientos. No sólo se encargaban del servicio doméstico o de las tareas más rudas, como el cultivo de las tierras o la extracción de plata en las minas de Cartagena, donde se dice que se hacinaban cuarenta mil. Había esclavos profesores e ingenieros, administrativos y contables, escultores; unos eran propiedad de particulares, otros del estado, a cuyas órdenes ejecutaban las obras públicas, los acueductos, las vías. Incluso existía un esclavo nomenclator , con la función de apuntar a su amo los nombres de sus numerosos esclavos. Aunque Howard Fast, en el prólogo a la primera edición, descartaba un paralelismo entre la novela y la situación política y social de Estados Unidos, aunque había puesto todo su esfuerzo y su talento para penetrar en la cosmovisión romana y para esclarecer un caso universal de revuelta contra la opresión. Aunque en la versión cinematográfica se representa una entrega voluntaria y festiva de alimentos y regalos por parte de unos pobladores, los esclavos saquearon a su paso numerosos pueblos y ciudades. ¿Cómo evitarlo? Los historiadores recogen que Espartaco corrigió y castigó los excesos de los grupos de incontrolados y que trató a los prisioneros con humanidad. Eunus, el líder de otra revuelta de esclavos que tuvo lugar décadas antes en Sicilia, soliviantó a sus seguidores con profecías. No podemos descartar la influencia de augurios y presagios en los movimientos erráticos de los esclavos, pero esta posibilidad tampoco tendría especial relevancia. La misma Roma no era ajena a ellos y con frecuencia las decisiones de su estado se justificaban de este modo. La racionalidad política es una característica de la modernidad. Pero ¿no son las profecías la expresión de una causa y de un deseo? Poder salir de la península y no salir, poder vencer y no vencer. Se diría que los esclavos liberados no podían abandonar Roma ni dejarse abrazar por ella. Eran romanos, esclavos romanos, unos habían nacido en la civilización romana, muchos otros habían sido contaminados definitivamente por su cultura. Ya no sentían como propio el mundo de los bárbaros, pero el universo romano los oprimía. Cuando Roma los masacró y castigó estaba restableciendo un orden que condenaba a unos de nuevo a la esclavitud, pero también estaba condenándose a sí misma al abandono progresivo de la vía republicana y sus instituciones, para consagrar al ejército, la conspiración y la fuerza bruta como los factores determinantes.
Howard Fast, nacido en Nueva York en 1914, había ingresado en el Partido Comunista de Estados Unidos al calor de la Segunda Guerra Mundial. Lo abandonaría en 1956, junto con dos tercios de sus militantes, tras la publicación del informe secreto de Kruschev en el que se denunciaban los crímenes del período estalinista. De modo que Espartaco, la narración de los esclavos que se rebelan contra un régimen opresor, fue escrita en una época particularmente siniestra de la historia de Estados Unidos. Aunque ya era un escritor de éxito, el original de la novela fue rechazado por todos los editores a los que lo envió, unos porque habían recibido amenazas directas de los servicios secretos, otros porque habían decidido acomodarse al clima dominante. El problema no residía en el texto, “una novela entretenida y muy significativa sobre Espartaco y la revuelta de esclavos”, según consta en el informe de lectura interno de la editorial Little y Brown. De hecho, según el mismo lector: “No tengo la menor duda de que si esta novela estuviera firmada por un autor distinto de Howard Fast, se convertiría en un éxito de ventas”. La censura a veces no ha temido tanto al texto como al autor; lo imprevisible no es lo ya escrito, sino lo que pueda escribirse en el futuro. Sobre los libros se pueden hacer comentarios de texto, pero algunos autores pueden hacer comentarios sobre la realidad. Finalmente autoeditada, de Espartaco se vendieron los primeros meses cuarenta mil ejemplares sólo en Estados Unidos, pese a las dificultades de distribución. De esta historia, nosotros hemos conocido la versión cinematográfica producida por Hollywood años después, en 1960, con guión adaptado por Dalton Trumbo –otro escritor perseguido–, y protagonizada por Kirk Douglas. Aunque fue dirigida por Stanley Kubrick, no se le puede atribuir la creación de la película, pues se sumó a ésta cuando ya estaba planificada por completo y el rodaje había comenzado. Existe una diferencia fundamental entre la novela y la película. Mientras que ésta narra la peripecia legendaria de los gladiadores, la novela está protagonizada por los romanos. Este cambio de perspectiva, en las manos de un escritor de talento inmenso, tiene una consecuencia necesaria: su Espartaco nos sumerje sin contemplaciones en el carácter de la época. El mito del esclavo rebelde, pero mártir, que a veces atormentará a los romanos cuando viajen en litera sobre los hombros de los esclavos, cuando se hagan afeitar y lavar por las manos de los esclavos, pertenece en definitiva a los propios romanos. Los historiadores señalan que coincidiendo con la guerra de los gladiadores se produjeron diversos cambios en la legislación de la esclavitud. Tras la completa arbitrariedad inicial, con el tiempo se les fueron concediendo algunos derechos pasivos, como el de mantener unida a la familia en caso de venta, y se articularon algunas medidas para la promoción individual. Podría considerarse una estrategia de división. La esclavitud no fue abolida; sólo puede hablarse de una suavización del trato. La esclavitud, auténtica base de la organización productiva de Roma, no hizo sino aumentar. Durante el gobierno del emperador Tiberio (14-37 d.C.), a un ciudadano que dispusiera de sólo diez esclavos se le consideraba pobre. Era habitual la posesión de doscientos. No sólo se encargaban del servicio doméstico o de las tareas más rudas, como el cultivo de las tierras o la extracción de plata en las minas de Cartagena, donde se dice que se hacinaban cuarenta mil. Había esclavos profesores e ingenieros, administrativos y contables, escultores; unos eran propiedad de particulares, otros del estado, a cuyas órdenes ejecutaban las obras públicas, los acueductos, las vías. Incluso existía un esclavo nomenclator , con la función de apuntar a su amo los nombres de sus numerosos esclavos. Aunque Howard Fast, en el prólogo a la primera edición, descartaba un paralelismo entre la novela y la situación política y social de Estados Unidos, aunque había puesto todo su esfuerzo y su talento para penetrar en la cosmovisión romana y para esclarecer un caso universal de revuelta contra la opresión. Aunque en la versión cinematográfica se representa una entrega voluntaria y festiva de alimentos y regalos por parte de unos pobladores, los esclavos saquearon a su paso numerosos pueblos y ciudades. ¿Cómo evitarlo? Los historiadores recogen que Espartaco corrigió y castigó los excesos de los grupos de incontrolados y que trató a los prisioneros con humanidad. Eunus, el líder de otra revuelta de esclavos que tuvo lugar décadas antes en Sicilia, soliviantó a sus seguidores con profecías. No podemos descartar la influencia de augurios y presagios en los movimientos erráticos de los esclavos, pero esta posibilidad tampoco tendría especial relevancia. La misma Roma no era ajena a ellos y con frecuencia las decisiones de su estado se justificaban de este modo. La racionalidad política es una característica de la modernidad. Pero ¿no son las profecías la expresión de una causa y de un deseo? Poder salir de la península y no salir, poder vencer y no vencer. Se diría que los esclavos liberados no podían abandonar Roma ni dejarse abrazar por ella. Eran romanos, esclavos romanos, unos habían nacido en la civilización romana, muchos otros habían sido contaminados definitivamente por su cultura. Ya no sentían como propio el mundo de los bárbaros, pero el universo romano los oprimía. Cuando Roma los masacró y castigó estaba restableciendo un orden que condenaba a unos de nuevo a la esclavitud, pero también estaba condenándose a sí misma al abandono progresivo de la vía republicana y sus instituciones, para consagrar al ejército, la conspiración y la fuerza bruta como los factores determinantes.
26 julio 2008
Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono Anónimo (*)
En la cumbre misma de esa extraordinaria montaña había una roca inmortal. Tenía una altura de treinta y seis pies y medio y un perímetro de veinticuatro pies justos. Semejantes medidas no eran casuales, ya que se correspondían exactamente con los trescientos sesenta y cinco días del año solar y las veinticuatro horas que marcan el quehacer cotidiano del hombre. Poseía, además, nueve agujeros profundos y otros ocho de mejor longitud, que encontraban su equivalente numérico en las Nueve Constelaciones y en los Ocho Planetas que habitan los palacios celestes. Aunque no crecía sobre ella vegetación alguna, durante mucho tiempo había sido alimentada con las mismas semillas del Cielo y la Tierra y la fuerza extraordinaria del sol y la luna. Finalmente, por acción directa de lo alto, quedó embarazada y empezó a crecer en su interior un embrión sobrenatural. Tras largo período de gestación, se abrió inesperadamente un día y dio a luz un huevo de piedra del tamaño aproximado de un balón. Expuesto a la fuerza de los elementos, se transformó en un mono de piedra, exactamente igual a los que hoy conocemos. No pasó mucho tiempo antes de que aprendiera a correr y a subirse a los árboles. Cuando hubo dominado a la perfección tan difíciles técnicas, se inclinó, reverente, ante los cuatro puntos cardinales y entonces se produjo el milagro: de sus ojos salieron dos rayos potentísimos que llegaron hasta el mismísimo Palacio de la Estrella Polar. Su luz era tan fuerte que llamó la atención del Benéfico Señor del Cielo, el divino Emperador de Jade, que se hallaba reunido con sus ministros en el Palacio de Nubes de los Arcos de Oro, concretamente en la Sala del Tesoro de la Niebla Divina. Sorprendido por su brillo extraordinario, ordenó a Mil Ojos y a Oídos de Viento que abrieran la Puerta Sur del Palacio Celeste y averiguaran de dónde provenía semejante fenómeno. Los dos capitanes cumplieron la orden sin pérdida alguna de tiempo y, tras analizar cuidadosamente la situación, regresaron al lado de su señor y le informaron, diciendo:
—Vuestros indignos servidores han obedecido al pie de la letra el mandato que de vos han recibido y han averiguado que esos potentísimos rayos provienen de la Montaña de las Flores y Frutos. Ese lugar, como sabéis, se encuentra en la región de Ao-Lai, al este del continente de Purvavideha. En esta montaña singular hay una roca inmortal que, extrañamente, ha dado a luz un huevo de piedra. Lo más asombroso, sin embargo, es que los elementos han actuado sobre él y lo han convertido en un mono de piedra. Los rayos que os han molestado han partido precisamente de sus ojos, pues, al inclinarse ante los cuatro puntos cardinales, han adquirido tan viveza que su luz ha alcanzado hasta el mismísimo Palacio de la Estrella Polar. Pero no os preocupéis. El mono en cuestión se ha puesto a comer y a beber y pronto perderá todo su poderío.
—No lo creo yo así —replicó el Emperador de Jade con misericordiosa complacencia—. Las criaturas del mundo que yacen a nuestros pies surgieron de la copulación del Cielo y la Tierra y es natural que de vez en cuando nos sorprendan con su desconcertante modo de actuar.
Para entonces el mono había aprendido a caminar, a correr y a saltar de una parte a otra. Se alimentaba de frutos y plantas y bebía de los múltiples ríos y arroyos que surcaban la isla. La mayor parte del tiempo la pasaba cortando flores y subiéndose a los árboles en busca de frutas. No tardó, sin embargo, en entablar amistad con el tigre, el lagarto, el lobo, el leopardo y el ciervo, aunque consideraba a las otras especies de monos como su auténtica familia. Por la noche dormía en cuevas que abandonaba en cuanto el sol emergía por la línea del horizonte y daba comienzo la mañana. El tiempo transcurría con lentitud, pues, como bien reza el dicho popular, "en lo alto de las cumbres el río avanza y retrocede con tanta regularidad que allí nadie es realmente consciente del paso de los años".
Una mañana, sin embargo, hizo tanto calor que no encontró mejor manera de escapar al bochorno que ponerse a jugar con otros monos a la sombra de unos pinos. Descubrió entonces, sorprendido, lo mucho que se parecía a ellos. Su manera de divertirse era prácticamente la misma. Algunos, de hecho, saltaban de rama en rama en busca de frutos, mientras que otros pasaban el tiempo tirándose piedrecitas o arrojándose pequeñas piñas. A veces se llegaban hasta la playa y otros lugares arenosos y se ponían a construir extrañas pagodas de arena. No era tampoco raro que persiguieran a las libélulas y corrieran, como locos, detrás de las lagartijas. No se olvidaban, sin embargo, de inclinarse ante el Cielo, presentando, así, sus respetos a los dignos budas que lo habitan. Pero no por ello dejaban de ser animales revoltosos y estropeaban a placer las viñas y otros árboles que crecían, lujuriosos y exhuberantes, a su alrededor. Cuando se cansaban de eso, se tumbaban en mullidos lechos de hierba y se ponían a buscarse unos a otros pulgas y parásitos. Cuando, tras muchos escarbar en sus tupidos pelajes, encontraban alguno, se lo comían con avidez o, simplemente, lo mataban con las uñas. Otros preferían, no obstante, espulgarse solos. Para ello se llegaban hasta el tronco de un pino y se restregaban una y otra vez contra él, hasta que el ardor desaparecía y la sensación de malestar remitía. Lo que más les gustaba, pese al peligro que ello entrañaba, era jugar y perseguirse entre los pinos. Ya tendrían tiempo después de desprenderse de todos los parásitos que pudieran coger en sus interminables correrías en las verdes aguas de los arroyos. Así lo hicieron aquella mañana, llegándose hasta uno de los torrentes de la montaña. Al ver la fuerza de la corriente y los tumbos que daba el agua entre las rocas, como melones que se destrozaran sin cesar contra las piedras, se quedaron asombrados y comenzaron a ponderar su extraña belleza. A nadie debe sorprenderle que hablaran. Si, como reza el dicho tradicional, "las bestias tienen su lenguaje y las aves el suyo", ¿qué hay de extraño en que los monos se comuniquen entre sí con palabras? Los monos se dijeron, pues, unos a otros:
—Puesto que no sabemos de dónde viene todo este agua y hoy no tenemos nada que hacer, lo mejor es que remontemos su curso y, así, descubramos dónde se encuentra su fuente. ¿No os parece que será una manera estupenda de pasar el tiempo?
Todos aceptaron, entusiasmados, la idea y, dando grandes voces de júbilo, siguieron montaña arriba el desconocido curso del torrente. Los monos caminaban en familias y no tardaron en dar con su fuente: una impresionante catarata, cuya visión les hizo enfurecer. Se elevaba en el paisaje como una altísima columna, de la que emergían bellísimos arcos iris que el viento hacía cambiar constantemente de posición. A su base lanzaban miles de olas blancas, que hacían pensar en brisas realmente inexistentes y en la bravura de desconocidos ríos lunares. Su brillo recordaba, en efecto, al de la dama de la noche y teñia levemente de blanco el profundo verdor del paisaje en el que se hallaba enclavada. Se sospechaba la existencia del poderososo afluentes que la alimentaban, pero la sensación que más dominaba en quien tuviera la suerte de contemplarla era la de una hermosísima cortina que alguien hubiera colgado de las mismas nubes. A la vista de tan inesperado milagro, los monos empezaron a aplaudir y a exclamar, entusiasmados:
—¡Qué maravilla! ¡Qué increíble belleza! Su agua nace directamente del seno de la montaña y va a desembocar, sin lugar a dudas, en la lejana placidez del Gran Océano.
Otros añadieron con inamovible certeza:
—El que se atreva a cruzar esa impresionante cortina y vuelva sano y salvo a contarnos las maravillas que tras ella se esconden será nuestro rey. ¿Hay alguien dispuesto a hacerlo?
Nadie respondió a semejante reto. Hubieron de lanzarlo tres veces al viento, antes de que surgiera, desde muy atrás, el mono de piedra y gritara con voz potente:
—¡Yo lo haré! ¡Yo cruzaré la cortina de agua y volveré para deciros lo que hay detrás de ella!
(...)
(*) Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono, obra del periodo Ming (1368-1644), narra el peregrinaje del monje Chen Hsüan-Tsang a la India en busca de escrituras sagradas. En palabras de Jesús Ferrero, prologuista de la edición española, es "la obra de todo un pueblo, como la muralla china y como el mismo imperio, en la que intervienen muchos creadores, hasta cristalizar como narración plena de sentido y perfectamente estructurada en el siglo XVI, gracias a la probable intervención del escritor Wu Chengen, que la dotó de una poderosa estructura".
—Vuestros indignos servidores han obedecido al pie de la letra el mandato que de vos han recibido y han averiguado que esos potentísimos rayos provienen de la Montaña de las Flores y Frutos. Ese lugar, como sabéis, se encuentra en la región de Ao-Lai, al este del continente de Purvavideha. En esta montaña singular hay una roca inmortal que, extrañamente, ha dado a luz un huevo de piedra. Lo más asombroso, sin embargo, es que los elementos han actuado sobre él y lo han convertido en un mono de piedra. Los rayos que os han molestado han partido precisamente de sus ojos, pues, al inclinarse ante los cuatro puntos cardinales, han adquirido tan viveza que su luz ha alcanzado hasta el mismísimo Palacio de la Estrella Polar. Pero no os preocupéis. El mono en cuestión se ha puesto a comer y a beber y pronto perderá todo su poderío.
—No lo creo yo así —replicó el Emperador de Jade con misericordiosa complacencia—. Las criaturas del mundo que yacen a nuestros pies surgieron de la copulación del Cielo y la Tierra y es natural que de vez en cuando nos sorprendan con su desconcertante modo de actuar.
Para entonces el mono había aprendido a caminar, a correr y a saltar de una parte a otra. Se alimentaba de frutos y plantas y bebía de los múltiples ríos y arroyos que surcaban la isla. La mayor parte del tiempo la pasaba cortando flores y subiéndose a los árboles en busca de frutas. No tardó, sin embargo, en entablar amistad con el tigre, el lagarto, el lobo, el leopardo y el ciervo, aunque consideraba a las otras especies de monos como su auténtica familia. Por la noche dormía en cuevas que abandonaba en cuanto el sol emergía por la línea del horizonte y daba comienzo la mañana. El tiempo transcurría con lentitud, pues, como bien reza el dicho popular, "en lo alto de las cumbres el río avanza y retrocede con tanta regularidad que allí nadie es realmente consciente del paso de los años".
Una mañana, sin embargo, hizo tanto calor que no encontró mejor manera de escapar al bochorno que ponerse a jugar con otros monos a la sombra de unos pinos. Descubrió entonces, sorprendido, lo mucho que se parecía a ellos. Su manera de divertirse era prácticamente la misma. Algunos, de hecho, saltaban de rama en rama en busca de frutos, mientras que otros pasaban el tiempo tirándose piedrecitas o arrojándose pequeñas piñas. A veces se llegaban hasta la playa y otros lugares arenosos y se ponían a construir extrañas pagodas de arena. No era tampoco raro que persiguieran a las libélulas y corrieran, como locos, detrás de las lagartijas. No se olvidaban, sin embargo, de inclinarse ante el Cielo, presentando, así, sus respetos a los dignos budas que lo habitan. Pero no por ello dejaban de ser animales revoltosos y estropeaban a placer las viñas y otros árboles que crecían, lujuriosos y exhuberantes, a su alrededor. Cuando se cansaban de eso, se tumbaban en mullidos lechos de hierba y se ponían a buscarse unos a otros pulgas y parásitos. Cuando, tras muchos escarbar en sus tupidos pelajes, encontraban alguno, se lo comían con avidez o, simplemente, lo mataban con las uñas. Otros preferían, no obstante, espulgarse solos. Para ello se llegaban hasta el tronco de un pino y se restregaban una y otra vez contra él, hasta que el ardor desaparecía y la sensación de malestar remitía. Lo que más les gustaba, pese al peligro que ello entrañaba, era jugar y perseguirse entre los pinos. Ya tendrían tiempo después de desprenderse de todos los parásitos que pudieran coger en sus interminables correrías en las verdes aguas de los arroyos. Así lo hicieron aquella mañana, llegándose hasta uno de los torrentes de la montaña. Al ver la fuerza de la corriente y los tumbos que daba el agua entre las rocas, como melones que se destrozaran sin cesar contra las piedras, se quedaron asombrados y comenzaron a ponderar su extraña belleza. A nadie debe sorprenderle que hablaran. Si, como reza el dicho tradicional, "las bestias tienen su lenguaje y las aves el suyo", ¿qué hay de extraño en que los monos se comuniquen entre sí con palabras? Los monos se dijeron, pues, unos a otros:
—Puesto que no sabemos de dónde viene todo este agua y hoy no tenemos nada que hacer, lo mejor es que remontemos su curso y, así, descubramos dónde se encuentra su fuente. ¿No os parece que será una manera estupenda de pasar el tiempo?
Todos aceptaron, entusiasmados, la idea y, dando grandes voces de júbilo, siguieron montaña arriba el desconocido curso del torrente. Los monos caminaban en familias y no tardaron en dar con su fuente: una impresionante catarata, cuya visión les hizo enfurecer. Se elevaba en el paisaje como una altísima columna, de la que emergían bellísimos arcos iris que el viento hacía cambiar constantemente de posición. A su base lanzaban miles de olas blancas, que hacían pensar en brisas realmente inexistentes y en la bravura de desconocidos ríos lunares. Su brillo recordaba, en efecto, al de la dama de la noche y teñia levemente de blanco el profundo verdor del paisaje en el que se hallaba enclavada. Se sospechaba la existencia del poderososo afluentes que la alimentaban, pero la sensación que más dominaba en quien tuviera la suerte de contemplarla era la de una hermosísima cortina que alguien hubiera colgado de las mismas nubes. A la vista de tan inesperado milagro, los monos empezaron a aplaudir y a exclamar, entusiasmados:
—¡Qué maravilla! ¡Qué increíble belleza! Su agua nace directamente del seno de la montaña y va a desembocar, sin lugar a dudas, en la lejana placidez del Gran Océano.
Otros añadieron con inamovible certeza:
—El que se atreva a cruzar esa impresionante cortina y vuelva sano y salvo a contarnos las maravillas que tras ella se esconden será nuestro rey. ¿Hay alguien dispuesto a hacerlo?
Nadie respondió a semejante reto. Hubieron de lanzarlo tres veces al viento, antes de que surgiera, desde muy atrás, el mono de piedra y gritara con voz potente:
—¡Yo lo haré! ¡Yo cruzaré la cortina de agua y volveré para deciros lo que hay detrás de ella!
(...)
(*) Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono, obra del periodo Ming (1368-1644), narra el peregrinaje del monje Chen Hsüan-Tsang a la India en busca de escrituras sagradas. En palabras de Jesús Ferrero, prologuista de la edición española, es "la obra de todo un pueblo, como la muralla china y como el mismo imperio, en la que intervienen muchos creadores, hasta cristalizar como narración plena de sentido y perfectamente estructurada en el siglo XVI, gracias a la probable intervención del escritor Wu Chengen, que la dotó de una poderosa estructura".
25 julio 2008
El príncipe Cap. XXIII: "De cómo ha de huirse de los aduladores"por Maquiavelo
No quiero olvidar un extremo importante y un error del que los príncipes con dificultad se defienden, salvo si son muy prudentes y tienen buena elección. Y esto es lo que atañe a los aduladores, de los cuales están las cortes llenas, porque los hombres se complacen tanto en las cosas propias y de tal modo sobre ellas se los engaña, que con dificultad se defienden de esa peste, y, a querer defenderse, corren peligro de terminar menospreciados. Porque no hay otro modo de guardarse de las adulaciones sino que los hombres entiendan que no te ofenden diciéndote la verdad; mas cuando todos pueden decirte la verdad, fáltale el respeto.
Así, un príncipe prudente debe emplear un tercer modo, que es elegir en su Estado hombres entendidos, y sólo a éstos darles albedrío para decirle la verdad, y únicamente de las cosas que les pregunta y no de otras. Mas él debe preguntarles sobre todas, y, en oyendo sus opiniones, deliberar por sí a su manera, aunque sin olvidar esos consejos.
Debe otrosí portarse con cada uno de esos hombres de forma que comprendan que tanto más gratos serán al príncipe cuanto más libremente le hablen. Fuera de aquellos hombres, no debe oír a nadie, ir derecho a las cosas decididas y ser obstinado en sus resoluciones.
Quien de otro modo procede, o se precipita en los aduladores, o a menudo cambia de juicio, por la diversidad de pareceres, de lo que sobreviene poca estimación para él. Quiero a este propósito aducir un ejemplo moderno. El padre Lucas, hombre del actual emperador Maximiliano, decía hablando de su majestad que no se aconsejaba con nadie y no hacía, sin embargo, cosa alguna a su modo, lo que nacía de obrar de forma contraria a su supradicha.
Porque el emperador es hombre reservado, no comunica sus designios a nadie ni toma parecer; pero cuando al ponerlos en obra comienzan a descubrirse y ser conocidos, principian a ser contradichos por aquellos que le rodean, y él, que es blando de carácter, abandona sus propósitos.
De aquí se origina que las cosas que hace un día las estudie al otro, y que nunca se entienda lo que quiere o medita hacer, como también que nunca en sus resoluciones se pueda confiar.
Un príncipe, pues, debe aconsejarse siempre, pero cuando él quiere y no cuando quieran los demás, debiendo quitar a todos el ánimo de darle consejos si no los pide. Mas, por otra parte, debe pedirlos con prodigalidad, ser pacienzudo oyente de las verdades preguntadas, e incluso si entiende que alguno, por miramiento, no se las dice, ha de enojarse con él.
Y como algunos juzgan que cuando un príncipe acredita opinión de prudente es tenido por tal, no a causa de su naturaleza, sino de los buenos consejos de quienes le rodean, digo que, sin duda, se engañan los que piensan así, porque es regla general, y que no falla nunca, que cuando un príncipe no es prudente por sí, no puede ser bien aconsejado, a no ser que por suerte se confiase a uno solo que lo gobernara en todo y fuera hombre prudentísimo.
En este caso podría el príncipe ser bien gobernado, pero duraría poco, porque aquel gobernante en breve tiempo le quitaría el Estado.
Por otro lado, aconsejándose con más de uno, un príncipe que no sea prudente no tendrá nunca consejos acordes ni sabrá por sí solo acordarlos. Cada uno de sus consejeros pensará en sus cosas propias, y él no sabrá conocerlo ni corregirlo.
Y no cabe encontrar consejeros de otro modo, porque los hombres siempre resultarán malos mientras una necesidad no los fuerce a ser buenos.
De aquí se concluye que los buenos consejos vengan de nacer de la prudencia del príncipe, y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos
Así, un príncipe prudente debe emplear un tercer modo, que es elegir en su Estado hombres entendidos, y sólo a éstos darles albedrío para decirle la verdad, y únicamente de las cosas que les pregunta y no de otras. Mas él debe preguntarles sobre todas, y, en oyendo sus opiniones, deliberar por sí a su manera, aunque sin olvidar esos consejos.
Debe otrosí portarse con cada uno de esos hombres de forma que comprendan que tanto más gratos serán al príncipe cuanto más libremente le hablen. Fuera de aquellos hombres, no debe oír a nadie, ir derecho a las cosas decididas y ser obstinado en sus resoluciones.
Quien de otro modo procede, o se precipita en los aduladores, o a menudo cambia de juicio, por la diversidad de pareceres, de lo que sobreviene poca estimación para él. Quiero a este propósito aducir un ejemplo moderno. El padre Lucas, hombre del actual emperador Maximiliano, decía hablando de su majestad que no se aconsejaba con nadie y no hacía, sin embargo, cosa alguna a su modo, lo que nacía de obrar de forma contraria a su supradicha.
Porque el emperador es hombre reservado, no comunica sus designios a nadie ni toma parecer; pero cuando al ponerlos en obra comienzan a descubrirse y ser conocidos, principian a ser contradichos por aquellos que le rodean, y él, que es blando de carácter, abandona sus propósitos.
De aquí se origina que las cosas que hace un día las estudie al otro, y que nunca se entienda lo que quiere o medita hacer, como también que nunca en sus resoluciones se pueda confiar.
Un príncipe, pues, debe aconsejarse siempre, pero cuando él quiere y no cuando quieran los demás, debiendo quitar a todos el ánimo de darle consejos si no los pide. Mas, por otra parte, debe pedirlos con prodigalidad, ser pacienzudo oyente de las verdades preguntadas, e incluso si entiende que alguno, por miramiento, no se las dice, ha de enojarse con él.
Y como algunos juzgan que cuando un príncipe acredita opinión de prudente es tenido por tal, no a causa de su naturaleza, sino de los buenos consejos de quienes le rodean, digo que, sin duda, se engañan los que piensan así, porque es regla general, y que no falla nunca, que cuando un príncipe no es prudente por sí, no puede ser bien aconsejado, a no ser que por suerte se confiase a uno solo que lo gobernara en todo y fuera hombre prudentísimo.
En este caso podría el príncipe ser bien gobernado, pero duraría poco, porque aquel gobernante en breve tiempo le quitaría el Estado.
Por otro lado, aconsejándose con más de uno, un príncipe que no sea prudente no tendrá nunca consejos acordes ni sabrá por sí solo acordarlos. Cada uno de sus consejeros pensará en sus cosas propias, y él no sabrá conocerlo ni corregirlo.
Y no cabe encontrar consejeros de otro modo, porque los hombres siempre resultarán malos mientras una necesidad no los fuerce a ser buenos.
De aquí se concluye que los buenos consejos vengan de nacer de la prudencia del príncipe, y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos
24 julio 2008
Aurea mediocritas Horacio
Rectius vives, Licini, neque altum
semper urgendo neque, dum procellas
cautus horrescis, nimium premendo
litus iniquum.
auream quisquis mediocritatem
diligit, tutus caret obsoleti
sordibus tecti, caret invidendas
obrius aula.
saepius ventis agitatur ingens
pinus et celsae graviore casu
decidunt turres feriuntque summos
fulgura montis.
sperat infestis, metuit secundis
alteram sortem bene preparatum
pectus. informis hiemes reducit
Iuppiter, idem
summovet. non, si male nunc, et olim
sic erit: quondam cithara tacentem
suscitat Musam neque semper arcum
tendit Apollo.
rebus angustis animosus atque
fortis appare; sapienter idem
contrahes vento nimium secundo
turgida vela.
Vivirás mejor, Licinio, si no te adentras
siempre en alta mar ni, por miedo a las tormentas,te aproximas demasiado a la costa.
Los que prefieren la mediocridad dorada
encontrarán abrigo y se hallarán a salvo
del precario techo en ruinas y de la envidia de los salones.
Al pino muy alto el viento lo sacude más;
la torre elevada se derrumba con estruendo;
el rayo alcanza las cumbres más altas de las montañas.
En los desastres, el carácter bien dispuesto espera,
y en la bonanza se prepara para el cambio de suerte.
Es natural que un inverno duro llegue y se vaya.
Lo malo no perdura.
Apolo tensa unas veces el arco de la guerra,
pero otras empuña su cítara para despertar a la música.
Sé valiente y alegre en la adversidad,
pero cuando el viento sopla demasiado favorable
el sabio se apresta a recoger las velas.
semper urgendo neque, dum procellas
cautus horrescis, nimium premendo
litus iniquum.
auream quisquis mediocritatem
diligit, tutus caret obsoleti
sordibus tecti, caret invidendas
obrius aula.
saepius ventis agitatur ingens
pinus et celsae graviore casu
decidunt turres feriuntque summos
fulgura montis.
sperat infestis, metuit secundis
alteram sortem bene preparatum
pectus. informis hiemes reducit
Iuppiter, idem
summovet. non, si male nunc, et olim
sic erit: quondam cithara tacentem
suscitat Musam neque semper arcum
tendit Apollo.
rebus angustis animosus atque
fortis appare; sapienter idem
contrahes vento nimium secundo
turgida vela.
Vivirás mejor, Licinio, si no te adentras
siempre en alta mar ni, por miedo a las tormentas,te aproximas demasiado a la costa.
Los que prefieren la mediocridad dorada
encontrarán abrigo y se hallarán a salvo
del precario techo en ruinas y de la envidia de los salones.
Al pino muy alto el viento lo sacude más;
la torre elevada se derrumba con estruendo;
el rayo alcanza las cumbres más altas de las montañas.
En los desastres, el carácter bien dispuesto espera,
y en la bonanza se prepara para el cambio de suerte.
Es natural que un inverno duro llegue y se vaya.
Lo malo no perdura.
Apolo tensa unas veces el arco de la guerra,
pero otras empuña su cítara para despertar a la música.
Sé valiente y alegre en la adversidad,
pero cuando el viento sopla demasiado favorable
el sabio se apresta a recoger las velas.
23 julio 2008
Hacia la unidad de Europa (1947) G. Orwell
Hoy en día, un socialista se encuentra en la situación de un médico que ha de tratar a un paciente que apenas tiene esperanzas de curación. En calidad de médico, su deber es mantener vivo al paciente, y asumir, por tanto, que el paciente tiene al menos una posibilidad de recuperarse. En calidad de científico, su deber es hacer frente a la realidad, y admitir, por lo tanto, que el paciente probablemente ha de morir sin remedio. Nuestras actividades como socialistas sólo tienen sentido si asumimos que es posible establecer el socialismo, pero...
22 julio 2008
Las Siete Artes Liberales
Las Siete Artes Liberales
La expresión artes liberales, usada principalmente durante la Edad Media, no significa artes en el sentido en el que entendemos estas palabras hoy en día, sino aquellas ramas del conocimiento que fueron enseñadas en las escuelas de aquel tiempo. Son llamadas liberales (Lat.liber, libres) porque sirven al propósito de entrenar al hombre libre, en contraste con las artes illiberales, que tienen fines económicos; su fin es preparar al estudiante no para ganarse la vida, sino la búsqueda de la ciencia en el sentido estricto del término, es decir, la combinación de filosofía y teología conocida como escolástica. En número son siete y pueden organizarse en dos grupos, abarcando el primero la gramática, retórica y dialéctica, en otras palabras, las ciencias del lenguaje, de la oratoria, y de la lógica, mejor conocidas como las artes sermocinales, o estudios de la lengua; el segundo grupo comprende la aritmética, geometría, astronomía y música, es decir, las disciplinas matemático-físicas, conocidas como las artes reales, o physicae. Se considera que el primer grupo es el grupo elemental, por eso es que estas ramas son también llamadas artes triviales o trivium, es decir, un terreno bien apisonado tal como el de la unión de tres caminos, o una encrucijada abierta a todo. En contraste con estos encontramos las disciplinas matemáticas como las artes quadriviales o quadrivium, o camino con cuatro entronques. Así, las siete artes liberales con miembros de un sistema de estudios que abraza a las ramas de la lengua como las más bajas, las ramas matemáticas como intermedias, y la ciencia propiamente dicha como el grado superior y terminal. Aunque este sistema no recibió el desarrollo distintivo connotado por su nombre hasta la Edad Media, aún se extiende en la historia de la pedagogía tanto hacia atrás y hacia delante; pues aunque, por un lado los encontramos entre las naciones clásicas, los griegos y los romanos, y hasta descubrimos formas análogas como precursores en el sistema educacional de los antiguos orientales, su influencia, por otro lado, ha durado mucho más allá de la Edad Media, hasta estos días.
Por varias razones es deseable tratar el sistema de las siete artes liberales desde este punto de vista, y esto es lo que proponemos hacer en este artículo. El tema es de especial interés para los historiadores, debido a que una evolución que se extiende a través de más de dos mil años y aún en operación activa, reta a nuestra atención al sobrepasar tanto en duración como en ramificaciones locales en todas las demás fases de la pedagogía. Pero es igualmente instructivo para los filósofos debido a que pensadores tales como Pitágoras, Platón y San Agustín colaboraron en el marco del sistema, y porque en general mucho del pensamiento, y podemos decir, mucha sabiduría pedagógica ha sido incorporada en ello. Por ello, también es de importancia para el maestro práctico, porque entre los comentarios de tantos escolares sobre este tema se pueden encontrar muchas recomendaciones de gran utilidad.
El sistema de estudio oriental, que exhibe una analogía instructiva con el que aquí se trata, es de los antiguos hindúes aún en boga entre los brahmanes. En esto, el más alto objeto de estudio es el Veda, es decir, la ciencia o doctrina de las cosas divinas, la suma de sus escritos especulativos y religiosos para la comprensión del cual se reunieron diez ciencias auxiliares, de las cuales cuatro -fonología, gramática, exégesis y lógica- son de naturaleza lingüístico-lógica, y por ello pueden compararse con el Trivium; mientras que dos –astronomía y métrica- pertenecen al dominio de las matemáticas, y por tanto al Quadrivium. Los restantes –ley, doctrina ceremonial, doctrina legendaria y dogma- pertenecen a la teología. Entre los griegos, el lugar del Veda es ocupado por la filosofía, es decir, el estudio de la sabiduría, la ciencia de las causas últimas, que desde un punto de vista es idéntica a la teología. La “Teología Natural”, es decir, la doctrina de la naturaleza de la divinidad y de las cosas Divinas, fue considerada dominio de los filósofos, al igual que la “teología política” fue de los sacerdotes y la “teología mística” de los poetas. [Ver O. Willmann, Geschichte des Idealismos (Brunswick, 1894), I, sec. 10.] Pitágoras (quien floreció entre 540 A.C. y 510 A.C.) primero se llamó a sí mismo filósofo, pero también fue considerado como el más grande teólogo friego. El currículum que organizó para sus pupilos llevó al hieros logos, esto es, la enseñanza sagrada, para cuya preparación los estudiantes recibieron como mathematikoi, es decir, los aprendices o personas ocupadas con las mathemata, la “ciencia de aprender” –que de hecho ahora se conoce como matemáticas. Las preparación para esto fue a lo que los discípulos se sometieron como akousmatikoi, “oyentes”, después de cuya preparación eran introducidos a los que entonces se usaba entre los griegos, llamado mousike paideia, “educación musical”, que consistía en lectura, escritura, lecciones de los poetas, ejercicios de memorización y la técnica de la música. La posición intermedia de las matemáticas es atestiguada por la antigua expresión de los metaichmon Pitagóricos, es decir, “distancia de lanzada”; que era propiamente la distancia entre los combatientes; en este caso, entre la educación elemental y la estrictamente científica. Pitágoras es además reconocido por haber convertido la investigación geométrica, esto es, matemática, en una forma de educación para el hombre libre. (Proclus, Comentario sobre Euclides, I, p. 19, ten peri ten geometrian philosophian eis schema paideias eleutherou metestesen.) “Descubrió una media o etapa intermedia entre las matemáticas del templo y las matemáticas de la vida práctica, tal como aquella empleada por los encuestadores y personas de negocios; conserva las altas metas del formador, al mismo tiempo que lo hace la palestra del intelecto; junta una disciplina religiosa con el servicio de la vida seglar al mismo tiempo sin robarle su carácter sagrado, al igual que anteriormente transformó la teología física en filosofía natural sin alienarle su origen santificado” (Geschichte des Idealismos, I, 19 hasta el fin). Una extensión de los estudios elementales fue traída por la activa, aunque algo inestable, vida mental que se desarrolló después de las guerras pérsicas en el siglo quinto A.C. A partir del estudio simple de la lectura y escritura avanzaron al arte de la oratoria y su teoría (retórica), con la cual se combinaba la dialéctica, propiamente el arte del discurso alternado, o la discusión del pro y con. Este cambio fue traído por los sofistas, particularmente por Gorgias de Leontium. También dieron gran importancia a los muchos ángulos de su conocimiento teórico y práctico. Se cuenta que Hippias de Elis se jactaba de haber elaborado su propia capa, túnica y calzado (Cícero, De Oratote, iii, 32, 127). De esta forma, la lengua actual gradualmente empezó a designar el cuerpo total de conocimiento educacional como encíclica, es decir, como universal o que abarca todo (egkyklia paideumata o methamata; egkiklios paideia). La expresión indicaba originalmente el conocimiento actual común a todo, pero después asumió el significado anteriormente mencionado, el cual también ha pasado a nuestra palabra enciclopedia.
Habiendo Sócrates ya enfatizado fuertemente las metas morales de la educación, Platón (429-347 A.C.) protestó contra su degeneración por un esfuerzo en adquirir cultura a través de un amontonamiento de información multifario (polypragmosyne). En la “República” propone un curso de educación que parece ser el curso pitagórico perfeccionado. Inicia con cultura músico-gimnástica, por cuyo medio intenta impresionar los sentidos con las formas fundamentales de la belleza y el bien, esto es, el ritmo y la forma (aisthesis). El curso intermedio abraza las ramas matemáticas, a saber, aritmética, geometría, astronomía y música, que se calcula ponen en acción los poderes de la reflexión (dianoia), y permite que el estudiante progrese por grados desde percepción sensorial hasta intelectual, a medida que domina en forma sucesiva la teoría de los números, de las formas, de las leyes cinéticas de los cuerpos y de las leyes de los sonidos (musicales). Esto lleva al más alto grado del sistema educacional, su pináculo (thrigkos) por decirlo así, esto es, la filosofía, a la cual Platón llamó dialéctica, elevando así la palabra desde su significado actual para significar la ciencia de lo Eterno como terreno y prototipo del mundo de los sentidos. Este progreso a la dialéctica (dialektike poreia) es la obra de nuestra más alta facultad cognitiva, el intelecto intuitivo (nous). De esta manera Platón asegura una base psicológica o noética, para la secuencia de sus estudios, que son: sentido-percepción, reflexión y percepción intelectual. Durante el período alejandrino, el cual inicia en los últimos años del siglo cuarto antes de Cristo, los estudios encíclicas asumen formas escolásticas. La gramática, como ciencia de la lengua (gramática técnica) y la explicación de los clásicos (gramática exegética) , es el principio; la retórica se convierte en un curso elemental en oratoria y escritura. Por dialéctica ellos entendían, de acuerdo a la enseñanza de Aristóteles, las directrices que permiten al estudiante presentar puntos de vista aceptables y válidos de un tema dado; por ello la dialéctica se convirtió en lógica elemental práctica. Los estudios matemáticos conservaron su orden platónico, por medio de poemas astronómicos, la ciencia de las estrellas, y por medio de obras sobre geografía, la ciencia del globo se convirtió en parte de la educación popular (Strabo, Geographica, I, 1, 21-23). La filosofía siguió siendo la culminación de los estudios encíclicos, que le llevó a una relación como el de las criadas a las dueñas de la casa, o de un refugio temporal al hogar fijo (Diog. Laert., II, 79: ef. la Didaktik als Bildungslehre del autor, I, 9 ). Entre los romanos la gramática y retórica fueron los primeros en lograr una posición firmemente afianzada; la cultura se identificaba por ellos con elocuencia, pues el arte de la oratoria y el dominio de la palabra hablada se basaba en un conocimiento múltiple de las cosas. En sus “Instituciones Oratoriae” Quintiliano, el primer professor eloquentiae en Roma en los tiempos de Vespasiano, inicia su instrucción con gramática, o, por decirlo con mayor precisión, con Gramática Latina y Griega, continúa con matemáticas y música, y concluye con retórica, el cual incluye no sólo elocución y conocimiento de la literatura, sino también instrucción lógica –en otras palabras, instrucción dialéctica. Sin embargo, el sistema encíclico como sistema de las artes liberales, o Artes Bonae, es decir, el aprendizaje del vir bonus, o patriota, fue representado también en manuales especiales. El “Libri IX Disciplinarum” del erudito M. Terentius Varro de Reate, un contemporáneo anterior a Cícero, trata de las siete artes liberales agregándoles medicina y arquitectura. El cómo la última de éstas ciencias fue conectada con los estudios generales es mostrado en el libro “De Architecturâ” por M. Vitruvius Pollio, un escritor de tiempos de Augusto, en el cual se hacen excelentes observaciones sobre la conexión orgánica entre todos los estudios. “Los no experimentados”, afirma, “pueden maravillarse ante el hecho de que tantas cosas diferentes puedan ser retenidas por su memoria; pero tan pronto observen que todas las ramas del aprendizaje tienen una conexión real y una acción recíproca entre ellas, el asunto parecerá muy simple; pues la ciencia universal (egkyklios, disciplina) está compuesta de la ciencias especiales así como el cuerpo está compuesto por miembros, y aquellos que desde su primera juventud han sido instruidos en las diferentes ramas del conocimiento (variis eruditionibus) reconocen en todas las mismas características fundamentales (notas) y las mutuas relaciones de todas las ramas, y por tanto pueden asir todo con mayor facilidad” (Vitr., De Architecturâ, I, 1, 12). Es estos puntos de vista la concepción platónica aún es operante, y los romanos siempre conservaron la convicción de que en la filosofía en sí misma se encontraba la perfección de la educación. Cícero enumera los siguientes como los elementos de una educación liberal: geometría, literatura, poesía, ciencia natural, ética y política. (Artes quibus liberales doctrinae atque ingenuae continentur; geometria, litteratum cognito et poetarum, atque illa quae de naturas rerum, quae de hominum moribus, quae de rebus publicus dicuntur.)
La cristiandad enseñó a los hombres a considerar la educación y la cultura como un trabajo de la eternidad, a la cual todos los objetos temporales son secundarios. Por tanto, suavizó la antítesis entre las artes liberales y las no liberales; la educación de la juventud logra su propósito cuando actúa para “que el hombre de Dios se perfeccione, proveyéndole para hacer el bien” (II Tim., iii, 17). En consecuencia, el trabajo, que entre las naciones clásicas había sido considerado como indigno del hombre libre, quien sólo debía vivir para el ocio, era ennoblecido; pero el aprendizaje, retoño del ocio, no perdía su dignidad. Los cristianos conservaron la expresión mathemata eleuthera, studia liberalia, así como la graduación de estos estudios, pero ahora la verdad cristiana era la corona del sistema en la forma de instrucción religiosa para la gente y de teología para los eruditos. La apreciación de las varias ramas del conocimiento era en gran medida influenciada por el punto de vista expresado por San Agustín en su pequeño libro “De Doctrinâ Christiana”. Como ex maestro de retórica y maestro de elocuencia estaba completamente familiarizado con las Artes y había escrito sobre algunas de ellas. La gramática conserva el primer lugar en el orden de los estudios, pero el estudio de las palabras no interferiría con la búsqueda de la verdad que contenían. El regalo más preciado de las mentes brillantes es el amor a la verdad, no las palabras que lo expresan. “Pues en qué beneficia una llave de oro si no puede dar acceso al objeto que deseamos alcanzar, y por qué buscar la falla de una llave de madera si sirve a nuestro propósito?” (De Doctr. Christ., IV, 11,26). Al estimar la importancia de los estudios lingüísticos como medio para interpretar la Escritura, debe enfatizarse la gramática exegética en lugar de la técnica. La dialéctica debe también demostrar su valor al interpretar la Escritura; “Examina todo el texto como un tejido nervioso” (Per totum textum scripturarum colligata est nervorum vice, ibid., II, 40,56). La retórica contiene las reglas para una más amplia discusión (preacepta uberioris disputationis); debe usarse más bien para establecer lo que hemos comprendido y no para ayudarnos a comprender (ibid., II, 18). San Agustín comparó una pieza maestra de retórica con la sabiduría y belleza del cosmos y la historia –“Ita quidam non verborum, sed rerum, eloquentiâ contrariorum oppositione seculi pulchritudo componitur” (De Civil. Dei, XI, 18). Las matemáticas no fueron inventadas por el hombre, pero sus verdades fueron descubiertas; nos dan a conocer los misterios ocultos en los números encontrados en las Escrituras, y guían a las mentes hacia las alturas, de los mutable a lo inmutable; e interpretados en el espíritu del Divino Amor, se convierten en una fuente para la mente de aquella sabiduría que ha ordenado todas las cosas por medida, peso y número (De Doctr. Christ., II, 39, también Sabiduría, xi, 21). Las verdades elaboradas por los filósofos de la antigüedad, como metal precioso extraído de las profundidades de una Providencia que reina sobre todo, debe ser aplicado por los Cristianos en el espíritu del Evangelio, tal como los israelitas utilizaron los vasos sagrados de los egipcios para el servicio del Dios verdadero (De Doctr. Christ., II, 41).
La serie de libros de texto de moda durante la Edad Media inició con la obra de un africano, Marcianus Capella, escrito en Cartago alrededor del año 420 D.C. Lleva el título “Satyricon Libri IX” de satura, se, lanx “un plato lleno”. En los dos primeros libros, “Nuptiae Philologiae et Mercurio”, se tratan tópicos mitológicos y de otro tipo, por medio de la alegoría de que Phoebus presenta las Siete Artes Liberales como doncellas a la novia Filología. En los siete libros que siguieron, cada una de las Artes Liberales presenta la suma de su enseñanza. Una presentación más simple de la misma materia se encuentra en el pequeño libro, dirigido a clérigos titulado “De artibus ac disciplinis liberalium artium”, el cual fue escrito por Magnus Aurelius Cassiodrus en el reino de Teodorico. Aquí puede notarse que Ars significa “libro de texto”, al igual que la palabra techen; disciplina es la traducción del griego mathesis o mathemata, y significaba de una manera más limitada las ciencias matemáticas. Cassiodorus deriva la palabra liberalis no de liber, “libre”, sino de liber, “libro”, indicando por ello el cambio de estos estudios a aprendizaje en libro, así como la desaparición de la perspectiva de que las otras ocupaciones son serviles y no dignas de un hombre libre. De nuevo nos encontramos con las Artes al inicio de una obra enciclopédica llamada “Origines, sive Etymologiae”, en veinte libros, compilado por San Isidoro, Obispo de Sevilla, alrededor del año 600. El primer libro de esta obra trata de gramática; el segundo, de retórica y dialéctica, ambos comprendidos bajo el nombre de lógica; el tercero, de las cuatro ramas matemáticas. En los libros del IV-VIII siguen medicina, jurisprudencia, teología; pero los libros IX y X nos dan material lingüístico, etimologías, etc., y los libros restantes presentan una miscelánea de información útil. Albinus (o Alcuin), el reconocido hombre de estado y consejero de Carlos el Grande, trataba las Artes en tratados por separado, de las cuales sólo los tratados que se pretendía fueran guías al Trivium, son los que han llegado hasta nosotros. En la introducción, encuentra en Prov. IX, 1 (La sabiduría se ha construido una casa, se ha aserrado siete pilares) una alusión a las siete artes liberales que él piensa son los siete pilares. El libro está escrito en forma de diálogo, haciendo el discípulo preguntas que son contestadas por el maestro. Uno de los pupilos de Alcuin, Rabanus Maurus, quien murió en 850 siendo Arzobispo de Mainz, en su libro titulado “De institutione Clericoum” dio breves instrucciones en cuanto a las Artes, y publicó con el nombre “De Universo” lo que podría llamarse una enciclopedia. La extraordinaria actividad mostrada por los monjes irlandeses como maestros en Alemania llevó a la designación de las Artes como Methodus Hibérnica. Para imprimir la secuencia de las artes en la memoria del estudiante, se emplearon versos mnemónicos tales como el hexámetro;
Lengua, tropus, ratio, numerus, tonos, angulus, astra.Gram loquiter, Dia vera docet, Rhe verba coloratMu canit, Ar numerat, Geo ponderat, Ast colit astra.
El número se hizo popular por el número siete: las Siete Artes recordaban las Siete Peticiones de la Oración del Señor, los Siete Dones del Espíritu Santo, los Siete Sacramentos, las Siete Virtudes, etc. Las Siete Palabras en la Cruz, los Siete Pilares de la Sabiduría, Los Siete Paraísos podrían también sugerir ramas particulares de aprendizaje. Las siete artes liberales encontraron contrapartes en las siete artes mecánicas; incluyendo éstas últimas telar, herrería, guerra, navegación, agricultura, cacería, medicina, y el ars theatrica. A éstas se agregaron danza, lucha, y conducción. Aún los logros a ser dominados por los candidatos a caballeros se fijaron en siete: montura, justa, esgrima, lucha, correr, saltar y tirar la lanza. Las ilustraciones pictóricas de las Artes se encuentran con frecuencia, usualmente figuras femeninas con atributos adecuados; así la Gramática aparece con libro y vara, la Retórica con tabla y cincel, la Dialéctica con una cabeza de perro en su mano, probablemente en contraste con el lobo de la herejía –juego de palabras Domini canes, Dominicani – la Aritmética con un cordel anudado, la Geometría con un par de compases y una regla, la Astronomía con una fanega o bushel y estrellas y la Música con cítara y órgano. Se agregaron los retratos de los principales representantes de las distintas ciencias. Así en el gran grupo de Tadeo Gaddi que está en el convento dominico de Santa María Novella en Florencia, y que fue pintado en 1322, la figura central es Santo Tomás de Aquino, la Gramática aparece con ya sea Donattus (quien vivió alrededor del año 250 D.C.) o Prisciano (alrededor de 530 D.C.), los dos más prominentes maestros de gramática, en el acto de instruir a un niño: la Retórica acompañada por Cícero: la Dialéctica por Zeno de Elea, a quien los antiguos consideraron el fundador del arte; la Aritmética por Abraham, como representante de la filosofía de los números, y versado en el conocimiento de las estrellas; la Geometría por Euclides (alrededor de 300 A.C.), cuyos “Elementos” fueron considerados como el canon de la ciencia de las estrellas; la Música por Tubal Cain usando el martillo, probablemente en alusión a los martillos armónicamente afinados que se dice sugirieron a Pitágoras su teoría de intervalos. Como contrapartes de las artes liberales se encuentran siete ciencias más elevadas: ley civil, ley canónica, y las cinco ramas de la teología llamadas especulativa, de la Sagrada Escritura, escolástica, contemplativa y apologética. (Cf. Geschichte des Idealismos, II, Par.74, donde se discute la postura de Santo Tomás de Aquino hacia las ciencias.)
Una imagen instructiva de las siete artes liberales en el siglo doce puede encontrarse en Hugo de San Víctor, quien murió en París, en 1141. Él descendía de la familia de los Condes Blankenburg en las Montañas Harz y recibió su educación en el convento agustino de Hammersleben en la Diócesis de Halberstadt, donde se dedicó a las artes liberales desde 1109 hasta 1114. En su “Didascalicum”, VI, 3, escribe “Me atrevo a decir que nunca he sido privado de nada que tenga que ver con la erudición, pero he aprendido mucho de lo que a otros parece ser frívolo y bobo. Recuerdo cómo, cuando niño estudiante, buscaba asegurarme de los nombres de todos los objetos que veía, o que llegaban a mis manos, y cómo formulaba mis propios pensamientos sobre ellos [perpendens libere], es decir: que uno no puede conocer la naturaleza de las cosas antes de haber aprendido sus nombres. Con qué frecuencia me di a la tarea diaria voluntaria del estudio de problemas [sophismata] que había garabateado por intentar ser breve, por medio de una palabra clave o dos [dictionibus] en una página, con el fin de comprometer a la memoria la solución y el número de casi todas las opiniones, preguntas y objeciones [disposiciones ad invicem controversias] y al hacerlo cuidadosamente distinguí entre los métodos de los retóricos, los oradores y los sofistas. Representé números con piedrecillas, y cubrí el suelo con líneas negras, y comprobé de manera clara por el diagrama frente a mi las diferencias entre los triángulos agudos, escalenos y obtusos; de la misma manera determiné si un cuadrado tiene la misma área que un rectángulo del cual se multiplican dos de sus lados, al deducir la longitud en ambos casos [utrobique procurrente podismo]. Con frecuencia he observado la noche invernal, mirando a las estrellas [horoscopus – no predicción astrológica, que estaba prohibido, sino estudio puro de las estrellas]. Con frecuencia he tocado la magada [Gr. Magadis, un instrumento de 20 cuerdas, que da diez tonos] midiendo las cuerdas de acuerdo a los valores numéricos, y estirándolos sobre la madera con el fin de captar con mi oído la diferencia entre los tonos, y al mismo tiempo alegrar mi corazón con la dulce melodía. Todo esto fue hecho de manera infantil, pero dista mucho de ser inútil, pues este conocimiento no ha sido una carga para mí. No recuerdo estas cosas con el fin de alardear mis logros, que son de poco o ningún valor, sino para demostrarte que el trabajador más ordenado es el más habilidoso [illum incedere aptissime qui incedit ordinate], a diferencia de tantos que, deseando hacer un gran salto, caen en un abismo; pues al igual que con las virtudes, así en las ciencias hay pasos fijos. Pero, dirán ustedes, encuentro en las historias asuntos muy poco útiles y prohibidos; ¿para qué ocuparme de ello? Muy cierto, existen en las Escrituras muchas cosas que, considerados en sí mismos, aparentemente no vale la pena adquirir, pero los cuales, si se comparan con otros relacionados con ellos, y si los sopesan, teniendo en mente esta conexión [in toto suo trutinare caeperis], demostrarán ser necesarios y útiles. Algunas cosas valen la pena conocer en sí mismos; pero otras, aunque en apariencia no ofrecen un beneficio por nuestra molestia, no debe prescindirse de ellos, porque sin ellos los anteriores no pueden ser totalmente dominados [enucleate sciri non possunt]. Aprendan todo: después descubrirán que nada es supérfluo; limitar el conocimiento no ofrece gozo [coarctata scientia jucunda non est].”
La relación de las Artes con la filosofía y la sabiduría fue fielmente tenida en cuenta durante la Edad Media. Hugo dice de ello: “Entre todos los departamentos del conocimiento los antiguos asignaron siete a ser estudiados por los principiantes, debido a que encontraron en ellos un mayor valor que en otros, así que aquel que los dominara bien podía después dominar el resto más bien por investigación y práctica que por la instrucción oral del maestro. Son, como lo fueron entonces, las mejores herramientas, la entrada justa a través de la cual la verdad filosófica se abre a nuestro intelecto. Por ello los nombres trivium y quadrivium, pues aquí la mente robusta progresa como si fuera por caminos o senderos hacia los secretos de la sabiduría. Es por esta razón que entre los antiguos que seguían este camino, hubo tantos hombres sabios. Nuestros escolásticos [scholastici] no tienen inclinación, o no saben mientras estudian, cómo adherirse al método adecuado, aunque hay tantos que trabajan con esmero [studentes], pero pocos hombres sabios” (Didascalicum, III, 3).
San Buenaventura (1221-74) en su tratado “De Reductione artium ad theologiam” propone una explicación profunda del origen de las Artes, incluyendo la filosofía; lo fundamenta en el método de la Sagrada Escritura como el método de toda enseñanza. La Sagrada Escritura nos habla en tres formas: por discurso (sermo), por instrucción (doctrina) y por indicaciones para vivir (vita). Es la fuente de verdad en el discurso, de la verdad en las cosas y de la verdad en la moral, y por tanto igualmente de la filosofía racional, natural y moral. La filosofía racional, teniendo por la verdad hablada, la trata desde el triple punto de vista de la expresión, de la comunicación y del impulso a la acción, en otras palabras intenta expresar, enseñar, persuadir (exprimere, docere, movere). Estas actividades son representadas por sermo congruus, versus, ornatus y las artes de la gramática, dialéctica y retórica. La filosofía natural busca la verdad en las cosas mismas como rationes ideales, y en forma acorde se divide en física, matemática y metafísica. La filosofía moral determina la veritas vitae para la vida del individuo como monastica (monos solo), para la vida doméstica como oeconomica y para la sociedad como politica. Para la erudición general y el aprendizaje enciclopédico, la educación medieval tiene relaciones menos cercanas que aquellas de Alejandría, principalmente debido a que el Trivium tenía carácter formal, es decir, buscaba entrenar más bien la mente, en lugar de impartir conocimiento. La lectura de autores clásicos se consideraba un apéndice al Trivium. Hugo, quien como hemos visto, no lo subestima, lo incluye en la lectura de sus poemas, fábulas, historias y ciertos otros elementos de instrucción (poemata, fabulae, historiae, didascaliae quaedam). La ciencia del lenguaje, usando la expresión de Agustín, aún es designada como la llave de todo el conocimiento positivo; por esta razón se mantiene su lugar a la cabeza de las Artes. Por ello dice Juan de Salisbury (nacido entre 1110 y 1120; muerto en 1180), Obispo de Chartres): “Si la gramática es la llave de toda la literatura, y la madre y señora del lenguaje, ¿quién será lo suficientemente audaz para alejarla del umbral de la filosofía? Sólo aquel que piense que lo escrito y lo hablado es innecesario para el estudiante de filosofía” (Metalogicus, I, 21). Ricardo de San Víctor (muerto en 1173) pone a la gramática como sirviente de la historia, pues escribe: “Todas las artes sirven a la Sabiduría Divina, y cada arte menor, ordenadas correctamente, lleva a una superior. Por ello la relación que existe entre la palabra y la cosa requiere que la gramática, dialéctica, y retórica sirvan a la historia” (Rich. ap. Vincentium Bell., Spec. Doctrinale, XVII, 31). El Quadrivium, tenía naturalmente ciertas relaciones con las ciencias y la vida; esto era reconocido al tratar a la geografía como parte de la geometría, y al estudio del calendario como parte de la astronomía. Nos encontramos con el desarrollo de las Artes en conocimiento enciclopédico ya desde tiempos de Isadore de Sevilla y Rabanus Maurus, especialmente el la obra de éste último “De Universo”. Fue terminado en el siglo trece, época a la cual pertenecen las obras de Vincent de Beauvais (muerto en 1264), instructor de los hijos de San Luis (IX). En su “Speculum Naturale”, trata a Dios y a la naturaleza; en el “Speculum Doctrinale”, iniciando por el Trivium, trata con las ciencias; y en el “Speculum Morale” discute el mundo moral. A éstos un continuador agregó un “Speculum Historiale”, el cual era simplemente una historia universal.
Para el desarrollo académico de las Artes era importante que las universidades las aceptaran como parte de su currícula. Entre sus ordines o escuelas, el ordo artistarum, llamado después la escuela de filosofía, fue fundamental: Universitas fundatur in artibus. Proporcionó la preparación no sólo para el Ordo Theologorum, sino también para el Ordo Legislarum, o escuela de leyes, y el Ordo Physicoum, o escuela de medicina. De los métodos de enseñanza y el estudio continuo de las artes en las universidades en el siglo quince, el libro de texto del Cartusiano contemporáneo, Gregory Reisch, Conesor del Emperador Maximiliano I, nos da un panorama claro. Él trata en doce libros: (I) de los Rudimentos de la Gramática; (II) de los Principios de la Lógica; (III) de las Partes de una Oración; (IV) de Memoria, de Escritura-de-cartas y de Aritmética; (V) de los Principios de la Música; (VI) de los Elementos de la Geometría; (VII) de los Principios de la Astronomía; (VIII) de los Principios de las Cosas Naturales; (IX) del Origen de las Cosas Naturales; (X) del Alma; (XI) de los Poderes; (XII) de los Principios de la Filosofía Moral.- La edición ilustrada impresa en 1512 en Estrasburgo tiene como apéndice: los elementos de la literatura griega, hebreo, música figurada y arquitectura y algo de instrucción técnica (Graecarum Litterarum Instituciones, Hebraicarum Litterarum Rudimento, Musicae Figuratea Instituciones, Architecturae Rudimenta).
En las universidades, las Artes, al menos de manera formal, mantuvieron su lugar hasta los tiempos modernos. En Oxford, la Reina María (1553-58) edificó facultades cuyas inscripciones eran significativas, siendo: “Gramática, Literas Disce”; “Rhetorica persuadet mores”; “Dialectica, Imposturas fuge”; “Aritmetica, Omnia numeris constant”; “Musica, Ne tibi dissideas”; “Geometría, Cura, quae domi sunt”; “Astronomia, Altiora ne quaesieris”. El título “Maestro de Artes Liberales” aún se otorga en algunas universidades al Doctorado en Filosofía; en Inglaterra el de “Doctor de Música” aún se usa de manera regular. Sin embargo, en la enseñanza práctica, el sistema de las Artes ha declinado desde el siglo dieciséis. El Renacimiento vio en la técnica del estilo (eloquentia) y como soporte principal, la erudición, que es el fin último de la educación colegial, siguiendo así a el sistema romano en lugar del griego. La gramática y la retórica vinieron a ser elementos principales de los estudios preparatorios, mientras que las ciencias del Quadrivium se incorporaron en el aprendizaje misceláneo (eruditio) relacionado con la retórica. En las escuelas superiores católicas, la filosofía permaneció como la etapa intermedia entre los estudios filológicos y los profesionales; mientras que de acuerdo al esquema protestante, la filosofía fue llevada (a la universidad) como un tema de Facultad. Las escuelas jesuitas presentaron los siguientes grados en los estudios: gramática, retórica, filosofía y, ya que la filosofía inicia con la lógica, este sistema retiene también la antigua dialéctica.
En los estudios eruditos mencionados anteriormente, debe buscarse el origen del aprendizaje enciclopédico que creció incesantemente durante el siglo diecisiete. Amos Comenius (muerto en 1671), el representante mejor conocido de esta tendencia, quien buscó en su “Orbis Pictus” hacer de esta diminutiva enciclopedia (encyclopaediola) la base de la instrucción gramatical más antigua, habla con desdén de “esas artes liberales de las que tanto se habla, cuyo conocimiento la gente común cree que adquiere concienzudamente un maestro en filosofía” y orgullosamente declara que “Nuestros hombres se elevan a mayor altura”. (Magna Didactica, xxx, 2.) Sus clases escolares son las siguientes: gramática, física, matemáticas, ética, dialéctica y retórica. En el siglo dieciocho los estudios universitarios toman cada vez más el carácter enciclopédico y en el siglo diecinueve el sistema de clases es reemplazado por el sistema departamental, en el cual las varias materias son tratadas de manera simultánea con poca o ninguna referencia a su secuencia; de esta forma el principio de las Artes por fin es vencida. Mientras, además, al igual que en la Gymnasia de Alemania, la filosofía ha sido sacada del curso de los estudios, la erudición miscelánea se convierte en principio un fin en sí mismo. No obstante, los sistemas educacionales actuales conservan trazas de la organización sistemática antigua (lenguaje, matemáticas, filosofía). En los primeros años de su curso de Gymnasium el joven debe dedicar su tiempo y energía al estudio de los idiomas, en los años intermedios, principalmente a las matemáticas, y en sus últimos años, cuando se le llama a expresar sus propios pensamientos, empieza a lidiar con la lógica y la dialéctica, aún si es sólo en la forma de composición. Por tanto, llega a tocar la filosofía. Esta secuencia que funciona, por decirlo así, fuera de la presente condición caótica de los estudios aprendidos, debe hacerse sistemáticamente; la idea fundamental de las Artes Liberales es así revivido.
Por lo tanto, la idea platónica de que debemos avanzar gradualmente des la percepción de los sentidos por medio de la argumentación intelectual hacia la intuición intelectual, de ninguna manera es anticuada. La instrucción matemática, aceptada como preparación al estudio de la lógica, sólo ganaría si se condujera en este espíritu, si se aclarara más lógicamente, si su contenido técnico se redujera y si fuera seguido por la lógica. La correlación expresa de las matemáticas con la astronomía y la teoría musical, traería una concentración completa de las ciencias físico-matemáticas, ahora amenazadas por una plétora de erudición. La insistencia de los escritores antiguos en cuanto al carácter orgánico del contenido de la instrucción, merece la mayor consideración. Para fines de concentración, no bastará un mero empacar materias no correlacionadas; su relación y dependencia original debe traerse a una conciencia clara. Asimismo, merece atención la admonición de Hugo para distinguir entre escuchar (o aprender, dicho apropiadamente) por un lado, y la práctica e invención por el otro, para lo cual hay una buena oportunidad en la gramática y las matemáticas. Igualmente importante es su exigencia de que los detalles de la materia enseñada sean sopesados – trutinare, de trutina, la báscula del herrero. Este equilibrio dorado ha sido utilizado con demasiada mesura, y en consecuencia, la educación ha sufrido. Un realismo corto de vista amenaza hasta las varias ramas del lenguaje o de la instrucción del lenguaje. Se han hecho esfuerzos por restringir la gramática a lo vernáculo, y de desterrar la retórica y la lógica excepto si se aplican a la composición. Por lo tanto, no es inútil recordar las “llaves”. En todo departamento de método de instrucción, debe tenerse en la mira la serie: la inducción, basada en la percepción de los sentidos; la deducción, guiada también por la percepción, y la deducción abstracta – una serie idéntica a la de Platón. Todo entendimiento implica estos tres grados; primero entendemos el significado de lo que se dice, después entendemos las inferencias que se obtienen de la percepción de los sentidos, y finalmente entendemos las conclusiones dialécticas. La invención también tiene tres grados: encontramos las palabras, encontramos la solución de problemas, encontramos pensamientos. Asimismo, la gramática, las matemáticas y la lógica forman una serie sistemática. El sistema gramático es empírico, el matemático racional y constructivo, y el lógico racional y especulativo (cf. O. Willmann, Didaktik, II, 67). Los humanistas, demasiado afectos del cambio, condenaron injustamente el sistema de las siete artes liberales como bárbaro. No es más bárbaro que el estilo gótico, un nombre cuyo fin era el reproche. Lo gótico, construido sobre la concepción de la vieja basílica, de origen antiguo, pero de carácter cristiano, fue juzgado equivocadamente por el Renacimiento debido a algunas excrecencias, y oscurecida por las adiciones modernas carentes de buen gusto (op.cit., pag. 230). Seguramente se desea que los logros de nuestros antecesores sean entendidos, reconocidos y adaptados a nuestras propias necesidades.
OTTO WILLMANN
21 julio 2008
Don Quijote, Capítulo XVIII
"... y si es que son de justa literaria, procure vuestra merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran personaje es el nombre de primero."
20 julio 2008
Thomas de Quincey
Si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le dará importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse. La ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron ninguna importancia en su momento.
19 julio 2008
18 julio 2008
17 julio 2008
16 julio 2008
Vita Beata
15 julio 2008
14 julio 2008
13 julio 2008
12 julio 2008
11 julio 2008
La belleza grecorromana
"En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres que en la cura del Alzheimer. De aquí que en algunos años tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para qué sirven"
Dr. Drauzio Varella
Dr. Drauzio Varella
10 julio 2008
Definición en la Tabla Periódica
Cernuda a Gerardo Diego:
4 de marzo de 1931
Mi querido amigo: ... Sentiría mucho que usted viese en esta resistencia un obstáculo a su proyecto. No, amigo mío. Crea al contrario que si no estuviese usted en ello ya habría desistido de mezclar mi nombre al de muchos de esos pohetas antologados, a quienes conozco de pies a cabeza (o mejor de cuerno a pezuña) y por tanto no me seduce gran cosa tal compañía.
Cernuda a Guillén:
Madrid, 2 Agosto 1929.
Mi querido amigo puesto que antes de marcharse desea usted recibir algunas cosas mías recientes, te envío esas poesías, o pobresías si usted quiere aunque yo prefiera reservar para el individuo la h llamándose poheta. De este modo se salva un poco esa terrible afectación de creerse poeta y de creerse autor de poesía; pretensión ridícula por imposible.
Felipe de Gauna, en su Libro copioso y muy verdadero del cassamiento y boda de las magestades del Rey de España don Phelippe tercero con Doña Margarita de Austria en su ciudad de Valencia de Aragón, dice:
"qual huno dellos fue cosnocido ser el poheta Lope de Vega..."
09 julio 2008
Gil de Biedma
ANTES DE SER MADURO
A José Antonio
Todavía la vieja tentación
de los cuerpos felices y de la juventud
tiene atractivo para mí,
no me deja dormir
y esta noche me excita.
Porque alguien contó historias
de pescadores en la playa,
cuando vuelven: la raya del amanecer
marcando, lívida, el límite del mar,
y asan sardinas frescas
en espetones, sobre la arena.
Lo imagino enseguida.
Y me coge un deseo de vivir
y ver amanecer, acostándote tarde,
que no está en proporción con la edad que ya tengo.
Aunque quizás alivie despertarse
a otro ritmo, mañana.
Liberado
de las exaltaciones de esta noche,
de sus fantasmas en blue jeans.
Como libros leídos han pasado los años
que van quedando lejos, ya sin razón de ser
—obras de otro momento.
Y el ansia de llorar
y el roce de la sábana, que me tenía inquieto
en las odiosas noches de verano,
el lujo de impaciencia y el don de la elegía
y el don de disciplina aplicada al ensueño,
mi fe en la gran historia...
Soldado de la guerra perdida de la vida,
mataron mi caballo, casi no lo recuerdo.
Hasta que me estremece
un ramalazo de sensualidad.
Envejecer tiene su gracias.
Es igual que de joven aprender a bailar,
plegarse a un ritmo más insistente
que nuestra experiencia.
Y procura también cierto instintivo
placer curioso,
una segunda naturaleza.
A José Antonio
Todavía la vieja tentación
de los cuerpos felices y de la juventud
tiene atractivo para mí,
no me deja dormir
y esta noche me excita.
Porque alguien contó historias
de pescadores en la playa,
cuando vuelven: la raya del amanecer
marcando, lívida, el límite del mar,
y asan sardinas frescas
en espetones, sobre la arena.
Lo imagino enseguida.
Y me coge un deseo de vivir
y ver amanecer, acostándote tarde,
que no está en proporción con la edad que ya tengo.
Aunque quizás alivie despertarse
a otro ritmo, mañana.
Liberado
de las exaltaciones de esta noche,
de sus fantasmas en blue jeans.
Como libros leídos han pasado los años
que van quedando lejos, ya sin razón de ser
—obras de otro momento.
Y el ansia de llorar
y el roce de la sábana, que me tenía inquieto
en las odiosas noches de verano,
el lujo de impaciencia y el don de la elegía
y el don de disciplina aplicada al ensueño,
mi fe en la gran historia...
Soldado de la guerra perdida de la vida,
mataron mi caballo, casi no lo recuerdo.
Hasta que me estremece
un ramalazo de sensualidad.
Envejecer tiene su gracias.
Es igual que de joven aprender a bailar,
plegarse a un ritmo más insistente
que nuestra experiencia.
Y procura también cierto instintivo
placer curioso,
una segunda naturaleza.
08 julio 2008
Gloria Fuertes
CABRA SOLA
Hay quien dice que soy como una cabra;
Lo dicen lo repiten, ya lo creo;
Pero soy una cabra muy extraña
Que lleva una medalla y siete cuernos.
¡Cabra! En vez de mala leche yo doy llanto.
¡Cabra! Por lo más peligroso me paseo.
¡Cabra! Me llevo bien con alimañas todas,
¡Cabra! Y escribo en los tebeos.
Vivo sola, cabra sola,
-que no quise cabrito en compañía
-cuando subo a lo alto de este valle
siempre encuentro un lirio de alegría.
Y vivo por mi
cuenta, cabra sola;
Que yo a ningún rebaño pertenezco.
Si sufrir es estar como una cabra,
Entonces sí lo estoy, no dudar de ello.
(De Poeta de guardia,Barcelona: El Bardo, 1968).
Hay quien dice que soy como una cabra;
Lo dicen lo repiten, ya lo creo;
Pero soy una cabra muy extraña
Que lleva una medalla y siete cuernos.
¡Cabra! En vez de mala leche yo doy llanto.
¡Cabra! Por lo más peligroso me paseo.
¡Cabra! Me llevo bien con alimañas todas,
¡Cabra! Y escribo en los tebeos.
Vivo sola, cabra sola,
-que no quise cabrito en compañía
-cuando subo a lo alto de este valle
siempre encuentro un lirio de alegría.
Y vivo por mi
cuenta, cabra sola;
Que yo a ningún rebaño pertenezco.
Si sufrir es estar como una cabra,
Entonces sí lo estoy, no dudar de ello.
(De Poeta de guardia,Barcelona: El Bardo, 1968).
07 julio 2008
06 julio 2008
05 julio 2008
Fernando de Herrera
Yo voy por esta solitaria tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.
El paso a la esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.
Tanto bien presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.
¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.
El paso a la esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.
Tanto bien presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.
¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?
04 julio 2008
Juan de Mena (1411-1456)
Tus casos fallaçes, Fortuna, cantamos,
estados de gentes que giras e trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y lo qu' en tu rueda quexosos fallamos.
Fasta que al tempo de agora vengamos
de fechos pasados cobdicia mi pluma
y de los presentes fazer breve suma,
y dé fin Apolo, pues nos començamos.
estados de gentes que giras e trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas,
y lo qu' en tu rueda quexosos fallamos.
Fasta que al tempo de agora vengamos
de fechos pasados cobdicia mi pluma
y de los presentes fazer breve suma,
y dé fin Apolo, pues nos començamos.
03 julio 2008
Bernart de Ventadorn
I.
Ab joi et ab joven m'apais
e jois e jovens m'apaia,
I.
Me nutro de gozo y juventud,
y gozo y juventud me nutren
Ab joi et ab joven m'apais
e jois e jovens m'apaia,
I.
Me nutro de gozo y juventud,
y gozo y juventud me nutren
02 julio 2008
Libro de Alexandre (estr. 1-3; ed. Nelson)
Señores, si quisiéssedes mi servicio prender,
querría vos de grado servir de mi mester:
deve de lo que sabe omne largo seer,
si non podrié en culpa e en riepto caer.
Mester trayo fermoso, non es de joglería;
mester es sen peccado, qua es de clerecía:
fablar curso rimado por la quaderna vía,
a sílabas contadas, qua es grant maestría.
Qui oir lo quisiere, a todo mi creer,
avrá de mí solaz, en cabo grant plazer;
aprendrá buenas gestas que sepa retraer;
aver-lo-an por ello muchos a coñocer.
querría vos de grado servir de mi mester:
deve de lo que sabe omne largo seer,
si non podrié en culpa e en riepto caer.
Mester trayo fermoso, non es de joglería;
mester es sen peccado, qua es de clerecía:
fablar curso rimado por la quaderna vía,
a sílabas contadas, qua es grant maestría.
Qui oir lo quisiere, a todo mi creer,
avrá de mí solaz, en cabo grant plazer;
aprendrá buenas gestas que sepa retraer;
aver-lo-an por ello muchos a coñocer.
01 julio 2008
Libro de Apolonio (estr. 1; ed. C. Carroll Marden)
En el nombre de Dios e de Santa Maria,
Si ellos me guiassen estudiar querria,
Componer hun romançe de nueua maestria...
Si ellos me guiassen estudiar querria,
Componer hun romançe de nueua maestria...
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