Escucho a Otis Redding "(Sittin' On) The Dock of the Bay" donde hay que escucharlo: en San Francisco, en la Bahía de San Francisco. Unas pocas islas, Alcatraz, las Farallon, crean la ilusión moderna del náufrago del siglo XXI: el apartamiento voluntario de la urbe. El Golden Gate, como la cola de un dragón, desafía lo real y la Gravedad. Recorro Sausalito, paisaje de una novela negra de Chandler y llego al Chinatown de Polanski y Nicholson. Camino por el centro hippy de Kerouac y entro en la librería "City lights" de Ferlinguetti. Estoy en San Francisco. Escucho a los Jefferson Airplane, "don´t you want somebody to love", a The Mamas and the Papas y su "california dreaming", a Scott Mackenzie con su "San Franciso".
Cerca, el monstruo de Silicon Valley, destruye los mitos antiguos. Recuerdo el poema de Jaime Sanz:
"Alguna cosa ha de romperse bajo el secreto sol,
mientras la luz se retira del recinto que yo me
asigno.
Por qué tendrá que tener una fatalidad cada música
-una voz, una forma, un deslumbramiento-.
Cuestiones importantes y graves, rara vez no ve
uno derrumbarse las cosas-
y eso que no debería de fenecer lo que nace
de por sí.
Pero no se puede reformar el mundo.
Es negocio
de ponerse a llorar, o hacer no sé qué".
27 diciembre 2008
24 noviembre 2008
(Lima, 1986) Paulo César Peña
La caracola
La caracola.La caracola es un enigma seductor.La caracola no es una constelación, aunque te rodees de estrellas y te sientas partede alguna extinta mitología.La caracola no es para ilusos, inocentes ni idiotas.La caracola es sólo para los reyes de los huecos de las cerraduras, para los que se sienten acariciados cada vez que reciben el vuelto, para los que tienen los anteojos hechos de espejos.Caracola, caracola, caracola.Hay hombres y mujeres que son caracoles y que duermen tranquilos.Hay niños y niñas que son caracoles y que juegan tranquilos.Hay gente que lo sabe y se hace rica coleccionándolos.Caracola.Mete la nariz y luego verás al sol como una bala de la que hay que cubrirse.Mete la lengua y luego sabrás que el amor es sólo la misma mariposa fulminada por un rayo en pleno vuelo.Mete la mano y luego oirás el llanto de miles de miles de estatuas de nervios y huesos.Caracola.Desde que me decías que este desdén era un desdar desafinado.Despertaba desnudo en el desierto como un animal más.Deseé que Descartes nunca hubiese desrizado nuestro desenfreno.Caracola.¿Quién tiene el secreto? ¿Quién es el espía? ¿Quién es el Señor?Caracola, caracola, caracola.Sangró el cordero y solté mi sábana y el altar estaba listo...Ella estaba poseída.No me arrepiento.La caracola es el laberinto hecho de neblina, complicidad y silencio.La caracola suele tener forma de sueño.
La caracola.La caracola es un enigma seductor.La caracola no es una constelación, aunque te rodees de estrellas y te sientas partede alguna extinta mitología.La caracola no es para ilusos, inocentes ni idiotas.La caracola es sólo para los reyes de los huecos de las cerraduras, para los que se sienten acariciados cada vez que reciben el vuelto, para los que tienen los anteojos hechos de espejos.Caracola, caracola, caracola.Hay hombres y mujeres que son caracoles y que duermen tranquilos.Hay niños y niñas que son caracoles y que juegan tranquilos.Hay gente que lo sabe y se hace rica coleccionándolos.Caracola.Mete la nariz y luego verás al sol como una bala de la que hay que cubrirse.Mete la lengua y luego sabrás que el amor es sólo la misma mariposa fulminada por un rayo en pleno vuelo.Mete la mano y luego oirás el llanto de miles de miles de estatuas de nervios y huesos.Caracola.Desde que me decías que este desdén era un desdar desafinado.Despertaba desnudo en el desierto como un animal más.Deseé que Descartes nunca hubiese desrizado nuestro desenfreno.Caracola.¿Quién tiene el secreto? ¿Quién es el espía? ¿Quién es el Señor?Caracola, caracola, caracola.Sangró el cordero y solté mi sábana y el altar estaba listo...Ella estaba poseída.No me arrepiento.La caracola es el laberinto hecho de neblina, complicidad y silencio.La caracola suele tener forma de sueño.
09 octubre 2008
05 octubre 2008
Un grito de amor desde el centro del mundo
1
Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, mis emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte. Absorto, permanecí un rato en el futón hasta que se acercó mi madre y me dijo: «Es hora de levantarse».
No nevaba, pero el camino estaba helado, blanco. La mitad de los coches circulaba con cadenas. En el asiento del copiloto, al lado de papá, que era quien conducía el automóvil, se sentó el padre de Aki. Su madre y yo ocupamos los asientos traseros. El coche arrancó. Delante, los dos hombres sólo hablaban de la nieve. Que si lograríamos, o no, llegar al aeropuerto para el embarque. Que si el avión saldría a la hora prevista.
Detrás, nosotros apenas hablábamos. Distraído, miraba por la ventanilla el paisaje que dejábamos atrás. A ambos lados de la carretera se extendían, en todo lo que alcanzaba la vista, campos cubiertos de nieve. A lo lejos, la cresta de las montañas refulgía bañada por los
rayos de un sol que brillaba a través de las nubes. La madre de Aki llevaba en el regazo una pequeña urna de cenizas.
Al aproximarnos al desfiladero, la capa de nieve se hizo más espesa. Mi padre y el padre de Aki bajaron del coche en el aparcamiento de un parador y empezaron a ajustar las cadenas a las ruedas. Mientras, decidí dar un paseo por los alrededores. Más allá del aparcamiento había un bosquecillo. Una capa de nieve impoluta cubría el sotobosque; la que se acumulaba en las copas de los árboles iba cayendo al suelo con un quejido seco. Al volverme, vi cómo al otro lado del guardarraíl se extendía un océano invernal.
Sereno y tranquilo, un mar de un color azul brillante. Todo cuanto veía me llenaba de nostalgia. Cerré con firmeza la tapa de mi corazón y le di la espalda al mar. La nieve del bosque se hizo más profunda. Las ramas quebradas y los duros tocones hacían que andar me resultara más difícil de lo que había supuesto. De repente, un pájaro levantó el vuelo de entre los árboles
con un chillido agudo. Me detuve y agucé el oído. No oí nada más. Era como si no quedara nadie en este mundo. Al cerrar los ojos, percibí, como cascabeles, el sonido de las cadenas de los coches que circulaban por la carretera. Empecé a no saber dónde estaba, a no saber
quién era yo. Entonces oí la voz de papá que me llamaba desde el aparcamiento.
Una vez cruzamos el desfiladero, todo marchó tal como estaba previsto. Llegamos al aeropuerto a la hora fijada y, tras facturar, nos dirigimos a la puerta
de embarque.
—Se lo agradezco mucho —les dijo papá a los padres de Aki.
—No, al contrario —repuso el padre de Aki
sonriendo—. Seguro que Aki se siente feliz de que Sakutarô nos acompañe. Dirigí los ojos hacia la pequeña urna que la madre de Aki llevaba entre los brazos. Dentro de aquella urna envuelta en un precioso brocado, ¿estaba realmente Aki?
Poco después de que despegara el avión, me dormí. Y tuve un sueño. Soñé con Aki, cuando todavía estaba bien. En el sueño, ella me sonreía. Con su sonrisa de siempre, un poco cohibida. «¡Saku-chan!», me llamaba. Su voz permanece claramente en mis oídos.
«¡Ojalá el sueño fuera realidad y la realidad fuese un sueño!», pienso. Pero es imposible. Por eso, al despertarme, siempre estoy llorando. No es porque esté triste. Es que, cuando regreso a la realidad desde un sueño feliz, me topo con una fisura que me es imposible franquear sin verter lágrimas. Y eso, por más veces que me ocurra, siempre es así.
A pesar de que habíamos despegado en la nieve, aterrizamos en una ciudad turística bañada por un sol de pleno verano. Cairns. Una hermosa ciudad a orillas del Pacífico. Un paseo de frondosas palmeras. El asfixiante verdor de las plantas tropicales desbordándose alrededor de los hoteles de lujo que se alzaban frente a la bahía, cruceros de diversos tamaños amarrados
en el embarcadero. Camino del hotel, el taxi circuló junto a la franja de césped que bordeaba la costa. Mucha gente disfrutaba de un paseo al atardecer.
—Parece Hawai —dijo la madre de Aki.
A mí me parecía una ciudad maldita. Todo estaba igual que cuatro meses atrás. Durante aquellos
cuatro meses, una estación había sucedido a otra estación y, en Australia, la primavera incipiente había dado paso al pleno verano. Pero nada más. Sólo eso. Íbamos a pasar una noche en el hotel y a regresar en el vuelo de la mañana siguiente. La diferencia horaria con Japón es muy pequeña, de modo que, desde nuestra salida, el tiempo había transcurrido tal cual. Después de cenar, me tendí en la cama y me quedé absorto con la mirada clavada en el techo. Y me dije a mí mismo: «Aki no está». Tampoco estaba cuatro meses atrás. La dejamos en Japón cuando vinimos de viaje de estudios, los de la clase de bachillerato. Desde una ciudad japonesa cerca de Australia hasta una ciudad australiana cerca de Japón. En una ruta así, no hay que hacer escala
a medio camino para repostar combustible. Por esa curiosa razón aquella ciudad había entrado en mi vida. La había encontrado hermosa. Todo cuanto veía me parecía
diferente, exótico, fresco. Aki existía. Aki lo estaba viendo a través de mis ojos. Pero ahora, vea lo que vea, no siento nada. ¿Qué diablos debería mirar yo aquí? Eso es porque Aki se ha ido. Porque la he perdido. Ya no hay nada que desee ver. Ni en Australia, ni en Alaska, ni en el Mediterráneo, ni en la Antártida.
En este mundo, vaya a donde vaya, siempre me sucederá lo mismo. Por más maravilloso que sea el paisaje que tenga ante los ojos, nunca me emocionaré; la más hermosa de las vistas no me gustará. Ha desaparecido la persona que me hacía desear ver, saber y sentir..., incluso vivir.
Ella ya no volverá a estar jamás a mi lado. Sólo cuatro meses. Sucedió en el tiempo en que una estación da paso a la otra. Una chica se fue sin más de este mundo. Un hecho insignificante, sin duda, si a ella la consideras uno entre seis mil millones de seres humanos. Pero yo no estoy con esos seis mil millones. A mí, una sola muerte me ha despojado de todas mis emociones.
Aquí es donde estoy yo. Donde me encuentro sin ver nada, sin oír nada, sin sentir nada.
Pero ¿estoy aquí realmente? Y si no, ¿dónde estoy, entonces?
de Kyoichi Katayama
04 octubre 2008
un soneto José María VALVERDE
Entro en el aula, empiezo a hablar a un ciento
de caras mal despiertas: por un rato
sobre sus vidas, rígido, desato,
cumpliendo mi deber, el frío viento
del Ser y de la Nada, de la Idea
y la Cosa; la horrible perspectiva
del vértigo que se ha hecho inofensiva,
espectáculo gris, vieja tarea.
Si alguno, casi inquieto, se remueve,
los más sueñan, o apuntan, o hacen ruido.
Pero basta: es la hora ya. De nueve
a diez, vieron el Ser, ese aguafiestas;
prosigan su vivir interrumpido:
yo vuelvo a mi silencio sin respuestas.
de caras mal despiertas: por un rato
sobre sus vidas, rígido, desato,
cumpliendo mi deber, el frío viento
del Ser y de la Nada, de la Idea
y la Cosa; la horrible perspectiva
del vértigo que se ha hecho inofensiva,
espectáculo gris, vieja tarea.
Si alguno, casi inquieto, se remueve,
los más sueñan, o apuntan, o hacen ruido.
Pero basta: es la hora ya. De nueve
a diez, vieron el Ser, ese aguafiestas;
prosigan su vivir interrumpido:
yo vuelvo a mi silencio sin respuestas.
02 octubre 2008
HORACIO. Odas.
Feliz aquel, y sólo aquel
que puede afirmar que el hoy le pertenece;
que, seguro en su casa, puede decir:
mañana, haz lo que quieras, porque hoy he vivido.
Ser bello o espantoso, llueva o truene,
la alegría que he poseído a pesar del hado, es mía.
Ni siquiera el cielo tiene poder sobre el pasado
porque lo que ha sido, ha sido, y yo he tenido mi momento.
que puede afirmar que el hoy le pertenece;
que, seguro en su casa, puede decir:
mañana, haz lo que quieras, porque hoy he vivido.
Ser bello o espantoso, llueva o truene,
la alegría que he poseído a pesar del hado, es mía.
Ni siquiera el cielo tiene poder sobre el pasado
porque lo que ha sido, ha sido, y yo he tenido mi momento.
30 septiembre 2008
29 septiembre 2008
Augusto Monterroso
“Lo cierto es que el escritor de brevedades nada anhela más en el mundo que escribir interminablemente largos textos en que la imaginación no tenga que trabajar, en que hechos, cosas, animales y hombres se crucen, se busquen o se huyan, vivan, convivan, se amen o derramen libremente su sangre sin sujeción al punto y coma, al punto”.
28 septiembre 2008
27 septiembre 2008
Jorge Luis Borges
“hace unos veinticuatro siglos, soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser hombre”
26 septiembre 2008
25 septiembre 2008
Veritas odium parit, de Marco Denevi:
“Traedme el caballo más veloz- pidió el hombre honrado- acabo de decirle la verdad al rey”.
24 septiembre 2008
Fabián Vique, Si Penélope:
“Si Penélope, señores Diputados, en lugar de tejer y destejer inproductivamente hubiese sólo tejido, la industria textil de Itaka habría recibido un impulso fenomenal y Grecia ocuparía hoy un lugar más relevante en la Comunidad Económica Europea.”
23 septiembre 2008
Pecado, de Luis Felipe Fernández:
“Al convertirse en hermoso cisne, el patito feo comprendió que su madre había sido adúltera”.
22 septiembre 2008
El sueño y la vigilia, de Gabriel Jiménez Emán:
“Había confundido tanto la vigilia con el sueño que antes de acostarse clavaba con un alfiler cerca de su cama un papelito que decía: Recordar que mañana debo levantarme temprano”.
21 septiembre 2008
Juan José Arreola:
“Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron unos cuantos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde”.
20 septiembre 2008
Una realidad, de Fabián Vique:
“Me desperté a las tres de la madrugada sobresaltado, bañado en sangre, con un puñal clavado en el medio de mi pecho. “¡Menos mal!”, me dije, “es sólo una realidad”. Y seguí durmiendo.”
19 septiembre 2008
Aviso oportuno, de Vetusta Morla:
Se solicitan fantasmas para devolver la capacidad de asombrar. Interesados, favor de presentarse sorpresivamente.
18 septiembre 2008
Fernando Aínsa, Olvido confirmado:
“Recuérdalo, por las dudas: todos los escritores inmortales se han muerto”.
17 septiembre 2008
En legítima defensa, de César Antonio Iturralde
“Sustrajo el pan, y su condena fue perpetua por haber matado el hambre”.
16 septiembre 2008
Amor. Julio Cortázar
“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”.
15 septiembre 2008
Antropofagia, de Isabel Segura Boutry
“Sus incontables victorias no le impidieron sucumbir a los encantos de la exótica reina negra. Ella, siguiendo ancestrales ritos, no dudó en comérselo. El rey había olvidado que era el blanco del tablero.”
14 septiembre 2008
Pista falsa, de Ana María Shua
“Seguir el reguero de manchas, ¿no será peligroso? ¿Cómo saber que conducen al cadáver, y no hasta el asesino? (Pero las manchas son de tinta y llevan hasta la palabra fin).”
13 septiembre 2008
Post-operatorio, de Adolfo Bioy Casares
- Fueran cuales fueran los resultados- declaró el enfermo tres días después de la operación-, la actual terapéutica me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con encantamientos y con bailes.
12 septiembre 2008
La fuerza del destino, de Julia Otxoa
“El perro riñe al gato, el gato al ratón, el ratón a la musaraña, la musaraña a la araña, la araña a la mosca, la mosca a la hormiga, la hormiga a la pulga, pero la pulga, como es tan pequeña, no tiene nadie más pequeño a quien reñir, así que, indignada, prepara la revolución para derrocar al perro.”
El Fantasma
Un joven que no podía dormir casi nunca. Era el dominio de un espíritu, el cual, revelándole todos los secretos más íntimos que el joven tenía, quien demostraba que lo sabía todo acerca de él, lo que le acercase al terror propio.
El joven, desesperado, llegó a detestar el momento de acostarse pese al cansancio. Había visitado doctores, amigos, sin resultado: el espectro seguía presentándose cada noche y le recordaba todos sus rincones más íntimos y el dolor.
Fue a pedir auxilio a un maestro zen que practicaba en la misma provincia. El maestro le recibió amistosamente. Tras haberle explicado el dilema, el joven añadió: " Ese fantasma sabe de mí tanto como yo, ¡ incluso conoce mis pensamientos ! No puedo sustraerme a su dominio ". El maestro pensó que la solución no estaba fuera del alcance del chico y le sugirió que hiciera un trato con el fantasma. "Esta noche, antes de acostarte -le dijo- coge un puñado de lentejas y no las sueltes. Luego acuéstate y espera. Cuando el espectro se presente propónle un trato. Dile que si adivina cuántas lentejas tienes en la mano, será para siempre tu dueño y que si no lo adivina deberá desaparecer para siempre".
El chico procedió del modo que le aconsejó el maestro. Al acostarse el fantasma apareció y le dijo: "Sé que intentas librarte de mí. También sé que has ido a ver a aquel bobo para que te ayude a echarme, pero tus esfuerzos no servirán"." Bueno -respondió el joven- ya sabía que me descubrirías, igual que, supongo, que indudablemente sabrás cuantas lentejas tengo en el puño". El fantasma desapareció.
El joven, desesperado, llegó a detestar el momento de acostarse pese al cansancio. Había visitado doctores, amigos, sin resultado: el espectro seguía presentándose cada noche y le recordaba todos sus rincones más íntimos y el dolor.
Fue a pedir auxilio a un maestro zen que practicaba en la misma provincia. El maestro le recibió amistosamente. Tras haberle explicado el dilema, el joven añadió: " Ese fantasma sabe de mí tanto como yo, ¡ incluso conoce mis pensamientos ! No puedo sustraerme a su dominio ". El maestro pensó que la solución no estaba fuera del alcance del chico y le sugirió que hiciera un trato con el fantasma. "Esta noche, antes de acostarte -le dijo- coge un puñado de lentejas y no las sueltes. Luego acuéstate y espera. Cuando el espectro se presente propónle un trato. Dile que si adivina cuántas lentejas tienes en la mano, será para siempre tu dueño y que si no lo adivina deberá desaparecer para siempre".
El chico procedió del modo que le aconsejó el maestro. Al acostarse el fantasma apareció y le dijo: "Sé que intentas librarte de mí. También sé que has ido a ver a aquel bobo para que te ayude a echarme, pero tus esfuerzos no servirán"." Bueno -respondió el joven- ya sabía que me descubrirías, igual que, supongo, que indudablemente sabrás cuantas lentejas tengo en el puño". El fantasma desapareció.
11 septiembre 2008
Té
Un importante catedrático universitario se encontraba últimamente en extraños estados de ánimo: se sentía ansioso, infeliz y si bien creía ciegamente en la superioridad que su saber le proporcionaba, no estaba en paz consigo mismo ni con los demás. Su infelicidad era tan profunda como su ego. En un momento de humildad escuchó a alguien que le sugería aprender cómo el remedio para su angustia era el aprendizaje de las meditaciones.
En su región vivía un excelente maestro. Decidió visitarle y pedirle que le aceptara como estudiante.
Una vez llegado a la morada del maestro, la sala de espera le pareció poco digna. La habitación, casi vacía, era solamente la estructura de una habitación.
"Ni lujo, ni comodidad: todo está casi ausente".
Cuando el maestro pudo recibirle y tras las presentaciones le dijo: "permítame invitarle a una taza -señalándole una tetera que apenas podía dar para uno- antes de temer qué conversar".
El catedrático asintió disconforme. Sosegadamente, el maestro sacó las tazas y las colocó en la mesa con movimientos que parecían ligeros. Empezó a verter la bebida en la taza del huésped. La taza se llenó y continuó llenándose, pero el maestro, sin perder su amable y cortés actitud, siguió derramando té sobre la taza. El líquido rebosó por la mesa alcanzando al profesor. El catedrático gritó como nunca antes lo había hecho, ya que pensaba que la solución a su vida estaba en este maestro, el cual estaba demasiado viejo para ofrecer ayuda a otros. Gritó igual que la deseperación: -¡ Necio ! ¿ Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más?-. Sin alterarse, el maestro le contestó: "Por supuesto que lo veo, y de la misma manera veo que no puedo enseñarte. Tu mente ya también está llena".
En su región vivía un excelente maestro. Decidió visitarle y pedirle que le aceptara como estudiante.
Una vez llegado a la morada del maestro, la sala de espera le pareció poco digna. La habitación, casi vacía, era solamente la estructura de una habitación.
"Ni lujo, ni comodidad: todo está casi ausente".
Cuando el maestro pudo recibirle y tras las presentaciones le dijo: "permítame invitarle a una taza -señalándole una tetera que apenas podía dar para uno- antes de temer qué conversar".
El catedrático asintió disconforme. Sosegadamente, el maestro sacó las tazas y las colocó en la mesa con movimientos que parecían ligeros. Empezó a verter la bebida en la taza del huésped. La taza se llenó y continuó llenándose, pero el maestro, sin perder su amable y cortés actitud, siguió derramando té sobre la taza. El líquido rebosó por la mesa alcanzando al profesor. El catedrático gritó como nunca antes lo había hecho, ya que pensaba que la solución a su vida estaba en este maestro, el cual estaba demasiado viejo para ofrecer ayuda a otros. Gritó igual que la deseperación: -¡ Necio ! ¿ Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más?-. Sin alterarse, el maestro le contestó: "Por supuesto que lo veo, y de la misma manera veo que no puedo enseñarte. Tu mente ya también está llena".
10 septiembre 2008
ch'an, Shin Ting
Un hombre, esclavo del juego, había pasado una vez más, toda la noche en un casino. Salió del lugar sin fuerzas...estaba a punto de amanecer. Cuando estuvo el cielo en la salida del sol, sus ojos comenzaron a soñar. En un jardín había un gran árbol. Decidió sentarse y hacer útil la sombra, el trabajo para el que estaba hecho aquella criatura. Tenía que reponerse y recuperar fuerzas antes de volver al casino. Cayó en un sueño y en otro y en otro. Durmió todo el día y toda la noche.
Había dormido exactamente 24 horas cuando despertó. Era el alba, y el sol estaba empezando a subir al cielo.
-¡Qué suerte! -exclamó contento- casi me duermo.
Había dormido exactamente 24 horas cuando despertó. Era el alba, y el sol estaba empezando a subir al cielo.
-¡Qué suerte! -exclamó contento- casi me duermo.
09 septiembre 2008
EL SAMURAI Y EL PESCADOR
Durante la ocupación Satsuma de Okinawa, un Samurai que le había prestado dinero a un pescador, hizo un viaje para cobrarlo a la provincia Itoman, donde vivía el pescador. No siéndole posible pagar, el pobre pescador huyó y trató de esconderse del Samurai. El Samurai fue a su hogar y al no encontrarlo ahí, lo buscó por todo el pueblo. A medida que se daba cuenta de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo. Finalmente, al atardecer, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. En su enojo, desenvainó su espada.
El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad." El Samurai dijo, "Ingrato! Tuviste mi dinero cuando lo necesitaste y un año para devolver tu deuda. Busca tu honor y habla antes de que cambie de parecer."
"Lo siento", dijo el hombre que huele a mar. "Quería decirte que hoy acabo de comenzar un nuevo aprendizaje. El aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: “Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."
El Samurai quedó impresionado al escuchar al simple que olía a pescado. Envainó su espada y dijo: "Volveré en un año a partir de hoy. Acuérdate" Y señaló el acero y se marchó.
Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, cuando se vio sorprendido, a través de la puerta entreabierta, por un haz de luz que provenía de su habitación.
Pudo ver a su esposa soñar, tendida apaciblemente, y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Se dio cuenta de que era un samurai el intruso que hacía de él en su lecho.
Sacó su espada junto a la puerta de la habitación, preparándose para el honor de atacar. Entonces fue cuando recordó la diminuta sombra: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano."
Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre,vestida con ropas de él. Se las había puesto para ahuyentar intrusos durante su ausencia. "Ropas de Samurai", se repitió y se repitió hasta la extrañeza de su madre y de su esposa, pero ellas no preguntaron.
El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, éste salió corriendo feliz porque iba a recuperar su palabra: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé cómo darle las gracias", le dijo arrodillándose.
El Samurai, con nobleza, puso su mano sobre el hombro del pescador. "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."
El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad." El Samurai dijo, "Ingrato! Tuviste mi dinero cuando lo necesitaste y un año para devolver tu deuda. Busca tu honor y habla antes de que cambie de parecer."
"Lo siento", dijo el hombre que huele a mar. "Quería decirte que hoy acabo de comenzar un nuevo aprendizaje. El aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: “Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."
El Samurai quedó impresionado al escuchar al simple que olía a pescado. Envainó su espada y dijo: "Volveré en un año a partir de hoy. Acuérdate" Y señaló el acero y se marchó.
Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, cuando se vio sorprendido, a través de la puerta entreabierta, por un haz de luz que provenía de su habitación.
Pudo ver a su esposa soñar, tendida apaciblemente, y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Se dio cuenta de que era un samurai el intruso que hacía de él en su lecho.
Sacó su espada junto a la puerta de la habitación, preparándose para el honor de atacar. Entonces fue cuando recordó la diminuta sombra: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano."
Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre,vestida con ropas de él. Se las había puesto para ahuyentar intrusos durante su ausencia. "Ropas de Samurai", se repitió y se repitió hasta la extrañeza de su madre y de su esposa, pero ellas no preguntaron.
El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, éste salió corriendo feliz porque iba a recuperar su palabra: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé cómo darle las gracias", le dijo arrodillándose.
El Samurai, con nobleza, puso su mano sobre el hombro del pescador. "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."
07 septiembre 2008
detectives
El teniente puso las manos sobre las rodillas y se inclinó hacia delante.
Tenía los ojos verdosos clavados sobre Spade con una mirada de extraña
fijeza, como si el enfocarlos fuera una cuestión mecánica que sólo pudiera
lograrse tirando de una palanca o apretando un botón.
—¿Qué armas sueles llevar encima? —preguntó.
—Ninguna. No me gustan gran cosa. Claro, en el despacho hay algunas.
—Me gustaría ver una de ellas —dijo el teniente—. ¿No tendrás aquí
alguna por casualidad?
—No.
—¿Estás seguro?
—Puedes buscar —dijo Spade, sonriendo y trazando un arco en el aire
con el vaso vacío—. Vuélvelo todo patas abajo, si quieres. No voy a
protestar..., si es que traes una orden judicial de registro, claro.
—¡Pero, hombre, Sam! —protestó Tom.
Spade dejó el vaso sobre la mesa y se puso en pie, de frente al
teniente.
—¿Qué buscas, Dundy? —dijo con voz tan dura y fría como sus ojos.
Los ojos del teniente Dundy se habían movido para permanecer
enfocados sobre Spade. Únicamente los ojos se habían movido.
Tom cambió otra vez de postura en el sofá, respiró con fuerza echando
el aire por la nariz y gruñó en son de queja:
—No queremos crear dificultades, Sam.
Spade prescindió de Tom y le dijo a Dundy:
—Bueno, ¿qué quieres? Habla claro. ¿Quién diablos te has creído que
eres, viniendo aquí para tratar de liarme?
—Está bien —dijo Dundy, con voz hueca—. Siéntate y escucha.
—Me sentaré o me quedaré de pie, según me dé la gana —dijo Spade,
sin moverse.
—¡Por Dios, hombre, sé razonable! —le suplicó Tom—. ¿De qué sirve
que nos peleemos? Si no hemos hablado claro desde el principio es porque
cuando te pregunté que quién era ese Thursby poco menos que me dijiste
que no era asunto mío. No puedes tratarnos así, Sam. No está bien y no te
llevará a ninguna parte. Nosotros tenemos una obligación que cumplir.
El teniente se puso en pie de un salto, se arrimó a Spade y avanzó el
rostro hacia el del otro hombre, más alto que él.
—Ya te tengo dicho que un buen día vas a dar un tropezón —le advirtió.
Spade hizo una mueca de desprecio y subió las cejas:
—Todos tropezamos alguna vez —replicó, con tranquilo desdén.
—Esta vez eres tú el que ha tropezado.
Spade sonrió y negó con la cabeza:
—No, ya me las arreglaré, gracias.
Le tembló nerviosamente el labio superior, en la parte izquierda, por
encima del colmillo superior. Sus ojos se tornaron rendijas calenturientas. Y
cuando habló, la voz le salió de iguales honduras que al teniente:
—No me gusta esto. ¿Se puede saber qué andáis husmeando? O me lo
decís o ya os estáis marchando para dejarme volver a la cama.
—¿Quién es Thursby? —preguntó Dundy, con voz exigente.
—Ya le dije a Tom lo que sé de él.
—A Tom le has dicho bien poco.
—Bien poco es lo que sé.
—¿Por qué le estabas siguiendo?
—Yo no le estaba siguiendo. Miles estaba siguiéndole, por la magnífica
razón de que un cliente nos estaba pagando buen dinero de curso legal para
que le siguiéramos.
—¿Quién es el cliente?
La placidez volvió a la cara y a la voz de Sam al decir en tono de
amonestación:
—Sabes muy bien que eso no puedo decírtelo hasta que haya hablado
con el cliente.
—Me lo vas a decir a mí o se lo vas a decir al juez —dijo Dundy,
acaloradamente—. Se trata de un asesinato, no lo olvides.
—Puede ser. Y escucha tú, precioso, algo que tú no debes olvidar. Te lo
diré o no, según me venga en gana. Hace ya mucho tiempo que no lloro
cuando no le caigo simpático a un policía.
Tom se levantó del sofá y fue a sentarse a los pies de la cama. El rostro
mal afeitado y sucio de barro estaba cansado y con arrugas.
—Sé razonable, Sam —le rogó—. Ayúdanos un poco. ¿Cómo vamos a
descubrir algo acerca de la muerte de Miles si te empeñas en no decirnos lo
que sabes?
—Por eso no os llevéis ningún mal rato —le dijo Spade—. Yo me
encargaré de enterrar a mis muertos.
Tenía los ojos verdosos clavados sobre Spade con una mirada de extraña
fijeza, como si el enfocarlos fuera una cuestión mecánica que sólo pudiera
lograrse tirando de una palanca o apretando un botón.
—¿Qué armas sueles llevar encima? —preguntó.
—Ninguna. No me gustan gran cosa. Claro, en el despacho hay algunas.
—Me gustaría ver una de ellas —dijo el teniente—. ¿No tendrás aquí
alguna por casualidad?
—No.
—¿Estás seguro?
—Puedes buscar —dijo Spade, sonriendo y trazando un arco en el aire
con el vaso vacío—. Vuélvelo todo patas abajo, si quieres. No voy a
protestar..., si es que traes una orden judicial de registro, claro.
—¡Pero, hombre, Sam! —protestó Tom.
Spade dejó el vaso sobre la mesa y se puso en pie, de frente al
teniente.
—¿Qué buscas, Dundy? —dijo con voz tan dura y fría como sus ojos.
Los ojos del teniente Dundy se habían movido para permanecer
enfocados sobre Spade. Únicamente los ojos se habían movido.
Tom cambió otra vez de postura en el sofá, respiró con fuerza echando
el aire por la nariz y gruñó en son de queja:
—No queremos crear dificultades, Sam.
Spade prescindió de Tom y le dijo a Dundy:
—Bueno, ¿qué quieres? Habla claro. ¿Quién diablos te has creído que
eres, viniendo aquí para tratar de liarme?
—Está bien —dijo Dundy, con voz hueca—. Siéntate y escucha.
—Me sentaré o me quedaré de pie, según me dé la gana —dijo Spade,
sin moverse.
—¡Por Dios, hombre, sé razonable! —le suplicó Tom—. ¿De qué sirve
que nos peleemos? Si no hemos hablado claro desde el principio es porque
cuando te pregunté que quién era ese Thursby poco menos que me dijiste
que no era asunto mío. No puedes tratarnos así, Sam. No está bien y no te
llevará a ninguna parte. Nosotros tenemos una obligación que cumplir.
El teniente se puso en pie de un salto, se arrimó a Spade y avanzó el
rostro hacia el del otro hombre, más alto que él.
—Ya te tengo dicho que un buen día vas a dar un tropezón —le advirtió.
Spade hizo una mueca de desprecio y subió las cejas:
—Todos tropezamos alguna vez —replicó, con tranquilo desdén.
—Esta vez eres tú el que ha tropezado.
Spade sonrió y negó con la cabeza:
—No, ya me las arreglaré, gracias.
Le tembló nerviosamente el labio superior, en la parte izquierda, por
encima del colmillo superior. Sus ojos se tornaron rendijas calenturientas. Y
cuando habló, la voz le salió de iguales honduras que al teniente:
—No me gusta esto. ¿Se puede saber qué andáis husmeando? O me lo
decís o ya os estáis marchando para dejarme volver a la cama.
—¿Quién es Thursby? —preguntó Dundy, con voz exigente.
—Ya le dije a Tom lo que sé de él.
—A Tom le has dicho bien poco.
—Bien poco es lo que sé.
—¿Por qué le estabas siguiendo?
—Yo no le estaba siguiendo. Miles estaba siguiéndole, por la magnífica
razón de que un cliente nos estaba pagando buen dinero de curso legal para
que le siguiéramos.
—¿Quién es el cliente?
La placidez volvió a la cara y a la voz de Sam al decir en tono de
amonestación:
—Sabes muy bien que eso no puedo decírtelo hasta que haya hablado
con el cliente.
—Me lo vas a decir a mí o se lo vas a decir al juez —dijo Dundy,
acaloradamente—. Se trata de un asesinato, no lo olvides.
—Puede ser. Y escucha tú, precioso, algo que tú no debes olvidar. Te lo
diré o no, según me venga en gana. Hace ya mucho tiempo que no lloro
cuando no le caigo simpático a un policía.
Tom se levantó del sofá y fue a sentarse a los pies de la cama. El rostro
mal afeitado y sucio de barro estaba cansado y con arrugas.
—Sé razonable, Sam —le rogó—. Ayúdanos un poco. ¿Cómo vamos a
descubrir algo acerca de la muerte de Miles si te empeñas en no decirnos lo
que sabes?
—Por eso no os llevéis ningún mal rato —le dijo Spade—. Yo me
encargaré de enterrar a mis muertos.
05 septiembre 2008
"Samurai"
"Tomiko no podía concebir que Nagayuki también volviera algún día vestido de brocado. Incluso de ser cierto que en América los dólares se encontraban a montones por la calle, Nagayuki preguntaría diez veces, antes de agacharse para recoger uno solo, a quién pertenecerían. Tomiko ahuyentó la idea de que Nagayuki pudiera ganar dinero rápido, al igual que Eda con sus espaldas encorvadas, en un trabajo poco honrado. Sabía cuán puro era Nagayuki en su corazón y cuán poco podría cambiar, incluso si las circunstancias se lo exigían. Tomiko no podía en absoluto compartir los grandes proyectos que el padre hacía a costa de Nagayuki. Le preocupaba que Nagayuki, una vez solo en América, fuera explotado por gentes como Eda. 'Debo ir con él', volvió a pensar"
de Hisako Matsubara
de Hisako Matsubara
03 septiembre 2008
02 septiembre 2008
01 septiembre 2008
Un día en la Ópera (1935)
Groucho Marx: Haga el favor de poner su atención en la primera claúsula porque es muy importante. Dice que… “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contartante de la primera parte.” ¿Qué tal? Está muy bien, ¿eh?
Chico Marx: No, eso no está bien.
Groucho Marx: ¿Por qué no está bien?
Chico Marx: No lo sé. Quisiera volver a oirlo.
Groucho Marx: Dice que…“La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contartante de la primera parte.”
Chico Marx: Esta vez parece que suena mejor.
Groucho Marx: : A todo se acostumbra uno. Si usted quiere lo leo otra vez.
Chico Marx: Tan solo la primera parte.
Groucho Marx: ¿Sobre la parte contratante de la primera parte?
Chico Marx: No sólo la parte de la parte contratante de la primera parte.
Groucho Marx: Dice que… “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte y la parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato…” Oiga ¿por qué hemos de pelearnos por una tontería como esta? La cortamos.(rasgan una parte del contrato)
Chico Marx: Sí, es demasiado largo. ¿Qué es lo que nos queda ahora?.
Groucho Marx: Más de medio metro todavía…”La parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte.”
Chico Marx: ¡Eso sí que no me gusta nada!
Groucho Marx: ¿Qué le encuentra?
Chico Marx: Nunca segundas partes fueron buenas.
Groucho Marx: El otro día vi un partido de fútbol y la segunda parte fue mejor que la primera. Le pegaron al árbitro y todo.
Chico Marx: ¡Eh, escuche! ¿Por qué no hacer que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?
Groucho Marx: Pues, eh… en vez de discutir que le parece a usted si…(rompen otra parte del contrato)
Chico Marx: Bien.
Groucho Marx: Aquí hay una cláusula que le va a volver a usted loco de alegría, ya lo verá.
Chico Marx: No, no me gusta.
Groucho Marx: ¿Qué es lo que no le gusta?
Chico Marx: Sea lo que sea, no me gusta.
Groucho Marx: Bueno no vamos a romper nuestra vieja amistad por una cosa sin importancia. ¿Listo?
Chico Marx: ¡Listo!(rompen otra parte del contrato)Ahora en esta parte que sigue hay algo que no le gustará.
Groucho Marx: Bien, su palabra es suficiente para mi.(Rompen otro trozo de contrato)Dígame, ¿la mía es suficiente para usted?
Chico Marx: ¡Desde luego que no!
Groucho Marx: Bueno quitemos un par de claúsulas. (Siguen quitando trozos al contrato)“La parte contratante de la octava parte…”
Chico Marx: ¡No!
Groucho Marx: ¿No?
Chico Marx: ¡He dicho que no!
Groucho Marx: La parte contratante de…
Chico Marx: ¡No!, esto tampoco, no… Oiga, ¿cómo es que mi contrato es más pequeño que el de usted?
Groucho Marx: No lo sé. Seguramente será por que usted es más chico que yo. De todos modos estamos de acuerdo, ¿verdad?
Chico Marx: Sí, eso sí.
Groucho Marx: Entonces ponga usted su firma ahí y así el contrato será legal.
Chico Marx: Me olvidé decirle que no sé escribir.
Groucho Marx: Oh, es igual. La estilográfica no tiene tinta. Pero el contrato está hecho, ¿no es eso?
Chico Marx: ¡Ah, claro!
Groucho Marx: Nos obliga un contrato, aunque sea muy pequeño.
Chico Marx: Espere, espere. ¿Qué es lo que dice aquí en esta línea.
Groucho Marx: Oh, eso no es nada. Una cláusula común a todos los contratos. Solo dice.… dice… ”si se demostrase que cualquiera de las partes firmantes de este contrato no se haya en el uso de sus facultades mentales, quedará automáticamente anulado en todas sus cláusulas.”
Chico Marx: Pero yo no se si…
Groucho Marx: No se preocupe, hay que tomarlo en cuenta en todo contrato. Es lo que llaman una cláusula sanitaria.
Chico Marx: Ja, ja, ja… no me diga que ahora tenemos que vacunarnos.
Groucho Marx: (Dándole la flor del ojal de su chaqueta) Tenga, se la ha ganado por idiota.
Chico Marx: Gracias
Chico Marx: No, eso no está bien.
Groucho Marx: ¿Por qué no está bien?
Chico Marx: No lo sé. Quisiera volver a oirlo.
Groucho Marx: Dice que…“La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contartante de la primera parte.”
Chico Marx: Esta vez parece que suena mejor.
Groucho Marx: : A todo se acostumbra uno. Si usted quiere lo leo otra vez.
Chico Marx: Tan solo la primera parte.
Groucho Marx: ¿Sobre la parte contratante de la primera parte?
Chico Marx: No sólo la parte de la parte contratante de la primera parte.
Groucho Marx: Dice que… “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte y la parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato…” Oiga ¿por qué hemos de pelearnos por una tontería como esta? La cortamos.(rasgan una parte del contrato)
Chico Marx: Sí, es demasiado largo. ¿Qué es lo que nos queda ahora?.
Groucho Marx: Más de medio metro todavía…”La parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte.”
Chico Marx: ¡Eso sí que no me gusta nada!
Groucho Marx: ¿Qué le encuentra?
Chico Marx: Nunca segundas partes fueron buenas.
Groucho Marx: El otro día vi un partido de fútbol y la segunda parte fue mejor que la primera. Le pegaron al árbitro y todo.
Chico Marx: ¡Eh, escuche! ¿Por qué no hacer que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?
Groucho Marx: Pues, eh… en vez de discutir que le parece a usted si…(rompen otra parte del contrato)
Chico Marx: Bien.
Groucho Marx: Aquí hay una cláusula que le va a volver a usted loco de alegría, ya lo verá.
Chico Marx: No, no me gusta.
Groucho Marx: ¿Qué es lo que no le gusta?
Chico Marx: Sea lo que sea, no me gusta.
Groucho Marx: Bueno no vamos a romper nuestra vieja amistad por una cosa sin importancia. ¿Listo?
Chico Marx: ¡Listo!(rompen otra parte del contrato)Ahora en esta parte que sigue hay algo que no le gustará.
Groucho Marx: Bien, su palabra es suficiente para mi.(Rompen otro trozo de contrato)Dígame, ¿la mía es suficiente para usted?
Chico Marx: ¡Desde luego que no!
Groucho Marx: Bueno quitemos un par de claúsulas. (Siguen quitando trozos al contrato)“La parte contratante de la octava parte…”
Chico Marx: ¡No!
Groucho Marx: ¿No?
Chico Marx: ¡He dicho que no!
Groucho Marx: La parte contratante de…
Chico Marx: ¡No!, esto tampoco, no… Oiga, ¿cómo es que mi contrato es más pequeño que el de usted?
Groucho Marx: No lo sé. Seguramente será por que usted es más chico que yo. De todos modos estamos de acuerdo, ¿verdad?
Chico Marx: Sí, eso sí.
Groucho Marx: Entonces ponga usted su firma ahí y así el contrato será legal.
Chico Marx: Me olvidé decirle que no sé escribir.
Groucho Marx: Oh, es igual. La estilográfica no tiene tinta. Pero el contrato está hecho, ¿no es eso?
Chico Marx: ¡Ah, claro!
Groucho Marx: Nos obliga un contrato, aunque sea muy pequeño.
Chico Marx: Espere, espere. ¿Qué es lo que dice aquí en esta línea.
Groucho Marx: Oh, eso no es nada. Una cláusula común a todos los contratos. Solo dice.… dice… ”si se demostrase que cualquiera de las partes firmantes de este contrato no se haya en el uso de sus facultades mentales, quedará automáticamente anulado en todas sus cláusulas.”
Chico Marx: Pero yo no se si…
Groucho Marx: No se preocupe, hay que tomarlo en cuenta en todo contrato. Es lo que llaman una cláusula sanitaria.
Chico Marx: Ja, ja, ja… no me diga que ahora tenemos que vacunarnos.
Groucho Marx: (Dándole la flor del ojal de su chaqueta) Tenga, se la ha ganado por idiota.
Chico Marx: Gracias
30 agosto 2008
29 agosto 2008
Vertical 286 Blog
Para que la ausencia se acomode
El silencio se desplaza. Para comprobar que existo aún. Para que la ausencia se acomode. En lo profundo del propio desdén. O en su equilibrio. Como cuando me universo. Como cuando me doy vuelta. Como cuando nadie, ni yo, me pensaría. Tan íntima la cierta forma. La pausa del golpe. El pequeño mundo, así, arrinconado. ¿Dónde se está de más? ¿Dónde desvivirlo todo?
Jaén, 23.8.08 Posted by Josef Mielczarczyk
Como cuando me universo.
Hay letras que se han formado con la misma combinatoria normal que usa lo cotidiano. Si todos practicamos el mismo alfabeto, idéntica gramática, ¿de dónde surge la maravillosa forma?, ¿de la improvisación de la sorpresa? Nace de leer, de asimilar lo que en otros hemos sido lectura. Josef Mielczarczyk hipersensibiliza a Juarroz, Gelman, Girondo, los metafísicos ingleses y el siglo áureo: un "uni-di-verso". Muchos en mucho.
¿Dónde se está de más? ¿Dónde desvivirlo todo?
Jaén, 23.8.08 Posted by Josef Mielczarczyk
El silencio se desplaza. Para comprobar que existo aún. Para que la ausencia se acomode. En lo profundo del propio desdén. O en su equilibrio. Como cuando me universo. Como cuando me doy vuelta. Como cuando nadie, ni yo, me pensaría. Tan íntima la cierta forma. La pausa del golpe. El pequeño mundo, así, arrinconado. ¿Dónde se está de más? ¿Dónde desvivirlo todo?
Jaén, 23.8.08 Posted by Josef Mielczarczyk
Como cuando me universo.
Hay letras que se han formado con la misma combinatoria normal que usa lo cotidiano. Si todos practicamos el mismo alfabeto, idéntica gramática, ¿de dónde surge la maravillosa forma?, ¿de la improvisación de la sorpresa? Nace de leer, de asimilar lo que en otros hemos sido lectura. Josef Mielczarczyk hipersensibiliza a Juarroz, Gelman, Girondo, los metafísicos ingleses y el siglo áureo: un "uni-di-verso". Muchos en mucho.
¿Dónde se está de más? ¿Dónde desvivirlo todo?
Jaén, 23.8.08 Posted by Josef Mielczarczyk
Allá van los viejos héroes
TRIBUNA: Antonio Jiménez Barca
Antonio Jiménez Barca 23/08/2008
Pertenezco a una generación que limita al norte con los del Mayo de 68 y al sur con los mileuristas, que empezó a leer con la políticamente incorrecta cartilla Palau (la de la "n" con la "e", "ne", de "negro") y a distinguir la izquierda de la derecha en Barrio Sésamo. Éramos muchos siempre en todas partes: en los columpios, en el colegio y en el instituto, y aprendimos para qué servía de verdad leer gracias a una serie de libros que siempre había por casa, de nombre abstruso y empresarial de tres sustantivos seguidos como un trallazo: Colección Historias Selección.
Se editaron entre mediados de los cincuenta y principios de los ochenta, constaban de tres páginas de texto ("de letra", decíamos) y una cuarta de dibujo e incluían los retratos de los personajes en el lomo formando una tira de cuatro, como en el fotomatón. Cada volumen consistía en una traducción y reducción del original, a veces rebuscada, chapucera e inmisericorde. Pero eran tiempos duros (la "n" con la "e", "ne", de "negro"), así que nos lanzábamos por ellos como sólo puede hacer uno cuando tiene trece años.
Ahora Zeta Bolsilllo ha reeditado algunos. Tal y como eran entonces. Con los mismos dibujos. Con los mismos textos. Y lo primero que hice cuando me enteré de que se vendían fue lo que cualquiera habría hecho en mi lugar: correr a casa y subirme a una silla parar buscar en lo alto de la estantería, y buscar y ojear yo solo, a resguardo de mis hijos pequeños y de mi infancia, los cinco o seis ejemplares que aún conservo. Mi favorito siempre fue la novela Aventuras de un soldado de Napoleón, pero se perdió en alguna mudanza. Sin embargo encuentro Aventuras del mundo submarino, que no era una novela sino un libro de historia de la ciencia, que siempre me pareció un pestiño y que no sé ni quién me lo regaló ni por qué insiste tanto en permanecer a mi lado.
Mi segundo favorito era Los tres mosqueteros. Aún lo tengo: roto, pintado, releído muchas veces: "D'Artagnan embistió a D'Jussac. El joven gascón peleaba como un tigre furioso, dando diez vueltas en derredor de su adversario...".
Subido a la silla recuerdo que a esa edad uno leía guiado por el más puro, egoísta y exigente instinto de placer, que no valían recomendaciones ni intermediarios ni recompensas: no se leía para aprender, sino para sentir. Por eso, en cuanto el libro dejaba de gustarte lo abandonabas a la mitad en cualquier parte sin ningún remordimiento y a otra cosa. Pero si te gustaba, lo que abandonabas en cualquier parte era el resto del mundo a fin de hacer sitio para concentrarte en lo que importaba. Esto es leer de verdad. Para eso sirve leer. A eso me refería antes.
Dice Jaime Gil de Biedma en el ensayo Al pie de la letra que uno tiene toda la vida para saborear En busca del tiempo perdido o Guerra y paz, pero muy pocos años para leer La mina de la pradera o Entre apaches y comanches. Si no lo haces entonces no lo harás jamás. Es cierto. A todos nos ha pasado. Un día creces, y entras en la biblioteca de siempre y compruebas con orgullo que te pertenece casi por entero, que todos los libros de adultos se encuentran por fin a tu alcance. A cambio, descubres que los libros de aventuras de la sección juvenil ya no son para ti, que ése era el precio que había de pagar. Al principio compensa. Al principio.
Los dejo arriba en la estantería y me bajo de la silla. Allá van los viejos héroes, pues, a darse de leches otra vez con los otros libros en la mesa de novedades. La editorial Zeta Bolsillo ha rescatado una docena de títulos (Tom Sawyer, Sandokan, Moby Dick...) y sacará más si el público responde bien. No lo tienen fácil. La competencia es dura, con Harry Potter y los excelentes libros juveniles que ahora se editan. Me da la impresión de que marchan hacia una derrota segura, de que no aguantarán, de que acuden algo desvalidos al combate sin los modernos diseños de ahora, de que se presentan inermes a la rebatiña de las ventas y las compras.
Pero conviene no menospreciar a los viejos héroes. Entre la docena de títulos reeditados se encuentra, cómo no, Los tres mosqueteros. Miro hacia lo alto de la estantería y me dan ganas de guiñarle un ojo. A pesar de todo, tienen una oportunidad. Y sabrán aprovecharla. Porque sólo yo sé lo que ha soportado ese libro, lo que me ha gustado. Créanme si les digo que es un superviviente nato. No se ha rendido jamás: "A D'Jussac le costaba muchísimo defenderse de su adversario. D'Artagnan era listo y ágil y atacaba por todas partes a la vez...".
Antonio Jiménez Barca (Madrid, 1966)
es autor de la novela policiaca Deudas pendientes (El Tercer Nombre).
Antonio Jiménez Barca 23/08/2008
Pertenezco a una generación que limita al norte con los del Mayo de 68 y al sur con los mileuristas, que empezó a leer con la políticamente incorrecta cartilla Palau (la de la "n" con la "e", "ne", de "negro") y a distinguir la izquierda de la derecha en Barrio Sésamo. Éramos muchos siempre en todas partes: en los columpios, en el colegio y en el instituto, y aprendimos para qué servía de verdad leer gracias a una serie de libros que siempre había por casa, de nombre abstruso y empresarial de tres sustantivos seguidos como un trallazo: Colección Historias Selección.
Se editaron entre mediados de los cincuenta y principios de los ochenta, constaban de tres páginas de texto ("de letra", decíamos) y una cuarta de dibujo e incluían los retratos de los personajes en el lomo formando una tira de cuatro, como en el fotomatón. Cada volumen consistía en una traducción y reducción del original, a veces rebuscada, chapucera e inmisericorde. Pero eran tiempos duros (la "n" con la "e", "ne", de "negro"), así que nos lanzábamos por ellos como sólo puede hacer uno cuando tiene trece años.
Ahora Zeta Bolsilllo ha reeditado algunos. Tal y como eran entonces. Con los mismos dibujos. Con los mismos textos. Y lo primero que hice cuando me enteré de que se vendían fue lo que cualquiera habría hecho en mi lugar: correr a casa y subirme a una silla parar buscar en lo alto de la estantería, y buscar y ojear yo solo, a resguardo de mis hijos pequeños y de mi infancia, los cinco o seis ejemplares que aún conservo. Mi favorito siempre fue la novela Aventuras de un soldado de Napoleón, pero se perdió en alguna mudanza. Sin embargo encuentro Aventuras del mundo submarino, que no era una novela sino un libro de historia de la ciencia, que siempre me pareció un pestiño y que no sé ni quién me lo regaló ni por qué insiste tanto en permanecer a mi lado.
Mi segundo favorito era Los tres mosqueteros. Aún lo tengo: roto, pintado, releído muchas veces: "D'Artagnan embistió a D'Jussac. El joven gascón peleaba como un tigre furioso, dando diez vueltas en derredor de su adversario...".
Subido a la silla recuerdo que a esa edad uno leía guiado por el más puro, egoísta y exigente instinto de placer, que no valían recomendaciones ni intermediarios ni recompensas: no se leía para aprender, sino para sentir. Por eso, en cuanto el libro dejaba de gustarte lo abandonabas a la mitad en cualquier parte sin ningún remordimiento y a otra cosa. Pero si te gustaba, lo que abandonabas en cualquier parte era el resto del mundo a fin de hacer sitio para concentrarte en lo que importaba. Esto es leer de verdad. Para eso sirve leer. A eso me refería antes.
Dice Jaime Gil de Biedma en el ensayo Al pie de la letra que uno tiene toda la vida para saborear En busca del tiempo perdido o Guerra y paz, pero muy pocos años para leer La mina de la pradera o Entre apaches y comanches. Si no lo haces entonces no lo harás jamás. Es cierto. A todos nos ha pasado. Un día creces, y entras en la biblioteca de siempre y compruebas con orgullo que te pertenece casi por entero, que todos los libros de adultos se encuentran por fin a tu alcance. A cambio, descubres que los libros de aventuras de la sección juvenil ya no son para ti, que ése era el precio que había de pagar. Al principio compensa. Al principio.
Los dejo arriba en la estantería y me bajo de la silla. Allá van los viejos héroes, pues, a darse de leches otra vez con los otros libros en la mesa de novedades. La editorial Zeta Bolsillo ha rescatado una docena de títulos (Tom Sawyer, Sandokan, Moby Dick...) y sacará más si el público responde bien. No lo tienen fácil. La competencia es dura, con Harry Potter y los excelentes libros juveniles que ahora se editan. Me da la impresión de que marchan hacia una derrota segura, de que no aguantarán, de que acuden algo desvalidos al combate sin los modernos diseños de ahora, de que se presentan inermes a la rebatiña de las ventas y las compras.
Pero conviene no menospreciar a los viejos héroes. Entre la docena de títulos reeditados se encuentra, cómo no, Los tres mosqueteros. Miro hacia lo alto de la estantería y me dan ganas de guiñarle un ojo. A pesar de todo, tienen una oportunidad. Y sabrán aprovecharla. Porque sólo yo sé lo que ha soportado ese libro, lo que me ha gustado. Créanme si les digo que es un superviviente nato. No se ha rendido jamás: "A D'Jussac le costaba muchísimo defenderse de su adversario. D'Artagnan era listo y ágil y atacaba por todas partes a la vez...".
Antonio Jiménez Barca (Madrid, 1966)
es autor de la novela policiaca Deudas pendientes (El Tercer Nombre).
28 agosto 2008
27 agosto 2008
26 agosto 2008
25 agosto 2008
24 agosto 2008
Li Po
“Caen las flores, corre el agua, todo se va sin dejar huella. /Es éste mi universo, diferente del mundo de los hombres”.
23 agosto 2008
22 agosto 2008
Ch'éng Hao, también Ming-tao (1032–85)
Consecución
La serenidad ha descendido,
Todo es tranquilidad.
Sigo durmiendo, aunque la ventana oriental
Enrojece con el amanecer,
En silencio contemplo
Las diez mil formas
Que espontáneamente hecha al mundo
La mano de la naturaleza.
Dulcemente las estaciones alcanzan la plenitud
…y así sucede con los hombres.
21 agosto 2008
Shen Chin. Dinastía Wei.
En aguas bajas
Mis poemas antes tenían
toda la profundidad de la superficie.
Ahora tienen toda la superficialidad
de lo profundo.
Yo sé de la molicie que espera en las aguas bajas.
Mis poemas antes tenían
toda la profundidad de la superficie.
Ahora tienen toda la superficialidad
de lo profundo.
Yo sé de la molicie que espera en las aguas bajas.
20 agosto 2008
Tsé Fung Tsi. Reino de Chou
Bajando el opuesto
Insinúas con tu actitud
que mi excesivo interés te inspira rechazo.
Pero el movimiento es siempre un punto de vista.
Yo digo que es la terraza la que baja su vuelo
alejándose de la grulla.
Insinúas con tu actitud
que mi excesivo interés te inspira rechazo.
Pero el movimiento es siempre un punto de vista.
Yo digo que es la terraza la que baja su vuelo
alejándose de la grulla.
19 agosto 2008
Chung Tshia. Ducado de Ts'in.
Ayer, no estabas
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
.
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
.
18 agosto 2008
Voces
Científicos británicos desarrollaron una fórmula matemática para determinar la voz ideal, tomando en cuenta la entonación y la elocución.
Para tener la voz ideal, sólo hace falta aplicar la fórmula siguiente:
([164.2wpm x 0.48pbs]Fi)=PVQ.
De hecho, para tener una voz perfecta (perfect voice quality, PVQ) se deben pronunciar menos de 164 palabras por minuto (wpm), hacer una pausa de 0,48 segundos entre cada frase (pbs) con una entonación que baja progresivamente al final de las frases (Fi), determinó el estudio.
Para tener la voz ideal, sólo hace falta aplicar la fórmula siguiente:
([164.2wpm x 0.48pbs]Fi)=PVQ.
De hecho, para tener una voz perfecta (perfect voice quality, PVQ) se deben pronunciar menos de 164 palabras por minuto (wpm), hacer una pausa de 0,48 segundos entre cada frase (pbs) con una entonación que baja progresivamente al final de las frases (Fi), determinó el estudio.
17 agosto 2008
Don Quijote
Una de las mayores tentaciones del demonio es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un libro, con que gana tanta fama como dinero.
16 agosto 2008
- Proverbio Chino
Si te sientas en el camino, ponte de frente a lo que aun has de andar y de espaldas a lo ya andado
15 agosto 2008
14 agosto 2008
13 agosto 2008
Proverbio oriental
"Pregunta lo que ignoras y pasarás por tonto cinco minutos; no lo preguntes, y serás tonto la vida entera."
12 agosto 2008
11 agosto 2008
SHIMAKI AKAHIKO (1876 - 1926)
¿a donde ha ido ese perro
que rondaba por aquí?
Esta noche he pensado en él
una vez más
antes de acostarme.
que rondaba por aquí?
Esta noche he pensado en él
una vez más
antes de acostarme.
Mi primera guerra Gila
Aquí os dejo un monólogo menos conocido de mi admirado Gila, que lo disfruteis.Les voy a contar a ustedes por qué fui a la guerra. Yo trabajaba de ascensorista en unos almacenes, y un día, en lugar de apretar el botón del segundo piso, apreté el ombligo de una señora gorda, que era la mujer del gerente, y me despidieron. Me fui a mi casa y me senté en una silla que teníamos para cuando nos despedían, y vino mi tío Cecilio con un periódico que traía un anuncio que decía: "Para una guerra importante, se necesita soldado que mate deprisa". Y dijo, mi abuela: "Apúntate tú que eres despabilado". Y dijo mi hermana: "Pero habrá que comprarle un caballo", pero no lo vendían suelto, tenía que ser con carro y con basura, y dijo mi madre: "Vas a llenar la guerra de moscas, es mejor que la hagas a pie, pero limpio". Entonces mi madre me hizo una tortilla de escabeche y me preparó un termo con caldo y me fui a la guerra. Cuando llegué estaba cerrada, pero había en la puerta una señora que vendía bollos y torrijas, y le pregunté: "Señora, ¿es ésta la guerra del catorce?". Y me dijo: "No, ésta es la del veintiséis, la del catorce es más abajo". "Y sabe a qué hora abren?", pregunté otra vez. Y me dijo: "No creo que tarden mucho porque ya han tocado la trompeta". Entonces me senté en un banco, con un soldado que no mataba porque estaba de luto, y cuando abrieron la guerra entré, pregunté por el comandante y me dijeron que no estaba porque había ido a comprar tanques y albóndigas para el ejército, así que me esperé, y cuando llegó el comandante le dije: "Que vengo por lo del anuncio del periódico, para matar y atacar a la bayoneta y lo que haga falta". Y me preguntó: "Tú que tal matas?".Y dije: "Yo flojito, pero cuando me entrene voy a matar muy deprisa". Y me preguntó: "Traes cañón?". Dije:" yo creía que la herramienta la ponían ustedes". Y me dijo: " Es mejor que traiga cada uno el suyo, así el que rompe paga". Dije: "Yo lo que traigo es una bala que le sobró a mi abuelo de la guerra de las Filipinas. Está muy usada, pero lavándola un poco...". Y dijo el capitán: "Y cuando se te acabe la bala ¿qué?". Dije: "La ato con un hilo, disparo, tiro del hilo y me la traigo otra vez". Y dijo el comandante: " Y si se te rompe el hilo, pierdes el hilo y la bala". Y dije:"Lo que puedo hacer es disparar, ir a buscar la bala y traerla otra vez". Y dijo el teniente:"Es que no vamos a estar pidiéndole una tregua al enemigo cada vez que tengas que ir a buscar la bala. Además, esta bala es muy gorda para los fusiles nuestros". Y dijo el sargento, que era bajito por parte de padre: "Pero limándola un poco...". Y el teniente le llamó imbécil y le arrestó seis días de calabozo por tonto. Entonces me dieron un fusil y seis balas y me dijo el comandante: "Hale, ponte a matar! Aquí se mata de nueve a una y de cuatro a siete, y los sábados por la tarde hacemos semana inglesa". Y me fui a la trinchera, y estaba yo matando tan calentito, con mi tortilla de escabeche y mi fusil, y dijo el capitán:"Prepárate, que vas a ir de espía". Me pusieron una peluca rubia con tirabuzones, una minifalda, una blusita de seda natural, unos zapatos de tacón alto y me fui hasta el enemigo y dije: "Hola!". Y dijo el centinela enemigo:"Qué quieres?". Dije:"Soy Mari Pili". Y dijo:"Tú hace poco que trabajas de espía ¿no?". Dije: "desde hace dos horas". Y me dijo:"Te lo he notado en los pelos de las piernas, ¿Y qué quieres?". Dije:"Que me ha dicho mi comandante que nos deis el avión". (como nos llevábamos bien con el enemigo, con un avión nos arreglábamos todos: los martes, jueves y sábados lo usábamos nosotros y los lunes, miércoles y viernes lo usaba el enemigo, y los domingos se lo alquilábamos a una agencia de viajes, para cubrir gatos). Y me dijo que no me podía dar el avión porque le estaban poniendo un grifo para que fuera a propulsión de chorro. Volví a mi trinchera, le dije al comandante que no me habían querido dar el avión y dijo:"Déjalos, si arrieros somos, y en el camino nos encontraremos!!. Y ahora vas y les bombardeas a pie". Así que me pusieron una bomba debajo del brazo y llegué otra vez donde el enemigo, y me dijo el centinela: "Otra vez, Mari Pili? Y ahora qué quieres?". Dije:"Vengo a tirar la bomba". Y me dijo el comandante enemigo: "A ver si vas a dar a alguien, gracioso". Dije:"Yo soy un mandao, y obedezco órdenes". "Pues muy bien, si obedeces órdenes yo te ordeno que tires la bomba en un charco para que se moje y no explote". Y así lo hice. Tiré la bomba en un charco y no explotó y no maté a nadie. Y cuando volví a mis trincheras, dijo el coronel:" A buenas horas vienes!!". Dije: "Qué ha pasado?". Y dijo: "Que se ha terminado la guerra, que ha venido la policía y como no teníamos al día la licencia de armas se nos han llevado los tanques, los cañones y las ametralladoras". Entonces nos repartimos las albóndigas y las patatas y el perejil de Intendencia y nos fuimos cada uno a su casa y ya no maté a nadie.
LA HISTORIA DE MI VIDA Gila
Les voy a contar a ustedes la historia de mi vida, que es de mucha pena. Así que si algún enfermo del corazón que se tape los oídos.Yo tenía que haber nacido en diciembre, pero no me habían terminao el abrigo y me estuve esperando pa' nacer en agosto, con todo el calor.Y nací, no estaba mi mamá en casa, había salido a pedir perejil a una vecina, y yo nací solo. Y bajé a decírselo a la portera. Dije:-Señora Julia, que... que soy niño, que he nacido y no está mi mamá en casa, ¡a ver quién me da la merienda!Y me dio de merendar la portera. Muy poquito, porque de joven había sido nodriza y había criao once niños y el cajero de un banco, que luego ni se casó con ella ni nada.Y subí a mi casa y cuando vino mi mamá salí a abrir la puerta y le dije:-¡Mamá, he nacido!Dijo mi mamá:-¡Que sea la última vez que naces solo!Y me preguntó que si me había puesto polvos de talco, dije que sí que los había agarrao de la cocina y dijo:-¡Idiota...! Te has puesto el pan rallao.Y entonces escribimos una carta a mi papá, que trabajaba de buzo en París, y vino corriendo, dijo "ahora sí que hay que trabajar", porque ya éramos muchos en mi casa.Éramos nueve hermanos, mi papá, mi mamá y un señor de marrón, que no le conocíamos, que estaba siempre en el pasillo y dormía allí la siesta.Y mi papá se puso muy contento porque hacía ya mucho tiempo que no nos veía.Y como éramos muy pobres y teníamos poco dinero, pues en lugar de gastárnoslo en champán y en tasis y eso, lo echamos en una tómbola y nos tocó una vaca. Bueno, nos dieron a elegir: la vaca o dos pastillas de jabón. Dijo mi mamá:-La vaca, que es más gorda.Y dijo mi papá:-¡Tú con tal de no lavarte, lo que sea!Y llevamos la vaca a casa y la pusimos de nombre Matilde, igual que una tía mía que se había muerto de una tontería. Mi tía se murió porque tenía un padrastro en un dedo, de esos pellejitos, empezó a tirar, a tirar, a tirar y se peló todaY la vaca la pusimos en el comedor, pero todas las visitas se sentaban con la vaca, y luego ni olían a visitas ni nada. Y dijo mi mamá:-¡Pa' tener visitas y no poder olerlas....!Y dijo mi hermana:-¡Eso! -que a mi hermana le gustaba decir cosas-.Y entonces dijo mi mamá:-Ahora eliges entre la vaca o yo.Y dijo mi papá:-Son amores distintos... -y nos quedamos con la vaca-. Y la pusimos en el balcón, pa' que tuviera fresca la leche. Se conoce que tenía un cuerno flojo, se le cayó a la calle y le dio a señor de luto. Y subió muy enfadao y cuando salió mi papá a abrir dijo:-¿Es de usted?Y dijo mi papá:-Yo qué sé, yo que sé -porque mi papá era muy despreocupao-.Y el tío del cuernazo se murió y a mi papá lo metieron preso y se escapó un domingo por la tarde, que no había tasis, y dijo "estoy libre" y se le subió a un señor encima y dijo: "¡Hale, a los toros!" Y lo tuvo que llevar.Y allí le volvieron a detener y entonces, como seguíamos siendo pobres, mi mamá me abandonó en la puerta de unos marqueses, que eran ricos y tenían corbatas, y sopa, de todo. Y por la mañana salió el marqués, me preguntó cómo me llamaba y dije:-Como soy pobre, Pedrito.Dijo el marqués:-Desde hoy te llamarás Luis Enrique Carlos Jorge Alfredo.Y luego me llamaba "Chuchi", y quería que estudiara, para saber dónde están los ríos y eso, pero yo me escapé y me coloqué de ladrón en una banda. Pero lo tuve que dejar enseguida porque me puse enfermo, y todo lo que robaba lo devolvía. Y fui a ver al médico y me dijo que solo podía robar caldo y pescao blanco, y para andar así, pues mejor no.Entonces me coloqué con un fotógrafo, ¡que era muy bueno! ¡Muy bueno! te sacaba muy favorecido. A lo mejor retrataba a un pordiosero todo canijo, sucio, ahí, todo roto, pequeñijo, y en la foto le salía un ingeniero con los ojos verdes ¡que daba gloria!Y un día me equivoqué, puse dinamita en lugar del magnesio, y maté una boda.¡Vamos, quedó un invitao...! pero muy torcido... ni parecía invitado ni nada.Y además, como no sabía multiplicar, pues no podía hacer fotos de 6 x 9.Así que me echaron, y ahora ya no hago nada. Solo andar despacito, y sentarme... algunas veces.Y esta es mi vida. Buenas tardes, o, lo que sea
¿Es la guerra? ¡Que se ponga! (Miguel Gila Cuesta)
Para Ben
¿Es la guerra? ¡Que se ponga! Explicaba que desde que nació hasta cumplir los tres años fue una hermosa niña de ojos azules y rubios tirabuzones, pero como la gente de aquella época era muy antigua empezaron a criticarle porque decían que los niños tenían que ser morenos y con bigote; así que no le quedó más remedio que hacerse niño. Hecho casi medio hombre y con cuatro pelos de bigote se enroló en el 5º Regimiento del Ejercito Republicano, y después de pasar hambre y correr mas que un galgo, fue hecho prisionero y fusilado en Córdoba por las tropas del General Yagüe. Según él, lo fusilaron mal porque estaban borrachos y no acertaron. Decía que prefería tres guerras a un servicio militar: " ¿Qué es eso de derecha, AR; media vuelta, AR; izquierda, AR? ¿ Y la manía que tienen de que todos vayan al mismo paso, pierna arriba, brazo abajo, derecha, izquierda, derecha izquierda derecha, AR? Si parecen coristas." En el año 1951 debutó en el teatro con sus inolvidables monólogos y teléfono en mano (cabe recordar que Telefónica le obsequió con un teléfono de plata por lo mucho que hizo el humorista con el teléfono durante más de 40 años), y a través del cual comunicaba la maldad de los hombres dicha con la ingenuidad de los niños. ¡Y cuánto sabia y lo que se callaba! - ¿Está el enemigo? ¡Que se ponga!. Que hoy no disparéis de 4 a 6 porque dan el Tour, y que a ver si me devolvéis la bala porque no me quedan más. - ¿Está Dios?. ¡Que se ponga!. - Que me da igual el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo; ... es igual ¿eres San Pedro? - Bueno, que por aquí debes tener a uno vestido con una camisa roja y con un teléfono en la mano,... si, si, ... que comunica y no puedo hablar directamente con él. Le dices que soy su sargento, que cuelgue y que vuelva, porque estábamos en formación y les di descanso, y el se ha marchado al cielo.
¿Es la guerra? ¡Que se ponga! Explicaba que desde que nació hasta cumplir los tres años fue una hermosa niña de ojos azules y rubios tirabuzones, pero como la gente de aquella época era muy antigua empezaron a criticarle porque decían que los niños tenían que ser morenos y con bigote; así que no le quedó más remedio que hacerse niño. Hecho casi medio hombre y con cuatro pelos de bigote se enroló en el 5º Regimiento del Ejercito Republicano, y después de pasar hambre y correr mas que un galgo, fue hecho prisionero y fusilado en Córdoba por las tropas del General Yagüe. Según él, lo fusilaron mal porque estaban borrachos y no acertaron. Decía que prefería tres guerras a un servicio militar: " ¿Qué es eso de derecha, AR; media vuelta, AR; izquierda, AR? ¿ Y la manía que tienen de que todos vayan al mismo paso, pierna arriba, brazo abajo, derecha, izquierda, derecha izquierda derecha, AR? Si parecen coristas." En el año 1951 debutó en el teatro con sus inolvidables monólogos y teléfono en mano (cabe recordar que Telefónica le obsequió con un teléfono de plata por lo mucho que hizo el humorista con el teléfono durante más de 40 años), y a través del cual comunicaba la maldad de los hombres dicha con la ingenuidad de los niños. ¡Y cuánto sabia y lo que se callaba! - ¿Está el enemigo? ¡Que se ponga!. Que hoy no disparéis de 4 a 6 porque dan el Tour, y que a ver si me devolvéis la bala porque no me quedan más. - ¿Está Dios?. ¡Que se ponga!. - Que me da igual el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo; ... es igual ¿eres San Pedro? - Bueno, que por aquí debes tener a uno vestido con una camisa roja y con un teléfono en la mano,... si, si, ... que comunica y no puedo hablar directamente con él. Le dices que soy su sargento, que cuelgue y que vuelva, porque estábamos en formación y les di descanso, y el se ha marchado al cielo.
10 agosto 2008
Franz Kafka, Cuadernos en octava
—¿Por qué no huyen volando? —pregunté.
—¿Huir volando de nuestra ciudad? ¿Abandonar la patria? ¿Nuestros muertos, nuestros dioses?
—¿Huir volando de nuestra ciudad? ¿Abandonar la patria? ¿Nuestros muertos, nuestros dioses?
06 agosto 2008
Manuel Vázquez Montalbán
INÚTIL ESCRUTAR TAN ALTO CIELO
Inútil escrutar tan alto cielo
inútil cosmonauta el que no sabe
el nombre de las cosas que le ignoran
el color del dolor que no le mata
inútil cosmonauta
el que contempla estrellas
para no ver las ratas.
Inútil escrutar tan alto cielo
inútil cosmonauta el que no sabe
el nombre de las cosas que le ignoran
el color del dolor que no le mata
inútil cosmonauta
el que contempla estrellas
para no ver las ratas.
05 agosto 2008
De 'Franquito' a ¡Franco, Franco, Franco!
"Mandamos a todos los sacerdotes que desde el día de la ratificación del Concordato, en el curso de la santa misa, rezada o cantada, exceptuando las misas de difuntos, en las primeras oraciones, en las secretas y en las poscomuniones añadan a la oración Et formulas las palabras Ducem nostrum Franciscum". (El cardenal primado Plà y Daniel, 1953).
Tampoco se subleva Franco con Sanjurjo en 1932, pero ayuda a reprimir salvajemente la revuelta asturiana de 1934, la Legión por delante, la misma Legión a la que había permitido cortar orejas y cabezas de los moros muertos o acuchillarlos in situ si se ponían plañideramente pesados (lean, si quieren comprobarlo, la primera edición de Diario de una bandera).
Así como Kindelán, Mola, Orgaz, Galera, Barba... estuvieron conspirando contra la República desde que fue proclamada, Franco se dejaba querer y ayudaba indirectamente, devolviendo posiciones claves a militares antirrepublicanos durante su etapa de jefe de Estado Mayor a las órdenes del ministro Gil-Robles. Se dejaba querer y tardó en subirse a la conspiración del 36, hasta el punto de que sus compañeros de conjura llegaron a llamarle Miss Canarias por lo mucho que se dejaba cortejar, y Queipo, cuando supo que Franco se había cortado el bigote para subir al Dragon Rapide y así poder encabezar la Cruzada desde África, comentó: "Ese bigote es lo único que Franco ha sacrificado por el Alzamiento".
"Oh, ruina del Alcázar./ Yo mirarte no puedo, / convulsa flor de otoño, sin asombro / Vivero de esforzados capitanes. / Nido de gavilanes. / Huevo de águila: Franco es el que nombro".
De momento Gerardo Diego ya le ha confesado su amor. Pero atiendan al rosario de declaraciones: "El Caudillo es como la encarnación de la patria y tiene el poder recibido por Dios para gobernarnos..." (del Catecismo patriótico español, publicado en Salamanca en 1939). Ridruejo tampoco se había quedado corto: "Padre de paz en armas, tu bravura / ya en Occidente extrema la sorpresa, / en Levante dilata la hermosura...". La Estafeta Literaria lo compara con Cervantes, sin duda tras haber leído Diario de una bandera o Raza. Manuel Aznar proclama que Franco era arquitecto de capitanes de la historia y que su espada estaba por encima de la que había vencido a los sarracenos en las Navas de Tolosa. Cunqueiro, Álvaro, tras sostener que Franco era el Sol, añadía que la mirada del Señor le escogió entre los soldados: "De ella está ungido. El Señor bruñó su espada y el santo Uriel arcángel le enseñó a pasearse entre las llamas...". Laín Entralgo afirma que al burgués y al empresario hay que oponerle el modelo de jefe, "... más acorde con nuestro concepto militar de la vida". Pero quizá nadie como Pemán y Ernesto Jiménez Caballero para poner las cosas en su sitio. Empecemos por Jiménez Caballero, el partidario de casar a Pilar Primo de Rivera con Hitler y de masculinizar la Falange hasta el punto de llamarla Falanjo: "Nosotros hemos visto caer lágrimas de Franco sobre el cuerpo de esta madre, de esta mujer, de esta hija suya que es España, mientras en las manos le corría la sangre y el dolor del sacro cuerpo en estertores. ¿Quién se ha metido en las entrañas de España como Franco, hasta el punto de no saber ya si Franco es España o España es Franco? ¡Oh, Franco, caudillo nuestro, padre de España! ¡Adelante! ¡Atrás, canallas y sabandijas del mundo!".En cuanto a Pemán, a él se debe uno de los botafumeiros más impresionantes que perfumaron de incienso la efigie del Caudillo y avalaron aquel ¡Franco, Franco, Franco! con que las notas de prensa resumían la aclamación popular, en recuerdo de la eufonía del Sanctus, sanctus, sanctus: "Sabe marchar bajo palio con ese paso natural y exacto que parece que va sometiéndose por España y disculpándose por él. Se le transparenta en el gesto paternal la clara conciencia de lo que tiene de ancha totalidad nacional la obra que él resume y preside. Parece que lleva consigo a todas las ceremonias y liturgias protocolarias el honor de los caídos.
Parece que lleva, sobre su pecho, la laureada como ofreciéndosela, un poco, a todos. Éste era el caudillo que necesitaba esta hora de España, difícil, delicada y de frágil tratamiento, como toda contienda civil. Todo, la guerra o la integración, el avance cotidiano o el cotidiano gobierno, había que manipularlo con mano firme y suave. Se necesitaba un hombre cuya imparcialidad fuera absoluta, cuya energía fuese serena, cuya paciencia fuese total. Había que tener un pulso exacto para combatir sin odio y atraer sin remordimiento. Había que escuchar a todos y no transigir con nadie. Había que llevar hacia allí, en dosis exactas, el perdón, el castigo y la catequesis; como hacia aquí, en exactas paridades, la camisa azul, la boina roja y la estrella de capitán general. Conquistó la zona roja como si la acariciara: ahorrando vidas, limitando bombardeos. No se dejó arrebatar nunca porque estaba seguro de España y de sí mismo. Éste es Francisco Franco, Caudillo de España. Concedámosle, españoles, el ancho y silencioso crédito que se tiene ganado. En Viñuelas hay un hombre que sabe dónde va. Que lo supo siempre. Y que, gracias a su paso inalterable sobre toda impaciencia, nos devolvió a España a su tiempo y nos rescató intactas muchas cosas que estuvieron en gran peligro. Lo que hizo en la guerra, lo hará en la paz".
El cardenal Plà y Daniel aprovechó el sermón de bodas dirigido a Carmen Franco y el marqués de Villaverde para equiparar la pareja de la Virgen María y san José con la de Franco y doña Carmen, y entre las metáforas la lista da que pensar sobre la poesía como laboratorio del lenguaje: "... desde 'padre adoptivo de la provincia' hasta 'la figura más importante del siglo XX', pasando por 'espiga de la paz', 'vencedor del dragón de siete colas', 'el cirujano necesario', 'el gran arquitecto', 'el redentor de los presos', 'guerrero elegido por la gracia de Dios', 'vencedor de la muerte', '... el que sube las cuestas que es un contento', 'clínicamente: genial', 'enviado de Dios', 'padre que ama y vigila', 'voz de hierro', 'centinela de Occidente', cientos, miles de imágenes de esplendor y gloria".
Pero yo me quedo con aquella perla que le dedicara Joaquín Arrarás cuando lo imaginaba conduciendo la nave de la nueva España, la nave de la muerte, la tortura, la expatriación, la desidentificación para tantos de sus compatriotas: "Timonel de la dulce sonrisa".
Vázquez Montalbán
Tampoco se subleva Franco con Sanjurjo en 1932, pero ayuda a reprimir salvajemente la revuelta asturiana de 1934, la Legión por delante, la misma Legión a la que había permitido cortar orejas y cabezas de los moros muertos o acuchillarlos in situ si se ponían plañideramente pesados (lean, si quieren comprobarlo, la primera edición de Diario de una bandera).
Así como Kindelán, Mola, Orgaz, Galera, Barba... estuvieron conspirando contra la República desde que fue proclamada, Franco se dejaba querer y ayudaba indirectamente, devolviendo posiciones claves a militares antirrepublicanos durante su etapa de jefe de Estado Mayor a las órdenes del ministro Gil-Robles. Se dejaba querer y tardó en subirse a la conspiración del 36, hasta el punto de que sus compañeros de conjura llegaron a llamarle Miss Canarias por lo mucho que se dejaba cortejar, y Queipo, cuando supo que Franco se había cortado el bigote para subir al Dragon Rapide y así poder encabezar la Cruzada desde África, comentó: "Ese bigote es lo único que Franco ha sacrificado por el Alzamiento".
"Oh, ruina del Alcázar./ Yo mirarte no puedo, / convulsa flor de otoño, sin asombro / Vivero de esforzados capitanes. / Nido de gavilanes. / Huevo de águila: Franco es el que nombro".
De momento Gerardo Diego ya le ha confesado su amor. Pero atiendan al rosario de declaraciones: "El Caudillo es como la encarnación de la patria y tiene el poder recibido por Dios para gobernarnos..." (del Catecismo patriótico español, publicado en Salamanca en 1939). Ridruejo tampoco se había quedado corto: "Padre de paz en armas, tu bravura / ya en Occidente extrema la sorpresa, / en Levante dilata la hermosura...". La Estafeta Literaria lo compara con Cervantes, sin duda tras haber leído Diario de una bandera o Raza. Manuel Aznar proclama que Franco era arquitecto de capitanes de la historia y que su espada estaba por encima de la que había vencido a los sarracenos en las Navas de Tolosa. Cunqueiro, Álvaro, tras sostener que Franco era el Sol, añadía que la mirada del Señor le escogió entre los soldados: "De ella está ungido. El Señor bruñó su espada y el santo Uriel arcángel le enseñó a pasearse entre las llamas...". Laín Entralgo afirma que al burgués y al empresario hay que oponerle el modelo de jefe, "... más acorde con nuestro concepto militar de la vida". Pero quizá nadie como Pemán y Ernesto Jiménez Caballero para poner las cosas en su sitio. Empecemos por Jiménez Caballero, el partidario de casar a Pilar Primo de Rivera con Hitler y de masculinizar la Falange hasta el punto de llamarla Falanjo: "Nosotros hemos visto caer lágrimas de Franco sobre el cuerpo de esta madre, de esta mujer, de esta hija suya que es España, mientras en las manos le corría la sangre y el dolor del sacro cuerpo en estertores. ¿Quién se ha metido en las entrañas de España como Franco, hasta el punto de no saber ya si Franco es España o España es Franco? ¡Oh, Franco, caudillo nuestro, padre de España! ¡Adelante! ¡Atrás, canallas y sabandijas del mundo!".En cuanto a Pemán, a él se debe uno de los botafumeiros más impresionantes que perfumaron de incienso la efigie del Caudillo y avalaron aquel ¡Franco, Franco, Franco! con que las notas de prensa resumían la aclamación popular, en recuerdo de la eufonía del Sanctus, sanctus, sanctus: "Sabe marchar bajo palio con ese paso natural y exacto que parece que va sometiéndose por España y disculpándose por él. Se le transparenta en el gesto paternal la clara conciencia de lo que tiene de ancha totalidad nacional la obra que él resume y preside. Parece que lleva consigo a todas las ceremonias y liturgias protocolarias el honor de los caídos.
Parece que lleva, sobre su pecho, la laureada como ofreciéndosela, un poco, a todos. Éste era el caudillo que necesitaba esta hora de España, difícil, delicada y de frágil tratamiento, como toda contienda civil. Todo, la guerra o la integración, el avance cotidiano o el cotidiano gobierno, había que manipularlo con mano firme y suave. Se necesitaba un hombre cuya imparcialidad fuera absoluta, cuya energía fuese serena, cuya paciencia fuese total. Había que tener un pulso exacto para combatir sin odio y atraer sin remordimiento. Había que escuchar a todos y no transigir con nadie. Había que llevar hacia allí, en dosis exactas, el perdón, el castigo y la catequesis; como hacia aquí, en exactas paridades, la camisa azul, la boina roja y la estrella de capitán general. Conquistó la zona roja como si la acariciara: ahorrando vidas, limitando bombardeos. No se dejó arrebatar nunca porque estaba seguro de España y de sí mismo. Éste es Francisco Franco, Caudillo de España. Concedámosle, españoles, el ancho y silencioso crédito que se tiene ganado. En Viñuelas hay un hombre que sabe dónde va. Que lo supo siempre. Y que, gracias a su paso inalterable sobre toda impaciencia, nos devolvió a España a su tiempo y nos rescató intactas muchas cosas que estuvieron en gran peligro. Lo que hizo en la guerra, lo hará en la paz".
El cardenal Plà y Daniel aprovechó el sermón de bodas dirigido a Carmen Franco y el marqués de Villaverde para equiparar la pareja de la Virgen María y san José con la de Franco y doña Carmen, y entre las metáforas la lista da que pensar sobre la poesía como laboratorio del lenguaje: "... desde 'padre adoptivo de la provincia' hasta 'la figura más importante del siglo XX', pasando por 'espiga de la paz', 'vencedor del dragón de siete colas', 'el cirujano necesario', 'el gran arquitecto', 'el redentor de los presos', 'guerrero elegido por la gracia de Dios', 'vencedor de la muerte', '... el que sube las cuestas que es un contento', 'clínicamente: genial', 'enviado de Dios', 'padre que ama y vigila', 'voz de hierro', 'centinela de Occidente', cientos, miles de imágenes de esplendor y gloria".
Pero yo me quedo con aquella perla que le dedicara Joaquín Arrarás cuando lo imaginaba conduciendo la nave de la nueva España, la nave de la muerte, la tortura, la expatriación, la desidentificación para tantos de sus compatriotas: "Timonel de la dulce sonrisa".
Vázquez Montalbán
04 agosto 2008
Polémicas
Mutaciones
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
EL PAÍS, 22 / 3 / 1999.
Me atraen los casos de esenciales reconversiones ideológicas, especialmente los que implican transmigración de las almas o incluso transubstanciación. Si bien nuestra transición ha dado para todo un tratado de transfuguismos, poco se ha hablado todavía de la transmigración de las almas, evidente en el caso del señor Gortazar (bandera roja, es decir, a la izquierda del PCE en su juventud, luego afiliado al PCE tras el encuentro teologal entre Bandera Roja y Carrillo y ahora destacado pepero, flagelo del castrismo y uno de los más fieles apologetas de Mas Canosa). Migró el alma guevariana que había descendido sobre Gortazar desde Sierra Maestra y fue sustituida por la de Mas Canosa, que bajó a buscarle desde Monte Peregrino, la montaña sagrada neoliberal.
En cambio, el señor Piqué es caso de transubstanciación, puesto que viene del PSUC (los entonces llamados comunistas catalanes), y ahora se bate el cobre por el PP tras pasar como un alma en gloria por los aledaños del pujolismo. Piqué, descubierto por Borrell como el eslabón débil del PP, ha tenido que defenderse de la sospecha de un enriquecimiento poco escrupuloso. Tras su desliz comunista (tan formativo para los hijos de la burguesía como el excursionismo a lo Baden Powell o el voluntariado en la Salvation Army), descubrió que el futuro existe y hay que afrontarlo desde la teología de la seguridad, sobre todo en estos tiempos en que el neoliberalismo crea neopobrezas. Quien a los veinte años no era pobre y rojo no tenía corazón; pero quien a los cuarenta sigue siendo pobre y rojo es un gilipollas, carne de banquete caníbal neoliberal.
Borrell no lo entiende, pero Piqué, que fue comunista y hoy es neoliberal, merece un máster en transubstanciación en la tierra y sentarse en el cielo, por lo menos, a la diestra del presidente del Banco Pontificio.
Mejor mutante que fósil
GUILLERMO GORTÁZAR
EL PAÍS, Cartas al director, 4 / 5 / 1999.
Al señor Vázquez Montalbán le atraen los casos de reconversiones ideológicas y por ello nos ha dedicado una columna a este diputado y al ministro de Industria, señor Piqué. Personalmente agradezco al señor Vázquez Montalbán que me reconozca la "mutación", toda vez que, por propia naturaleza, mutar es algo positivo. En efecto, las mutaciones son un mecanismo biológico, dentro de la moderna teoría de la evolución, que sirven para mejorar las especies. Por ello estoy orgulloso de ser un mutante, de haber cambiado desde un cierto romanticismo juvenil, en el que imperaba sobre todo una general rebeldía antidictatorial, a un liberalismo respetuoso, conectado con la realidad de nuestro tiempo, en el que la experiencia y la evidencia son los datos esenciales, y estas referencias son las que deberían hacer reflexionar a quienes no mutan en absoluto y se convierten en fósiles, como es su caso.
Y es que, señor Vázquez Montalbán, es mejor ser mutante que fósil. Los fósiles, a diferencia de los mutantes, están en vitrinas, en los museos, petrificados ante el paso del tiempo. Me recrimina usted ser "flagelo de Fidel Castro". Lo lamento, pero yo siempre he caído del lado de la libertad, y por ello no puedo compartir su admiración por Fidel Castro. Comprendo que un fósil admire a otro fósil y le dedique una hagiografía. Supongo que su próxima publicación será un libro elogioso de Milosevic, otro fósil. Entretanto, le reitero mi agradecimiento por colocarme en el lugar más lejano posible de sus preferencias en lo que se refiere a la evolución de las especies.
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
EL PAÍS, 22 / 3 / 1999.
Me atraen los casos de esenciales reconversiones ideológicas, especialmente los que implican transmigración de las almas o incluso transubstanciación. Si bien nuestra transición ha dado para todo un tratado de transfuguismos, poco se ha hablado todavía de la transmigración de las almas, evidente en el caso del señor Gortazar (bandera roja, es decir, a la izquierda del PCE en su juventud, luego afiliado al PCE tras el encuentro teologal entre Bandera Roja y Carrillo y ahora destacado pepero, flagelo del castrismo y uno de los más fieles apologetas de Mas Canosa). Migró el alma guevariana que había descendido sobre Gortazar desde Sierra Maestra y fue sustituida por la de Mas Canosa, que bajó a buscarle desde Monte Peregrino, la montaña sagrada neoliberal.
En cambio, el señor Piqué es caso de transubstanciación, puesto que viene del PSUC (los entonces llamados comunistas catalanes), y ahora se bate el cobre por el PP tras pasar como un alma en gloria por los aledaños del pujolismo. Piqué, descubierto por Borrell como el eslabón débil del PP, ha tenido que defenderse de la sospecha de un enriquecimiento poco escrupuloso. Tras su desliz comunista (tan formativo para los hijos de la burguesía como el excursionismo a lo Baden Powell o el voluntariado en la Salvation Army), descubrió que el futuro existe y hay que afrontarlo desde la teología de la seguridad, sobre todo en estos tiempos en que el neoliberalismo crea neopobrezas. Quien a los veinte años no era pobre y rojo no tenía corazón; pero quien a los cuarenta sigue siendo pobre y rojo es un gilipollas, carne de banquete caníbal neoliberal.
Borrell no lo entiende, pero Piqué, que fue comunista y hoy es neoliberal, merece un máster en transubstanciación en la tierra y sentarse en el cielo, por lo menos, a la diestra del presidente del Banco Pontificio.
Mejor mutante que fósil
GUILLERMO GORTÁZAR
EL PAÍS, Cartas al director, 4 / 5 / 1999.
Al señor Vázquez Montalbán le atraen los casos de reconversiones ideológicas y por ello nos ha dedicado una columna a este diputado y al ministro de Industria, señor Piqué. Personalmente agradezco al señor Vázquez Montalbán que me reconozca la "mutación", toda vez que, por propia naturaleza, mutar es algo positivo. En efecto, las mutaciones son un mecanismo biológico, dentro de la moderna teoría de la evolución, que sirven para mejorar las especies. Por ello estoy orgulloso de ser un mutante, de haber cambiado desde un cierto romanticismo juvenil, en el que imperaba sobre todo una general rebeldía antidictatorial, a un liberalismo respetuoso, conectado con la realidad de nuestro tiempo, en el que la experiencia y la evidencia son los datos esenciales, y estas referencias son las que deberían hacer reflexionar a quienes no mutan en absoluto y se convierten en fósiles, como es su caso.
Y es que, señor Vázquez Montalbán, es mejor ser mutante que fósil. Los fósiles, a diferencia de los mutantes, están en vitrinas, en los museos, petrificados ante el paso del tiempo. Me recrimina usted ser "flagelo de Fidel Castro". Lo lamento, pero yo siempre he caído del lado de la libertad, y por ello no puedo compartir su admiración por Fidel Castro. Comprendo que un fósil admire a otro fósil y le dedique una hagiografía. Supongo que su próxima publicación será un libro elogioso de Milosevic, otro fósil. Entretanto, le reitero mi agradecimiento por colocarme en el lugar más lejano posible de sus preferencias en lo que se refiere a la evolución de las especies.
03 agosto 2008
La soledad del manager (Vázquez Montalban)
"Yo también tuve mis ideas, pero ahora sólo me quedan una cuantas vísceras en muy buen uso"
02 agosto 2008
Los Mares del Sur (Vázquez Montalbán)
“Los detectives privados somos los termómetros de la moral establecida.”
01 agosto 2008
Los Mares del Sur (Vázquez Montalbán)
“Los detectives privados somos tan útiles como los traperos. Rescatamos de la basura lo que aún no es basura. O lo que bien visto podría dejar de ser considerado basura.”
30 julio 2008
TEOREMA DEL SOLITARIO Leopoldo Castilla
Tomemos una cifra imaginaria
cero
y un hombre imaginario
uno
el cero no existe
pero él cree que sí
el dos se queda siempre
en
uno
el uno existe
pero nadie le cree.
cero
y un hombre imaginario
uno
el cero no existe
pero él cree que sí
el dos se queda siempre
en
uno
el uno existe
pero nadie le cree.
29 julio 2008
ASÍ SOÑÉ YO LA VERDAD Gabriel Celaya
Kepler miró llorando los cinco poliedros
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
en orden musical hasta la gran esfera.
Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones
adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos
que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.
Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
que quizá le faltara una lágrima al miedo.
La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.
No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.
Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.
Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.
Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
en orden musical hasta la gran esfera.
Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones
adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos
que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.
Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
que quizá le faltara una lágrima al miedo.
La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.
No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.
Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.
Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.
Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.
Millôr Fernandes
POESÍA MATEMÁTICA
En las muchas hojas
Del libro de matemáticas
Un Cociente se enamoró
Un día dolorosamente
De una Incógnita.
La vio con su mirada innumerable
y la vio desde el ápice a la base:
Una figura impar;
ojos de robot, boca de trapecio,
cuerpo rectangular, senos esferoides.
Hizo de la suya una vida paralela a la de ella,
hasta que se encontraron en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella con ansia radical.
<>>.
Y de hablar descubrieron que eran
(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
primos entre sí. Y así se amaron
al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia trazando,
al sabor del momento y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.
Escandalizaron a los ortodoxos
de las formas euclidianas
y a los exegetas del Universo infinito.
Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar, más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos al Polígono y a la Bisectriz.
E hicieron planos y ecuaciones y diagramas
para el futuro soñando con una felicidad integral y diferencial.
Y se casaron y tuvieron una secante
y tres conos muy graciosillos
Y fueron felices hasta aquel día en que todo se vuelve al fin monotonía.
Fue entonces cuando surgió El Máximo Común Divisor.
Ofreciole, a ella, una grandeza absoluta
y la redujo a un denominador común.
Él, Cociente, percibió
Que con ella no formaba un todo, una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.
De ese problema él era una fracción la más ordinaria,
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
Y todo lo que era espureo pasó a ser moralidad Como en cualquier sociedad.
En las muchas hojas
Del libro de matemáticas
Un Cociente se enamoró
Un día dolorosamente
De una Incógnita.
La vio con su mirada innumerable
y la vio desde el ápice a la base:
Una figura impar;
ojos de robot, boca de trapecio,
cuerpo rectangular, senos esferoides.
Hizo de la suya una vida paralela a la de ella,
hasta que se encontraron en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella con ansia radical.
<>>.
Y de hablar descubrieron que eran
(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)
primos entre sí. Y así se amaron
al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia trazando,
al sabor del momento y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.
Escandalizaron a los ortodoxos
de las formas euclidianas
y a los exegetas del Universo infinito.
Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.
Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar, más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos al Polígono y a la Bisectriz.
E hicieron planos y ecuaciones y diagramas
para el futuro soñando con una felicidad integral y diferencial.
Y se casaron y tuvieron una secante
y tres conos muy graciosillos
Y fueron felices hasta aquel día en que todo se vuelve al fin monotonía.
Fue entonces cuando surgió El Máximo Común Divisor.
Ofreciole, a ella, una grandeza absoluta
y la redujo a un denominador común.
Él, Cociente, percibió
Que con ella no formaba un todo, una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.
De ese problema él era una fracción la más ordinaria,
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad
Y todo lo que era espureo pasó a ser moralidad Como en cualquier sociedad.
28 julio 2008
Pessoa
"Vivir es ser otro.
Ni sentir es posible
si hoy se siente como ayer se sintió.
Sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir:
es recordar lo que se sintió ayer,
ser hoy el cadáver vivo
de lo que ayer fue la vida perdida.
Esta madrugada es la primera del mundo.
Nunca hubo esta hora,
ni esta luz, ni este ser mío.
Mañana, lo que sea será otra cosa,
y lo que yo vea será visto
por unos ojos recompuestos,
llenos de una nueva visión."
Ni sentir es posible
si hoy se siente como ayer se sintió.
Sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir:
es recordar lo que se sintió ayer,
ser hoy el cadáver vivo
de lo que ayer fue la vida perdida.
Esta madrugada es la primera del mundo.
Nunca hubo esta hora,
ni esta luz, ni este ser mío.
Mañana, lo que sea será otra cosa,
y lo que yo vea será visto
por unos ojos recompuestos,
llenos de una nueva visión."
27 julio 2008
Espartaco, un hombre libre
El escritor Howard Fast puso el punto final a su novela Espartaco en 1951. Por entonces acababa de abandonar la prisión de Mill Point, tras cumplir condena por su apoyo a un colectivo que había financiado en Francia la construcción de un hospital, destinado a los refugiados de la República Española, y por negarse a facilitar los nombres de sus compañeros. Era en Estados Unidos la época del “pequeño terror” ( small terror ), de la paranoia anticomunista del senador Joseph McCarthy y del célebre Comité de Actividades Antiestadounidenses. Cientos de intelectuales y artistas y miles de trabajadores activistas fueron juzgados, o excluidos de las industrias en las que hasta entonces habían desarrollado sus tareas, o simplemente amedrentados. Escribe Howard Fast en sus memorias, Being Red , inéditas en español, que entre 1945 y 1952 el “FBI siguió un juego estúpido con nosotros”, de lo cual resultó un informe de la agencia federal en el que se detallaban todos los actos “decentes que acometí en mi vida”. “En estas páginas, no hay crímenes, ni infracciones de la ley, no se documenta ningún acto malvado, ni antiestadounidense, ni indecente...”
Howard Fast, nacido en Nueva York en 1914, había ingresado en el Partido Comunista de Estados Unidos al calor de la Segunda Guerra Mundial. Lo abandonaría en 1956, junto con dos tercios de sus militantes, tras la publicación del informe secreto de Kruschev en el que se denunciaban los crímenes del período estalinista. De modo que Espartaco, la narración de los esclavos que se rebelan contra un régimen opresor, fue escrita en una época particularmente siniestra de la historia de Estados Unidos. Aunque ya era un escritor de éxito, el original de la novela fue rechazado por todos los editores a los que lo envió, unos porque habían recibido amenazas directas de los servicios secretos, otros porque habían decidido acomodarse al clima dominante. El problema no residía en el texto, “una novela entretenida y muy significativa sobre Espartaco y la revuelta de esclavos”, según consta en el informe de lectura interno de la editorial Little y Brown. De hecho, según el mismo lector: “No tengo la menor duda de que si esta novela estuviera firmada por un autor distinto de Howard Fast, se convertiría en un éxito de ventas”. La censura a veces no ha temido tanto al texto como al autor; lo imprevisible no es lo ya escrito, sino lo que pueda escribirse en el futuro. Sobre los libros se pueden hacer comentarios de texto, pero algunos autores pueden hacer comentarios sobre la realidad. Finalmente autoeditada, de Espartaco se vendieron los primeros meses cuarenta mil ejemplares sólo en Estados Unidos, pese a las dificultades de distribución. De esta historia, nosotros hemos conocido la versión cinematográfica producida por Hollywood años después, en 1960, con guión adaptado por Dalton Trumbo –otro escritor perseguido–, y protagonizada por Kirk Douglas. Aunque fue dirigida por Stanley Kubrick, no se le puede atribuir la creación de la película, pues se sumó a ésta cuando ya estaba planificada por completo y el rodaje había comenzado. Existe una diferencia fundamental entre la novela y la película. Mientras que ésta narra la peripecia legendaria de los gladiadores, la novela está protagonizada por los romanos. Este cambio de perspectiva, en las manos de un escritor de talento inmenso, tiene una consecuencia necesaria: su Espartaco nos sumerje sin contemplaciones en el carácter de la época. El mito del esclavo rebelde, pero mártir, que a veces atormentará a los romanos cuando viajen en litera sobre los hombros de los esclavos, cuando se hagan afeitar y lavar por las manos de los esclavos, pertenece en definitiva a los propios romanos. Los historiadores señalan que coincidiendo con la guerra de los gladiadores se produjeron diversos cambios en la legislación de la esclavitud. Tras la completa arbitrariedad inicial, con el tiempo se les fueron concediendo algunos derechos pasivos, como el de mantener unida a la familia en caso de venta, y se articularon algunas medidas para la promoción individual. Podría considerarse una estrategia de división. La esclavitud no fue abolida; sólo puede hablarse de una suavización del trato. La esclavitud, auténtica base de la organización productiva de Roma, no hizo sino aumentar. Durante el gobierno del emperador Tiberio (14-37 d.C.), a un ciudadano que dispusiera de sólo diez esclavos se le consideraba pobre. Era habitual la posesión de doscientos. No sólo se encargaban del servicio doméstico o de las tareas más rudas, como el cultivo de las tierras o la extracción de plata en las minas de Cartagena, donde se dice que se hacinaban cuarenta mil. Había esclavos profesores e ingenieros, administrativos y contables, escultores; unos eran propiedad de particulares, otros del estado, a cuyas órdenes ejecutaban las obras públicas, los acueductos, las vías. Incluso existía un esclavo nomenclator , con la función de apuntar a su amo los nombres de sus numerosos esclavos. Aunque Howard Fast, en el prólogo a la primera edición, descartaba un paralelismo entre la novela y la situación política y social de Estados Unidos, aunque había puesto todo su esfuerzo y su talento para penetrar en la cosmovisión romana y para esclarecer un caso universal de revuelta contra la opresión. Aunque en la versión cinematográfica se representa una entrega voluntaria y festiva de alimentos y regalos por parte de unos pobladores, los esclavos saquearon a su paso numerosos pueblos y ciudades. ¿Cómo evitarlo? Los historiadores recogen que Espartaco corrigió y castigó los excesos de los grupos de incontrolados y que trató a los prisioneros con humanidad. Eunus, el líder de otra revuelta de esclavos que tuvo lugar décadas antes en Sicilia, soliviantó a sus seguidores con profecías. No podemos descartar la influencia de augurios y presagios en los movimientos erráticos de los esclavos, pero esta posibilidad tampoco tendría especial relevancia. La misma Roma no era ajena a ellos y con frecuencia las decisiones de su estado se justificaban de este modo. La racionalidad política es una característica de la modernidad. Pero ¿no son las profecías la expresión de una causa y de un deseo? Poder salir de la península y no salir, poder vencer y no vencer. Se diría que los esclavos liberados no podían abandonar Roma ni dejarse abrazar por ella. Eran romanos, esclavos romanos, unos habían nacido en la civilización romana, muchos otros habían sido contaminados definitivamente por su cultura. Ya no sentían como propio el mundo de los bárbaros, pero el universo romano los oprimía. Cuando Roma los masacró y castigó estaba restableciendo un orden que condenaba a unos de nuevo a la esclavitud, pero también estaba condenándose a sí misma al abandono progresivo de la vía republicana y sus instituciones, para consagrar al ejército, la conspiración y la fuerza bruta como los factores determinantes.
Howard Fast, nacido en Nueva York en 1914, había ingresado en el Partido Comunista de Estados Unidos al calor de la Segunda Guerra Mundial. Lo abandonaría en 1956, junto con dos tercios de sus militantes, tras la publicación del informe secreto de Kruschev en el que se denunciaban los crímenes del período estalinista. De modo que Espartaco, la narración de los esclavos que se rebelan contra un régimen opresor, fue escrita en una época particularmente siniestra de la historia de Estados Unidos. Aunque ya era un escritor de éxito, el original de la novela fue rechazado por todos los editores a los que lo envió, unos porque habían recibido amenazas directas de los servicios secretos, otros porque habían decidido acomodarse al clima dominante. El problema no residía en el texto, “una novela entretenida y muy significativa sobre Espartaco y la revuelta de esclavos”, según consta en el informe de lectura interno de la editorial Little y Brown. De hecho, según el mismo lector: “No tengo la menor duda de que si esta novela estuviera firmada por un autor distinto de Howard Fast, se convertiría en un éxito de ventas”. La censura a veces no ha temido tanto al texto como al autor; lo imprevisible no es lo ya escrito, sino lo que pueda escribirse en el futuro. Sobre los libros se pueden hacer comentarios de texto, pero algunos autores pueden hacer comentarios sobre la realidad. Finalmente autoeditada, de Espartaco se vendieron los primeros meses cuarenta mil ejemplares sólo en Estados Unidos, pese a las dificultades de distribución. De esta historia, nosotros hemos conocido la versión cinematográfica producida por Hollywood años después, en 1960, con guión adaptado por Dalton Trumbo –otro escritor perseguido–, y protagonizada por Kirk Douglas. Aunque fue dirigida por Stanley Kubrick, no se le puede atribuir la creación de la película, pues se sumó a ésta cuando ya estaba planificada por completo y el rodaje había comenzado. Existe una diferencia fundamental entre la novela y la película. Mientras que ésta narra la peripecia legendaria de los gladiadores, la novela está protagonizada por los romanos. Este cambio de perspectiva, en las manos de un escritor de talento inmenso, tiene una consecuencia necesaria: su Espartaco nos sumerje sin contemplaciones en el carácter de la época. El mito del esclavo rebelde, pero mártir, que a veces atormentará a los romanos cuando viajen en litera sobre los hombros de los esclavos, cuando se hagan afeitar y lavar por las manos de los esclavos, pertenece en definitiva a los propios romanos. Los historiadores señalan que coincidiendo con la guerra de los gladiadores se produjeron diversos cambios en la legislación de la esclavitud. Tras la completa arbitrariedad inicial, con el tiempo se les fueron concediendo algunos derechos pasivos, como el de mantener unida a la familia en caso de venta, y se articularon algunas medidas para la promoción individual. Podría considerarse una estrategia de división. La esclavitud no fue abolida; sólo puede hablarse de una suavización del trato. La esclavitud, auténtica base de la organización productiva de Roma, no hizo sino aumentar. Durante el gobierno del emperador Tiberio (14-37 d.C.), a un ciudadano que dispusiera de sólo diez esclavos se le consideraba pobre. Era habitual la posesión de doscientos. No sólo se encargaban del servicio doméstico o de las tareas más rudas, como el cultivo de las tierras o la extracción de plata en las minas de Cartagena, donde se dice que se hacinaban cuarenta mil. Había esclavos profesores e ingenieros, administrativos y contables, escultores; unos eran propiedad de particulares, otros del estado, a cuyas órdenes ejecutaban las obras públicas, los acueductos, las vías. Incluso existía un esclavo nomenclator , con la función de apuntar a su amo los nombres de sus numerosos esclavos. Aunque Howard Fast, en el prólogo a la primera edición, descartaba un paralelismo entre la novela y la situación política y social de Estados Unidos, aunque había puesto todo su esfuerzo y su talento para penetrar en la cosmovisión romana y para esclarecer un caso universal de revuelta contra la opresión. Aunque en la versión cinematográfica se representa una entrega voluntaria y festiva de alimentos y regalos por parte de unos pobladores, los esclavos saquearon a su paso numerosos pueblos y ciudades. ¿Cómo evitarlo? Los historiadores recogen que Espartaco corrigió y castigó los excesos de los grupos de incontrolados y que trató a los prisioneros con humanidad. Eunus, el líder de otra revuelta de esclavos que tuvo lugar décadas antes en Sicilia, soliviantó a sus seguidores con profecías. No podemos descartar la influencia de augurios y presagios en los movimientos erráticos de los esclavos, pero esta posibilidad tampoco tendría especial relevancia. La misma Roma no era ajena a ellos y con frecuencia las decisiones de su estado se justificaban de este modo. La racionalidad política es una característica de la modernidad. Pero ¿no son las profecías la expresión de una causa y de un deseo? Poder salir de la península y no salir, poder vencer y no vencer. Se diría que los esclavos liberados no podían abandonar Roma ni dejarse abrazar por ella. Eran romanos, esclavos romanos, unos habían nacido en la civilización romana, muchos otros habían sido contaminados definitivamente por su cultura. Ya no sentían como propio el mundo de los bárbaros, pero el universo romano los oprimía. Cuando Roma los masacró y castigó estaba restableciendo un orden que condenaba a unos de nuevo a la esclavitud, pero también estaba condenándose a sí misma al abandono progresivo de la vía republicana y sus instituciones, para consagrar al ejército, la conspiración y la fuerza bruta como los factores determinantes.
26 julio 2008
Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono Anónimo (*)
En la cumbre misma de esa extraordinaria montaña había una roca inmortal. Tenía una altura de treinta y seis pies y medio y un perímetro de veinticuatro pies justos. Semejantes medidas no eran casuales, ya que se correspondían exactamente con los trescientos sesenta y cinco días del año solar y las veinticuatro horas que marcan el quehacer cotidiano del hombre. Poseía, además, nueve agujeros profundos y otros ocho de mejor longitud, que encontraban su equivalente numérico en las Nueve Constelaciones y en los Ocho Planetas que habitan los palacios celestes. Aunque no crecía sobre ella vegetación alguna, durante mucho tiempo había sido alimentada con las mismas semillas del Cielo y la Tierra y la fuerza extraordinaria del sol y la luna. Finalmente, por acción directa de lo alto, quedó embarazada y empezó a crecer en su interior un embrión sobrenatural. Tras largo período de gestación, se abrió inesperadamente un día y dio a luz un huevo de piedra del tamaño aproximado de un balón. Expuesto a la fuerza de los elementos, se transformó en un mono de piedra, exactamente igual a los que hoy conocemos. No pasó mucho tiempo antes de que aprendiera a correr y a subirse a los árboles. Cuando hubo dominado a la perfección tan difíciles técnicas, se inclinó, reverente, ante los cuatro puntos cardinales y entonces se produjo el milagro: de sus ojos salieron dos rayos potentísimos que llegaron hasta el mismísimo Palacio de la Estrella Polar. Su luz era tan fuerte que llamó la atención del Benéfico Señor del Cielo, el divino Emperador de Jade, que se hallaba reunido con sus ministros en el Palacio de Nubes de los Arcos de Oro, concretamente en la Sala del Tesoro de la Niebla Divina. Sorprendido por su brillo extraordinario, ordenó a Mil Ojos y a Oídos de Viento que abrieran la Puerta Sur del Palacio Celeste y averiguaran de dónde provenía semejante fenómeno. Los dos capitanes cumplieron la orden sin pérdida alguna de tiempo y, tras analizar cuidadosamente la situación, regresaron al lado de su señor y le informaron, diciendo:
—Vuestros indignos servidores han obedecido al pie de la letra el mandato que de vos han recibido y han averiguado que esos potentísimos rayos provienen de la Montaña de las Flores y Frutos. Ese lugar, como sabéis, se encuentra en la región de Ao-Lai, al este del continente de Purvavideha. En esta montaña singular hay una roca inmortal que, extrañamente, ha dado a luz un huevo de piedra. Lo más asombroso, sin embargo, es que los elementos han actuado sobre él y lo han convertido en un mono de piedra. Los rayos que os han molestado han partido precisamente de sus ojos, pues, al inclinarse ante los cuatro puntos cardinales, han adquirido tan viveza que su luz ha alcanzado hasta el mismísimo Palacio de la Estrella Polar. Pero no os preocupéis. El mono en cuestión se ha puesto a comer y a beber y pronto perderá todo su poderío.
—No lo creo yo así —replicó el Emperador de Jade con misericordiosa complacencia—. Las criaturas del mundo que yacen a nuestros pies surgieron de la copulación del Cielo y la Tierra y es natural que de vez en cuando nos sorprendan con su desconcertante modo de actuar.
Para entonces el mono había aprendido a caminar, a correr y a saltar de una parte a otra. Se alimentaba de frutos y plantas y bebía de los múltiples ríos y arroyos que surcaban la isla. La mayor parte del tiempo la pasaba cortando flores y subiéndose a los árboles en busca de frutas. No tardó, sin embargo, en entablar amistad con el tigre, el lagarto, el lobo, el leopardo y el ciervo, aunque consideraba a las otras especies de monos como su auténtica familia. Por la noche dormía en cuevas que abandonaba en cuanto el sol emergía por la línea del horizonte y daba comienzo la mañana. El tiempo transcurría con lentitud, pues, como bien reza el dicho popular, "en lo alto de las cumbres el río avanza y retrocede con tanta regularidad que allí nadie es realmente consciente del paso de los años".
Una mañana, sin embargo, hizo tanto calor que no encontró mejor manera de escapar al bochorno que ponerse a jugar con otros monos a la sombra de unos pinos. Descubrió entonces, sorprendido, lo mucho que se parecía a ellos. Su manera de divertirse era prácticamente la misma. Algunos, de hecho, saltaban de rama en rama en busca de frutos, mientras que otros pasaban el tiempo tirándose piedrecitas o arrojándose pequeñas piñas. A veces se llegaban hasta la playa y otros lugares arenosos y se ponían a construir extrañas pagodas de arena. No era tampoco raro que persiguieran a las libélulas y corrieran, como locos, detrás de las lagartijas. No se olvidaban, sin embargo, de inclinarse ante el Cielo, presentando, así, sus respetos a los dignos budas que lo habitan. Pero no por ello dejaban de ser animales revoltosos y estropeaban a placer las viñas y otros árboles que crecían, lujuriosos y exhuberantes, a su alrededor. Cuando se cansaban de eso, se tumbaban en mullidos lechos de hierba y se ponían a buscarse unos a otros pulgas y parásitos. Cuando, tras muchos escarbar en sus tupidos pelajes, encontraban alguno, se lo comían con avidez o, simplemente, lo mataban con las uñas. Otros preferían, no obstante, espulgarse solos. Para ello se llegaban hasta el tronco de un pino y se restregaban una y otra vez contra él, hasta que el ardor desaparecía y la sensación de malestar remitía. Lo que más les gustaba, pese al peligro que ello entrañaba, era jugar y perseguirse entre los pinos. Ya tendrían tiempo después de desprenderse de todos los parásitos que pudieran coger en sus interminables correrías en las verdes aguas de los arroyos. Así lo hicieron aquella mañana, llegándose hasta uno de los torrentes de la montaña. Al ver la fuerza de la corriente y los tumbos que daba el agua entre las rocas, como melones que se destrozaran sin cesar contra las piedras, se quedaron asombrados y comenzaron a ponderar su extraña belleza. A nadie debe sorprenderle que hablaran. Si, como reza el dicho tradicional, "las bestias tienen su lenguaje y las aves el suyo", ¿qué hay de extraño en que los monos se comuniquen entre sí con palabras? Los monos se dijeron, pues, unos a otros:
—Puesto que no sabemos de dónde viene todo este agua y hoy no tenemos nada que hacer, lo mejor es que remontemos su curso y, así, descubramos dónde se encuentra su fuente. ¿No os parece que será una manera estupenda de pasar el tiempo?
Todos aceptaron, entusiasmados, la idea y, dando grandes voces de júbilo, siguieron montaña arriba el desconocido curso del torrente. Los monos caminaban en familias y no tardaron en dar con su fuente: una impresionante catarata, cuya visión les hizo enfurecer. Se elevaba en el paisaje como una altísima columna, de la que emergían bellísimos arcos iris que el viento hacía cambiar constantemente de posición. A su base lanzaban miles de olas blancas, que hacían pensar en brisas realmente inexistentes y en la bravura de desconocidos ríos lunares. Su brillo recordaba, en efecto, al de la dama de la noche y teñia levemente de blanco el profundo verdor del paisaje en el que se hallaba enclavada. Se sospechaba la existencia del poderososo afluentes que la alimentaban, pero la sensación que más dominaba en quien tuviera la suerte de contemplarla era la de una hermosísima cortina que alguien hubiera colgado de las mismas nubes. A la vista de tan inesperado milagro, los monos empezaron a aplaudir y a exclamar, entusiasmados:
—¡Qué maravilla! ¡Qué increíble belleza! Su agua nace directamente del seno de la montaña y va a desembocar, sin lugar a dudas, en la lejana placidez del Gran Océano.
Otros añadieron con inamovible certeza:
—El que se atreva a cruzar esa impresionante cortina y vuelva sano y salvo a contarnos las maravillas que tras ella se esconden será nuestro rey. ¿Hay alguien dispuesto a hacerlo?
Nadie respondió a semejante reto. Hubieron de lanzarlo tres veces al viento, antes de que surgiera, desde muy atrás, el mono de piedra y gritara con voz potente:
—¡Yo lo haré! ¡Yo cruzaré la cortina de agua y volveré para deciros lo que hay detrás de ella!
(...)
(*) Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono, obra del periodo Ming (1368-1644), narra el peregrinaje del monje Chen Hsüan-Tsang a la India en busca de escrituras sagradas. En palabras de Jesús Ferrero, prologuista de la edición española, es "la obra de todo un pueblo, como la muralla china y como el mismo imperio, en la que intervienen muchos creadores, hasta cristalizar como narración plena de sentido y perfectamente estructurada en el siglo XVI, gracias a la probable intervención del escritor Wu Chengen, que la dotó de una poderosa estructura".
—Vuestros indignos servidores han obedecido al pie de la letra el mandato que de vos han recibido y han averiguado que esos potentísimos rayos provienen de la Montaña de las Flores y Frutos. Ese lugar, como sabéis, se encuentra en la región de Ao-Lai, al este del continente de Purvavideha. En esta montaña singular hay una roca inmortal que, extrañamente, ha dado a luz un huevo de piedra. Lo más asombroso, sin embargo, es que los elementos han actuado sobre él y lo han convertido en un mono de piedra. Los rayos que os han molestado han partido precisamente de sus ojos, pues, al inclinarse ante los cuatro puntos cardinales, han adquirido tan viveza que su luz ha alcanzado hasta el mismísimo Palacio de la Estrella Polar. Pero no os preocupéis. El mono en cuestión se ha puesto a comer y a beber y pronto perderá todo su poderío.
—No lo creo yo así —replicó el Emperador de Jade con misericordiosa complacencia—. Las criaturas del mundo que yacen a nuestros pies surgieron de la copulación del Cielo y la Tierra y es natural que de vez en cuando nos sorprendan con su desconcertante modo de actuar.
Para entonces el mono había aprendido a caminar, a correr y a saltar de una parte a otra. Se alimentaba de frutos y plantas y bebía de los múltiples ríos y arroyos que surcaban la isla. La mayor parte del tiempo la pasaba cortando flores y subiéndose a los árboles en busca de frutas. No tardó, sin embargo, en entablar amistad con el tigre, el lagarto, el lobo, el leopardo y el ciervo, aunque consideraba a las otras especies de monos como su auténtica familia. Por la noche dormía en cuevas que abandonaba en cuanto el sol emergía por la línea del horizonte y daba comienzo la mañana. El tiempo transcurría con lentitud, pues, como bien reza el dicho popular, "en lo alto de las cumbres el río avanza y retrocede con tanta regularidad que allí nadie es realmente consciente del paso de los años".
Una mañana, sin embargo, hizo tanto calor que no encontró mejor manera de escapar al bochorno que ponerse a jugar con otros monos a la sombra de unos pinos. Descubrió entonces, sorprendido, lo mucho que se parecía a ellos. Su manera de divertirse era prácticamente la misma. Algunos, de hecho, saltaban de rama en rama en busca de frutos, mientras que otros pasaban el tiempo tirándose piedrecitas o arrojándose pequeñas piñas. A veces se llegaban hasta la playa y otros lugares arenosos y se ponían a construir extrañas pagodas de arena. No era tampoco raro que persiguieran a las libélulas y corrieran, como locos, detrás de las lagartijas. No se olvidaban, sin embargo, de inclinarse ante el Cielo, presentando, así, sus respetos a los dignos budas que lo habitan. Pero no por ello dejaban de ser animales revoltosos y estropeaban a placer las viñas y otros árboles que crecían, lujuriosos y exhuberantes, a su alrededor. Cuando se cansaban de eso, se tumbaban en mullidos lechos de hierba y se ponían a buscarse unos a otros pulgas y parásitos. Cuando, tras muchos escarbar en sus tupidos pelajes, encontraban alguno, se lo comían con avidez o, simplemente, lo mataban con las uñas. Otros preferían, no obstante, espulgarse solos. Para ello se llegaban hasta el tronco de un pino y se restregaban una y otra vez contra él, hasta que el ardor desaparecía y la sensación de malestar remitía. Lo que más les gustaba, pese al peligro que ello entrañaba, era jugar y perseguirse entre los pinos. Ya tendrían tiempo después de desprenderse de todos los parásitos que pudieran coger en sus interminables correrías en las verdes aguas de los arroyos. Así lo hicieron aquella mañana, llegándose hasta uno de los torrentes de la montaña. Al ver la fuerza de la corriente y los tumbos que daba el agua entre las rocas, como melones que se destrozaran sin cesar contra las piedras, se quedaron asombrados y comenzaron a ponderar su extraña belleza. A nadie debe sorprenderle que hablaran. Si, como reza el dicho tradicional, "las bestias tienen su lenguaje y las aves el suyo", ¿qué hay de extraño en que los monos se comuniquen entre sí con palabras? Los monos se dijeron, pues, unos a otros:
—Puesto que no sabemos de dónde viene todo este agua y hoy no tenemos nada que hacer, lo mejor es que remontemos su curso y, así, descubramos dónde se encuentra su fuente. ¿No os parece que será una manera estupenda de pasar el tiempo?
Todos aceptaron, entusiasmados, la idea y, dando grandes voces de júbilo, siguieron montaña arriba el desconocido curso del torrente. Los monos caminaban en familias y no tardaron en dar con su fuente: una impresionante catarata, cuya visión les hizo enfurecer. Se elevaba en el paisaje como una altísima columna, de la que emergían bellísimos arcos iris que el viento hacía cambiar constantemente de posición. A su base lanzaban miles de olas blancas, que hacían pensar en brisas realmente inexistentes y en la bravura de desconocidos ríos lunares. Su brillo recordaba, en efecto, al de la dama de la noche y teñia levemente de blanco el profundo verdor del paisaje en el que se hallaba enclavada. Se sospechaba la existencia del poderososo afluentes que la alimentaban, pero la sensación que más dominaba en quien tuviera la suerte de contemplarla era la de una hermosísima cortina que alguien hubiera colgado de las mismas nubes. A la vista de tan inesperado milagro, los monos empezaron a aplaudir y a exclamar, entusiasmados:
—¡Qué maravilla! ¡Qué increíble belleza! Su agua nace directamente del seno de la montaña y va a desembocar, sin lugar a dudas, en la lejana placidez del Gran Océano.
Otros añadieron con inamovible certeza:
—El que se atreva a cruzar esa impresionante cortina y vuelva sano y salvo a contarnos las maravillas que tras ella se esconden será nuestro rey. ¿Hay alguien dispuesto a hacerlo?
Nadie respondió a semejante reto. Hubieron de lanzarlo tres veces al viento, antes de que surgiera, desde muy atrás, el mono de piedra y gritara con voz potente:
—¡Yo lo haré! ¡Yo cruzaré la cortina de agua y volveré para deciros lo que hay detrás de ella!
(...)
(*) Viaje al oeste. Las aventuras del rey mono, obra del periodo Ming (1368-1644), narra el peregrinaje del monje Chen Hsüan-Tsang a la India en busca de escrituras sagradas. En palabras de Jesús Ferrero, prologuista de la edición española, es "la obra de todo un pueblo, como la muralla china y como el mismo imperio, en la que intervienen muchos creadores, hasta cristalizar como narración plena de sentido y perfectamente estructurada en el siglo XVI, gracias a la probable intervención del escritor Wu Chengen, que la dotó de una poderosa estructura".
25 julio 2008
El príncipe Cap. XXIII: "De cómo ha de huirse de los aduladores"por Maquiavelo
No quiero olvidar un extremo importante y un error del que los príncipes con dificultad se defienden, salvo si son muy prudentes y tienen buena elección. Y esto es lo que atañe a los aduladores, de los cuales están las cortes llenas, porque los hombres se complacen tanto en las cosas propias y de tal modo sobre ellas se los engaña, que con dificultad se defienden de esa peste, y, a querer defenderse, corren peligro de terminar menospreciados. Porque no hay otro modo de guardarse de las adulaciones sino que los hombres entiendan que no te ofenden diciéndote la verdad; mas cuando todos pueden decirte la verdad, fáltale el respeto.
Así, un príncipe prudente debe emplear un tercer modo, que es elegir en su Estado hombres entendidos, y sólo a éstos darles albedrío para decirle la verdad, y únicamente de las cosas que les pregunta y no de otras. Mas él debe preguntarles sobre todas, y, en oyendo sus opiniones, deliberar por sí a su manera, aunque sin olvidar esos consejos.
Debe otrosí portarse con cada uno de esos hombres de forma que comprendan que tanto más gratos serán al príncipe cuanto más libremente le hablen. Fuera de aquellos hombres, no debe oír a nadie, ir derecho a las cosas decididas y ser obstinado en sus resoluciones.
Quien de otro modo procede, o se precipita en los aduladores, o a menudo cambia de juicio, por la diversidad de pareceres, de lo que sobreviene poca estimación para él. Quiero a este propósito aducir un ejemplo moderno. El padre Lucas, hombre del actual emperador Maximiliano, decía hablando de su majestad que no se aconsejaba con nadie y no hacía, sin embargo, cosa alguna a su modo, lo que nacía de obrar de forma contraria a su supradicha.
Porque el emperador es hombre reservado, no comunica sus designios a nadie ni toma parecer; pero cuando al ponerlos en obra comienzan a descubrirse y ser conocidos, principian a ser contradichos por aquellos que le rodean, y él, que es blando de carácter, abandona sus propósitos.
De aquí se origina que las cosas que hace un día las estudie al otro, y que nunca se entienda lo que quiere o medita hacer, como también que nunca en sus resoluciones se pueda confiar.
Un príncipe, pues, debe aconsejarse siempre, pero cuando él quiere y no cuando quieran los demás, debiendo quitar a todos el ánimo de darle consejos si no los pide. Mas, por otra parte, debe pedirlos con prodigalidad, ser pacienzudo oyente de las verdades preguntadas, e incluso si entiende que alguno, por miramiento, no se las dice, ha de enojarse con él.
Y como algunos juzgan que cuando un príncipe acredita opinión de prudente es tenido por tal, no a causa de su naturaleza, sino de los buenos consejos de quienes le rodean, digo que, sin duda, se engañan los que piensan así, porque es regla general, y que no falla nunca, que cuando un príncipe no es prudente por sí, no puede ser bien aconsejado, a no ser que por suerte se confiase a uno solo que lo gobernara en todo y fuera hombre prudentísimo.
En este caso podría el príncipe ser bien gobernado, pero duraría poco, porque aquel gobernante en breve tiempo le quitaría el Estado.
Por otro lado, aconsejándose con más de uno, un príncipe que no sea prudente no tendrá nunca consejos acordes ni sabrá por sí solo acordarlos. Cada uno de sus consejeros pensará en sus cosas propias, y él no sabrá conocerlo ni corregirlo.
Y no cabe encontrar consejeros de otro modo, porque los hombres siempre resultarán malos mientras una necesidad no los fuerce a ser buenos.
De aquí se concluye que los buenos consejos vengan de nacer de la prudencia del príncipe, y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos
Así, un príncipe prudente debe emplear un tercer modo, que es elegir en su Estado hombres entendidos, y sólo a éstos darles albedrío para decirle la verdad, y únicamente de las cosas que les pregunta y no de otras. Mas él debe preguntarles sobre todas, y, en oyendo sus opiniones, deliberar por sí a su manera, aunque sin olvidar esos consejos.
Debe otrosí portarse con cada uno de esos hombres de forma que comprendan que tanto más gratos serán al príncipe cuanto más libremente le hablen. Fuera de aquellos hombres, no debe oír a nadie, ir derecho a las cosas decididas y ser obstinado en sus resoluciones.
Quien de otro modo procede, o se precipita en los aduladores, o a menudo cambia de juicio, por la diversidad de pareceres, de lo que sobreviene poca estimación para él. Quiero a este propósito aducir un ejemplo moderno. El padre Lucas, hombre del actual emperador Maximiliano, decía hablando de su majestad que no se aconsejaba con nadie y no hacía, sin embargo, cosa alguna a su modo, lo que nacía de obrar de forma contraria a su supradicha.
Porque el emperador es hombre reservado, no comunica sus designios a nadie ni toma parecer; pero cuando al ponerlos en obra comienzan a descubrirse y ser conocidos, principian a ser contradichos por aquellos que le rodean, y él, que es blando de carácter, abandona sus propósitos.
De aquí se origina que las cosas que hace un día las estudie al otro, y que nunca se entienda lo que quiere o medita hacer, como también que nunca en sus resoluciones se pueda confiar.
Un príncipe, pues, debe aconsejarse siempre, pero cuando él quiere y no cuando quieran los demás, debiendo quitar a todos el ánimo de darle consejos si no los pide. Mas, por otra parte, debe pedirlos con prodigalidad, ser pacienzudo oyente de las verdades preguntadas, e incluso si entiende que alguno, por miramiento, no se las dice, ha de enojarse con él.
Y como algunos juzgan que cuando un príncipe acredita opinión de prudente es tenido por tal, no a causa de su naturaleza, sino de los buenos consejos de quienes le rodean, digo que, sin duda, se engañan los que piensan así, porque es regla general, y que no falla nunca, que cuando un príncipe no es prudente por sí, no puede ser bien aconsejado, a no ser que por suerte se confiase a uno solo que lo gobernara en todo y fuera hombre prudentísimo.
En este caso podría el príncipe ser bien gobernado, pero duraría poco, porque aquel gobernante en breve tiempo le quitaría el Estado.
Por otro lado, aconsejándose con más de uno, un príncipe que no sea prudente no tendrá nunca consejos acordes ni sabrá por sí solo acordarlos. Cada uno de sus consejeros pensará en sus cosas propias, y él no sabrá conocerlo ni corregirlo.
Y no cabe encontrar consejeros de otro modo, porque los hombres siempre resultarán malos mientras una necesidad no los fuerce a ser buenos.
De aquí se concluye que los buenos consejos vengan de nacer de la prudencia del príncipe, y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos
24 julio 2008
Aurea mediocritas Horacio
Rectius vives, Licini, neque altum
semper urgendo neque, dum procellas
cautus horrescis, nimium premendo
litus iniquum.
auream quisquis mediocritatem
diligit, tutus caret obsoleti
sordibus tecti, caret invidendas
obrius aula.
saepius ventis agitatur ingens
pinus et celsae graviore casu
decidunt turres feriuntque summos
fulgura montis.
sperat infestis, metuit secundis
alteram sortem bene preparatum
pectus. informis hiemes reducit
Iuppiter, idem
summovet. non, si male nunc, et olim
sic erit: quondam cithara tacentem
suscitat Musam neque semper arcum
tendit Apollo.
rebus angustis animosus atque
fortis appare; sapienter idem
contrahes vento nimium secundo
turgida vela.
Vivirás mejor, Licinio, si no te adentras
siempre en alta mar ni, por miedo a las tormentas,te aproximas demasiado a la costa.
Los que prefieren la mediocridad dorada
encontrarán abrigo y se hallarán a salvo
del precario techo en ruinas y de la envidia de los salones.
Al pino muy alto el viento lo sacude más;
la torre elevada se derrumba con estruendo;
el rayo alcanza las cumbres más altas de las montañas.
En los desastres, el carácter bien dispuesto espera,
y en la bonanza se prepara para el cambio de suerte.
Es natural que un inverno duro llegue y se vaya.
Lo malo no perdura.
Apolo tensa unas veces el arco de la guerra,
pero otras empuña su cítara para despertar a la música.
Sé valiente y alegre en la adversidad,
pero cuando el viento sopla demasiado favorable
el sabio se apresta a recoger las velas.
semper urgendo neque, dum procellas
cautus horrescis, nimium premendo
litus iniquum.
auream quisquis mediocritatem
diligit, tutus caret obsoleti
sordibus tecti, caret invidendas
obrius aula.
saepius ventis agitatur ingens
pinus et celsae graviore casu
decidunt turres feriuntque summos
fulgura montis.
sperat infestis, metuit secundis
alteram sortem bene preparatum
pectus. informis hiemes reducit
Iuppiter, idem
summovet. non, si male nunc, et olim
sic erit: quondam cithara tacentem
suscitat Musam neque semper arcum
tendit Apollo.
rebus angustis animosus atque
fortis appare; sapienter idem
contrahes vento nimium secundo
turgida vela.
Vivirás mejor, Licinio, si no te adentras
siempre en alta mar ni, por miedo a las tormentas,te aproximas demasiado a la costa.
Los que prefieren la mediocridad dorada
encontrarán abrigo y se hallarán a salvo
del precario techo en ruinas y de la envidia de los salones.
Al pino muy alto el viento lo sacude más;
la torre elevada se derrumba con estruendo;
el rayo alcanza las cumbres más altas de las montañas.
En los desastres, el carácter bien dispuesto espera,
y en la bonanza se prepara para el cambio de suerte.
Es natural que un inverno duro llegue y se vaya.
Lo malo no perdura.
Apolo tensa unas veces el arco de la guerra,
pero otras empuña su cítara para despertar a la música.
Sé valiente y alegre en la adversidad,
pero cuando el viento sopla demasiado favorable
el sabio se apresta a recoger las velas.
23 julio 2008
Hacia la unidad de Europa (1947) G. Orwell
Hoy en día, un socialista se encuentra en la situación de un médico que ha de tratar a un paciente que apenas tiene esperanzas de curación. En calidad de médico, su deber es mantener vivo al paciente, y asumir, por tanto, que el paciente tiene al menos una posibilidad de recuperarse. En calidad de científico, su deber es hacer frente a la realidad, y admitir, por lo tanto, que el paciente probablemente ha de morir sin remedio. Nuestras actividades como socialistas sólo tienen sentido si asumimos que es posible establecer el socialismo, pero...
22 julio 2008
Las Siete Artes Liberales
Las Siete Artes Liberales
La expresión artes liberales, usada principalmente durante la Edad Media, no significa artes en el sentido en el que entendemos estas palabras hoy en día, sino aquellas ramas del conocimiento que fueron enseñadas en las escuelas de aquel tiempo. Son llamadas liberales (Lat.liber, libres) porque sirven al propósito de entrenar al hombre libre, en contraste con las artes illiberales, que tienen fines económicos; su fin es preparar al estudiante no para ganarse la vida, sino la búsqueda de la ciencia en el sentido estricto del término, es decir, la combinación de filosofía y teología conocida como escolástica. En número son siete y pueden organizarse en dos grupos, abarcando el primero la gramática, retórica y dialéctica, en otras palabras, las ciencias del lenguaje, de la oratoria, y de la lógica, mejor conocidas como las artes sermocinales, o estudios de la lengua; el segundo grupo comprende la aritmética, geometría, astronomía y música, es decir, las disciplinas matemático-físicas, conocidas como las artes reales, o physicae. Se considera que el primer grupo es el grupo elemental, por eso es que estas ramas son también llamadas artes triviales o trivium, es decir, un terreno bien apisonado tal como el de la unión de tres caminos, o una encrucijada abierta a todo. En contraste con estos encontramos las disciplinas matemáticas como las artes quadriviales o quadrivium, o camino con cuatro entronques. Así, las siete artes liberales con miembros de un sistema de estudios que abraza a las ramas de la lengua como las más bajas, las ramas matemáticas como intermedias, y la ciencia propiamente dicha como el grado superior y terminal. Aunque este sistema no recibió el desarrollo distintivo connotado por su nombre hasta la Edad Media, aún se extiende en la historia de la pedagogía tanto hacia atrás y hacia delante; pues aunque, por un lado los encontramos entre las naciones clásicas, los griegos y los romanos, y hasta descubrimos formas análogas como precursores en el sistema educacional de los antiguos orientales, su influencia, por otro lado, ha durado mucho más allá de la Edad Media, hasta estos días.
Por varias razones es deseable tratar el sistema de las siete artes liberales desde este punto de vista, y esto es lo que proponemos hacer en este artículo. El tema es de especial interés para los historiadores, debido a que una evolución que se extiende a través de más de dos mil años y aún en operación activa, reta a nuestra atención al sobrepasar tanto en duración como en ramificaciones locales en todas las demás fases de la pedagogía. Pero es igualmente instructivo para los filósofos debido a que pensadores tales como Pitágoras, Platón y San Agustín colaboraron en el marco del sistema, y porque en general mucho del pensamiento, y podemos decir, mucha sabiduría pedagógica ha sido incorporada en ello. Por ello, también es de importancia para el maestro práctico, porque entre los comentarios de tantos escolares sobre este tema se pueden encontrar muchas recomendaciones de gran utilidad.
El sistema de estudio oriental, que exhibe una analogía instructiva con el que aquí se trata, es de los antiguos hindúes aún en boga entre los brahmanes. En esto, el más alto objeto de estudio es el Veda, es decir, la ciencia o doctrina de las cosas divinas, la suma de sus escritos especulativos y religiosos para la comprensión del cual se reunieron diez ciencias auxiliares, de las cuales cuatro -fonología, gramática, exégesis y lógica- son de naturaleza lingüístico-lógica, y por ello pueden compararse con el Trivium; mientras que dos –astronomía y métrica- pertenecen al dominio de las matemáticas, y por tanto al Quadrivium. Los restantes –ley, doctrina ceremonial, doctrina legendaria y dogma- pertenecen a la teología. Entre los griegos, el lugar del Veda es ocupado por la filosofía, es decir, el estudio de la sabiduría, la ciencia de las causas últimas, que desde un punto de vista es idéntica a la teología. La “Teología Natural”, es decir, la doctrina de la naturaleza de la divinidad y de las cosas Divinas, fue considerada dominio de los filósofos, al igual que la “teología política” fue de los sacerdotes y la “teología mística” de los poetas. [Ver O. Willmann, Geschichte des Idealismos (Brunswick, 1894), I, sec. 10.] Pitágoras (quien floreció entre 540 A.C. y 510 A.C.) primero se llamó a sí mismo filósofo, pero también fue considerado como el más grande teólogo friego. El currículum que organizó para sus pupilos llevó al hieros logos, esto es, la enseñanza sagrada, para cuya preparación los estudiantes recibieron como mathematikoi, es decir, los aprendices o personas ocupadas con las mathemata, la “ciencia de aprender” –que de hecho ahora se conoce como matemáticas. Las preparación para esto fue a lo que los discípulos se sometieron como akousmatikoi, “oyentes”, después de cuya preparación eran introducidos a los que entonces se usaba entre los griegos, llamado mousike paideia, “educación musical”, que consistía en lectura, escritura, lecciones de los poetas, ejercicios de memorización y la técnica de la música. La posición intermedia de las matemáticas es atestiguada por la antigua expresión de los metaichmon Pitagóricos, es decir, “distancia de lanzada”; que era propiamente la distancia entre los combatientes; en este caso, entre la educación elemental y la estrictamente científica. Pitágoras es además reconocido por haber convertido la investigación geométrica, esto es, matemática, en una forma de educación para el hombre libre. (Proclus, Comentario sobre Euclides, I, p. 19, ten peri ten geometrian philosophian eis schema paideias eleutherou metestesen.) “Descubrió una media o etapa intermedia entre las matemáticas del templo y las matemáticas de la vida práctica, tal como aquella empleada por los encuestadores y personas de negocios; conserva las altas metas del formador, al mismo tiempo que lo hace la palestra del intelecto; junta una disciplina religiosa con el servicio de la vida seglar al mismo tiempo sin robarle su carácter sagrado, al igual que anteriormente transformó la teología física en filosofía natural sin alienarle su origen santificado” (Geschichte des Idealismos, I, 19 hasta el fin). Una extensión de los estudios elementales fue traída por la activa, aunque algo inestable, vida mental que se desarrolló después de las guerras pérsicas en el siglo quinto A.C. A partir del estudio simple de la lectura y escritura avanzaron al arte de la oratoria y su teoría (retórica), con la cual se combinaba la dialéctica, propiamente el arte del discurso alternado, o la discusión del pro y con. Este cambio fue traído por los sofistas, particularmente por Gorgias de Leontium. También dieron gran importancia a los muchos ángulos de su conocimiento teórico y práctico. Se cuenta que Hippias de Elis se jactaba de haber elaborado su propia capa, túnica y calzado (Cícero, De Oratote, iii, 32, 127). De esta forma, la lengua actual gradualmente empezó a designar el cuerpo total de conocimiento educacional como encíclica, es decir, como universal o que abarca todo (egkyklia paideumata o methamata; egkiklios paideia). La expresión indicaba originalmente el conocimiento actual común a todo, pero después asumió el significado anteriormente mencionado, el cual también ha pasado a nuestra palabra enciclopedia.
Habiendo Sócrates ya enfatizado fuertemente las metas morales de la educación, Platón (429-347 A.C.) protestó contra su degeneración por un esfuerzo en adquirir cultura a través de un amontonamiento de información multifario (polypragmosyne). En la “República” propone un curso de educación que parece ser el curso pitagórico perfeccionado. Inicia con cultura músico-gimnástica, por cuyo medio intenta impresionar los sentidos con las formas fundamentales de la belleza y el bien, esto es, el ritmo y la forma (aisthesis). El curso intermedio abraza las ramas matemáticas, a saber, aritmética, geometría, astronomía y música, que se calcula ponen en acción los poderes de la reflexión (dianoia), y permite que el estudiante progrese por grados desde percepción sensorial hasta intelectual, a medida que domina en forma sucesiva la teoría de los números, de las formas, de las leyes cinéticas de los cuerpos y de las leyes de los sonidos (musicales). Esto lleva al más alto grado del sistema educacional, su pináculo (thrigkos) por decirlo así, esto es, la filosofía, a la cual Platón llamó dialéctica, elevando así la palabra desde su significado actual para significar la ciencia de lo Eterno como terreno y prototipo del mundo de los sentidos. Este progreso a la dialéctica (dialektike poreia) es la obra de nuestra más alta facultad cognitiva, el intelecto intuitivo (nous). De esta manera Platón asegura una base psicológica o noética, para la secuencia de sus estudios, que son: sentido-percepción, reflexión y percepción intelectual. Durante el período alejandrino, el cual inicia en los últimos años del siglo cuarto antes de Cristo, los estudios encíclicas asumen formas escolásticas. La gramática, como ciencia de la lengua (gramática técnica) y la explicación de los clásicos (gramática exegética) , es el principio; la retórica se convierte en un curso elemental en oratoria y escritura. Por dialéctica ellos entendían, de acuerdo a la enseñanza de Aristóteles, las directrices que permiten al estudiante presentar puntos de vista aceptables y válidos de un tema dado; por ello la dialéctica se convirtió en lógica elemental práctica. Los estudios matemáticos conservaron su orden platónico, por medio de poemas astronómicos, la ciencia de las estrellas, y por medio de obras sobre geografía, la ciencia del globo se convirtió en parte de la educación popular (Strabo, Geographica, I, 1, 21-23). La filosofía siguió siendo la culminación de los estudios encíclicos, que le llevó a una relación como el de las criadas a las dueñas de la casa, o de un refugio temporal al hogar fijo (Diog. Laert., II, 79: ef. la Didaktik als Bildungslehre del autor, I, 9 ). Entre los romanos la gramática y retórica fueron los primeros en lograr una posición firmemente afianzada; la cultura se identificaba por ellos con elocuencia, pues el arte de la oratoria y el dominio de la palabra hablada se basaba en un conocimiento múltiple de las cosas. En sus “Instituciones Oratoriae” Quintiliano, el primer professor eloquentiae en Roma en los tiempos de Vespasiano, inicia su instrucción con gramática, o, por decirlo con mayor precisión, con Gramática Latina y Griega, continúa con matemáticas y música, y concluye con retórica, el cual incluye no sólo elocución y conocimiento de la literatura, sino también instrucción lógica –en otras palabras, instrucción dialéctica. Sin embargo, el sistema encíclico como sistema de las artes liberales, o Artes Bonae, es decir, el aprendizaje del vir bonus, o patriota, fue representado también en manuales especiales. El “Libri IX Disciplinarum” del erudito M. Terentius Varro de Reate, un contemporáneo anterior a Cícero, trata de las siete artes liberales agregándoles medicina y arquitectura. El cómo la última de éstas ciencias fue conectada con los estudios generales es mostrado en el libro “De Architecturâ” por M. Vitruvius Pollio, un escritor de tiempos de Augusto, en el cual se hacen excelentes observaciones sobre la conexión orgánica entre todos los estudios. “Los no experimentados”, afirma, “pueden maravillarse ante el hecho de que tantas cosas diferentes puedan ser retenidas por su memoria; pero tan pronto observen que todas las ramas del aprendizaje tienen una conexión real y una acción recíproca entre ellas, el asunto parecerá muy simple; pues la ciencia universal (egkyklios, disciplina) está compuesta de la ciencias especiales así como el cuerpo está compuesto por miembros, y aquellos que desde su primera juventud han sido instruidos en las diferentes ramas del conocimiento (variis eruditionibus) reconocen en todas las mismas características fundamentales (notas) y las mutuas relaciones de todas las ramas, y por tanto pueden asir todo con mayor facilidad” (Vitr., De Architecturâ, I, 1, 12). Es estos puntos de vista la concepción platónica aún es operante, y los romanos siempre conservaron la convicción de que en la filosofía en sí misma se encontraba la perfección de la educación. Cícero enumera los siguientes como los elementos de una educación liberal: geometría, literatura, poesía, ciencia natural, ética y política. (Artes quibus liberales doctrinae atque ingenuae continentur; geometria, litteratum cognito et poetarum, atque illa quae de naturas rerum, quae de hominum moribus, quae de rebus publicus dicuntur.)
La cristiandad enseñó a los hombres a considerar la educación y la cultura como un trabajo de la eternidad, a la cual todos los objetos temporales son secundarios. Por tanto, suavizó la antítesis entre las artes liberales y las no liberales; la educación de la juventud logra su propósito cuando actúa para “que el hombre de Dios se perfeccione, proveyéndole para hacer el bien” (II Tim., iii, 17). En consecuencia, el trabajo, que entre las naciones clásicas había sido considerado como indigno del hombre libre, quien sólo debía vivir para el ocio, era ennoblecido; pero el aprendizaje, retoño del ocio, no perdía su dignidad. Los cristianos conservaron la expresión mathemata eleuthera, studia liberalia, así como la graduación de estos estudios, pero ahora la verdad cristiana era la corona del sistema en la forma de instrucción religiosa para la gente y de teología para los eruditos. La apreciación de las varias ramas del conocimiento era en gran medida influenciada por el punto de vista expresado por San Agustín en su pequeño libro “De Doctrinâ Christiana”. Como ex maestro de retórica y maestro de elocuencia estaba completamente familiarizado con las Artes y había escrito sobre algunas de ellas. La gramática conserva el primer lugar en el orden de los estudios, pero el estudio de las palabras no interferiría con la búsqueda de la verdad que contenían. El regalo más preciado de las mentes brillantes es el amor a la verdad, no las palabras que lo expresan. “Pues en qué beneficia una llave de oro si no puede dar acceso al objeto que deseamos alcanzar, y por qué buscar la falla de una llave de madera si sirve a nuestro propósito?” (De Doctr. Christ., IV, 11,26). Al estimar la importancia de los estudios lingüísticos como medio para interpretar la Escritura, debe enfatizarse la gramática exegética en lugar de la técnica. La dialéctica debe también demostrar su valor al interpretar la Escritura; “Examina todo el texto como un tejido nervioso” (Per totum textum scripturarum colligata est nervorum vice, ibid., II, 40,56). La retórica contiene las reglas para una más amplia discusión (preacepta uberioris disputationis); debe usarse más bien para establecer lo que hemos comprendido y no para ayudarnos a comprender (ibid., II, 18). San Agustín comparó una pieza maestra de retórica con la sabiduría y belleza del cosmos y la historia –“Ita quidam non verborum, sed rerum, eloquentiâ contrariorum oppositione seculi pulchritudo componitur” (De Civil. Dei, XI, 18). Las matemáticas no fueron inventadas por el hombre, pero sus verdades fueron descubiertas; nos dan a conocer los misterios ocultos en los números encontrados en las Escrituras, y guían a las mentes hacia las alturas, de los mutable a lo inmutable; e interpretados en el espíritu del Divino Amor, se convierten en una fuente para la mente de aquella sabiduría que ha ordenado todas las cosas por medida, peso y número (De Doctr. Christ., II, 39, también Sabiduría, xi, 21). Las verdades elaboradas por los filósofos de la antigüedad, como metal precioso extraído de las profundidades de una Providencia que reina sobre todo, debe ser aplicado por los Cristianos en el espíritu del Evangelio, tal como los israelitas utilizaron los vasos sagrados de los egipcios para el servicio del Dios verdadero (De Doctr. Christ., II, 41).
La serie de libros de texto de moda durante la Edad Media inició con la obra de un africano, Marcianus Capella, escrito en Cartago alrededor del año 420 D.C. Lleva el título “Satyricon Libri IX” de satura, se, lanx “un plato lleno”. En los dos primeros libros, “Nuptiae Philologiae et Mercurio”, se tratan tópicos mitológicos y de otro tipo, por medio de la alegoría de que Phoebus presenta las Siete Artes Liberales como doncellas a la novia Filología. En los siete libros que siguieron, cada una de las Artes Liberales presenta la suma de su enseñanza. Una presentación más simple de la misma materia se encuentra en el pequeño libro, dirigido a clérigos titulado “De artibus ac disciplinis liberalium artium”, el cual fue escrito por Magnus Aurelius Cassiodrus en el reino de Teodorico. Aquí puede notarse que Ars significa “libro de texto”, al igual que la palabra techen; disciplina es la traducción del griego mathesis o mathemata, y significaba de una manera más limitada las ciencias matemáticas. Cassiodorus deriva la palabra liberalis no de liber, “libre”, sino de liber, “libro”, indicando por ello el cambio de estos estudios a aprendizaje en libro, así como la desaparición de la perspectiva de que las otras ocupaciones son serviles y no dignas de un hombre libre. De nuevo nos encontramos con las Artes al inicio de una obra enciclopédica llamada “Origines, sive Etymologiae”, en veinte libros, compilado por San Isidoro, Obispo de Sevilla, alrededor del año 600. El primer libro de esta obra trata de gramática; el segundo, de retórica y dialéctica, ambos comprendidos bajo el nombre de lógica; el tercero, de las cuatro ramas matemáticas. En los libros del IV-VIII siguen medicina, jurisprudencia, teología; pero los libros IX y X nos dan material lingüístico, etimologías, etc., y los libros restantes presentan una miscelánea de información útil. Albinus (o Alcuin), el reconocido hombre de estado y consejero de Carlos el Grande, trataba las Artes en tratados por separado, de las cuales sólo los tratados que se pretendía fueran guías al Trivium, son los que han llegado hasta nosotros. En la introducción, encuentra en Prov. IX, 1 (La sabiduría se ha construido una casa, se ha aserrado siete pilares) una alusión a las siete artes liberales que él piensa son los siete pilares. El libro está escrito en forma de diálogo, haciendo el discípulo preguntas que son contestadas por el maestro. Uno de los pupilos de Alcuin, Rabanus Maurus, quien murió en 850 siendo Arzobispo de Mainz, en su libro titulado “De institutione Clericoum” dio breves instrucciones en cuanto a las Artes, y publicó con el nombre “De Universo” lo que podría llamarse una enciclopedia. La extraordinaria actividad mostrada por los monjes irlandeses como maestros en Alemania llevó a la designación de las Artes como Methodus Hibérnica. Para imprimir la secuencia de las artes en la memoria del estudiante, se emplearon versos mnemónicos tales como el hexámetro;
Lengua, tropus, ratio, numerus, tonos, angulus, astra.Gram loquiter, Dia vera docet, Rhe verba coloratMu canit, Ar numerat, Geo ponderat, Ast colit astra.
El número se hizo popular por el número siete: las Siete Artes recordaban las Siete Peticiones de la Oración del Señor, los Siete Dones del Espíritu Santo, los Siete Sacramentos, las Siete Virtudes, etc. Las Siete Palabras en la Cruz, los Siete Pilares de la Sabiduría, Los Siete Paraísos podrían también sugerir ramas particulares de aprendizaje. Las siete artes liberales encontraron contrapartes en las siete artes mecánicas; incluyendo éstas últimas telar, herrería, guerra, navegación, agricultura, cacería, medicina, y el ars theatrica. A éstas se agregaron danza, lucha, y conducción. Aún los logros a ser dominados por los candidatos a caballeros se fijaron en siete: montura, justa, esgrima, lucha, correr, saltar y tirar la lanza. Las ilustraciones pictóricas de las Artes se encuentran con frecuencia, usualmente figuras femeninas con atributos adecuados; así la Gramática aparece con libro y vara, la Retórica con tabla y cincel, la Dialéctica con una cabeza de perro en su mano, probablemente en contraste con el lobo de la herejía –juego de palabras Domini canes, Dominicani – la Aritmética con un cordel anudado, la Geometría con un par de compases y una regla, la Astronomía con una fanega o bushel y estrellas y la Música con cítara y órgano. Se agregaron los retratos de los principales representantes de las distintas ciencias. Así en el gran grupo de Tadeo Gaddi que está en el convento dominico de Santa María Novella en Florencia, y que fue pintado en 1322, la figura central es Santo Tomás de Aquino, la Gramática aparece con ya sea Donattus (quien vivió alrededor del año 250 D.C.) o Prisciano (alrededor de 530 D.C.), los dos más prominentes maestros de gramática, en el acto de instruir a un niño: la Retórica acompañada por Cícero: la Dialéctica por Zeno de Elea, a quien los antiguos consideraron el fundador del arte; la Aritmética por Abraham, como representante de la filosofía de los números, y versado en el conocimiento de las estrellas; la Geometría por Euclides (alrededor de 300 A.C.), cuyos “Elementos” fueron considerados como el canon de la ciencia de las estrellas; la Música por Tubal Cain usando el martillo, probablemente en alusión a los martillos armónicamente afinados que se dice sugirieron a Pitágoras su teoría de intervalos. Como contrapartes de las artes liberales se encuentran siete ciencias más elevadas: ley civil, ley canónica, y las cinco ramas de la teología llamadas especulativa, de la Sagrada Escritura, escolástica, contemplativa y apologética. (Cf. Geschichte des Idealismos, II, Par.74, donde se discute la postura de Santo Tomás de Aquino hacia las ciencias.)
Una imagen instructiva de las siete artes liberales en el siglo doce puede encontrarse en Hugo de San Víctor, quien murió en París, en 1141. Él descendía de la familia de los Condes Blankenburg en las Montañas Harz y recibió su educación en el convento agustino de Hammersleben en la Diócesis de Halberstadt, donde se dedicó a las artes liberales desde 1109 hasta 1114. En su “Didascalicum”, VI, 3, escribe “Me atrevo a decir que nunca he sido privado de nada que tenga que ver con la erudición, pero he aprendido mucho de lo que a otros parece ser frívolo y bobo. Recuerdo cómo, cuando niño estudiante, buscaba asegurarme de los nombres de todos los objetos que veía, o que llegaban a mis manos, y cómo formulaba mis propios pensamientos sobre ellos [perpendens libere], es decir: que uno no puede conocer la naturaleza de las cosas antes de haber aprendido sus nombres. Con qué frecuencia me di a la tarea diaria voluntaria del estudio de problemas [sophismata] que había garabateado por intentar ser breve, por medio de una palabra clave o dos [dictionibus] en una página, con el fin de comprometer a la memoria la solución y el número de casi todas las opiniones, preguntas y objeciones [disposiciones ad invicem controversias] y al hacerlo cuidadosamente distinguí entre los métodos de los retóricos, los oradores y los sofistas. Representé números con piedrecillas, y cubrí el suelo con líneas negras, y comprobé de manera clara por el diagrama frente a mi las diferencias entre los triángulos agudos, escalenos y obtusos; de la misma manera determiné si un cuadrado tiene la misma área que un rectángulo del cual se multiplican dos de sus lados, al deducir la longitud en ambos casos [utrobique procurrente podismo]. Con frecuencia he observado la noche invernal, mirando a las estrellas [horoscopus – no predicción astrológica, que estaba prohibido, sino estudio puro de las estrellas]. Con frecuencia he tocado la magada [Gr. Magadis, un instrumento de 20 cuerdas, que da diez tonos] midiendo las cuerdas de acuerdo a los valores numéricos, y estirándolos sobre la madera con el fin de captar con mi oído la diferencia entre los tonos, y al mismo tiempo alegrar mi corazón con la dulce melodía. Todo esto fue hecho de manera infantil, pero dista mucho de ser inútil, pues este conocimiento no ha sido una carga para mí. No recuerdo estas cosas con el fin de alardear mis logros, que son de poco o ningún valor, sino para demostrarte que el trabajador más ordenado es el más habilidoso [illum incedere aptissime qui incedit ordinate], a diferencia de tantos que, deseando hacer un gran salto, caen en un abismo; pues al igual que con las virtudes, así en las ciencias hay pasos fijos. Pero, dirán ustedes, encuentro en las historias asuntos muy poco útiles y prohibidos; ¿para qué ocuparme de ello? Muy cierto, existen en las Escrituras muchas cosas que, considerados en sí mismos, aparentemente no vale la pena adquirir, pero los cuales, si se comparan con otros relacionados con ellos, y si los sopesan, teniendo en mente esta conexión [in toto suo trutinare caeperis], demostrarán ser necesarios y útiles. Algunas cosas valen la pena conocer en sí mismos; pero otras, aunque en apariencia no ofrecen un beneficio por nuestra molestia, no debe prescindirse de ellos, porque sin ellos los anteriores no pueden ser totalmente dominados [enucleate sciri non possunt]. Aprendan todo: después descubrirán que nada es supérfluo; limitar el conocimiento no ofrece gozo [coarctata scientia jucunda non est].”
La relación de las Artes con la filosofía y la sabiduría fue fielmente tenida en cuenta durante la Edad Media. Hugo dice de ello: “Entre todos los departamentos del conocimiento los antiguos asignaron siete a ser estudiados por los principiantes, debido a que encontraron en ellos un mayor valor que en otros, así que aquel que los dominara bien podía después dominar el resto más bien por investigación y práctica que por la instrucción oral del maestro. Son, como lo fueron entonces, las mejores herramientas, la entrada justa a través de la cual la verdad filosófica se abre a nuestro intelecto. Por ello los nombres trivium y quadrivium, pues aquí la mente robusta progresa como si fuera por caminos o senderos hacia los secretos de la sabiduría. Es por esta razón que entre los antiguos que seguían este camino, hubo tantos hombres sabios. Nuestros escolásticos [scholastici] no tienen inclinación, o no saben mientras estudian, cómo adherirse al método adecuado, aunque hay tantos que trabajan con esmero [studentes], pero pocos hombres sabios” (Didascalicum, III, 3).
San Buenaventura (1221-74) en su tratado “De Reductione artium ad theologiam” propone una explicación profunda del origen de las Artes, incluyendo la filosofía; lo fundamenta en el método de la Sagrada Escritura como el método de toda enseñanza. La Sagrada Escritura nos habla en tres formas: por discurso (sermo), por instrucción (doctrina) y por indicaciones para vivir (vita). Es la fuente de verdad en el discurso, de la verdad en las cosas y de la verdad en la moral, y por tanto igualmente de la filosofía racional, natural y moral. La filosofía racional, teniendo por la verdad hablada, la trata desde el triple punto de vista de la expresión, de la comunicación y del impulso a la acción, en otras palabras intenta expresar, enseñar, persuadir (exprimere, docere, movere). Estas actividades son representadas por sermo congruus, versus, ornatus y las artes de la gramática, dialéctica y retórica. La filosofía natural busca la verdad en las cosas mismas como rationes ideales, y en forma acorde se divide en física, matemática y metafísica. La filosofía moral determina la veritas vitae para la vida del individuo como monastica (monos solo), para la vida doméstica como oeconomica y para la sociedad como politica. Para la erudición general y el aprendizaje enciclopédico, la educación medieval tiene relaciones menos cercanas que aquellas de Alejandría, principalmente debido a que el Trivium tenía carácter formal, es decir, buscaba entrenar más bien la mente, en lugar de impartir conocimiento. La lectura de autores clásicos se consideraba un apéndice al Trivium. Hugo, quien como hemos visto, no lo subestima, lo incluye en la lectura de sus poemas, fábulas, historias y ciertos otros elementos de instrucción (poemata, fabulae, historiae, didascaliae quaedam). La ciencia del lenguaje, usando la expresión de Agustín, aún es designada como la llave de todo el conocimiento positivo; por esta razón se mantiene su lugar a la cabeza de las Artes. Por ello dice Juan de Salisbury (nacido entre 1110 y 1120; muerto en 1180), Obispo de Chartres): “Si la gramática es la llave de toda la literatura, y la madre y señora del lenguaje, ¿quién será lo suficientemente audaz para alejarla del umbral de la filosofía? Sólo aquel que piense que lo escrito y lo hablado es innecesario para el estudiante de filosofía” (Metalogicus, I, 21). Ricardo de San Víctor (muerto en 1173) pone a la gramática como sirviente de la historia, pues escribe: “Todas las artes sirven a la Sabiduría Divina, y cada arte menor, ordenadas correctamente, lleva a una superior. Por ello la relación que existe entre la palabra y la cosa requiere que la gramática, dialéctica, y retórica sirvan a la historia” (Rich. ap. Vincentium Bell., Spec. Doctrinale, XVII, 31). El Quadrivium, tenía naturalmente ciertas relaciones con las ciencias y la vida; esto era reconocido al tratar a la geografía como parte de la geometría, y al estudio del calendario como parte de la astronomía. Nos encontramos con el desarrollo de las Artes en conocimiento enciclopédico ya desde tiempos de Isadore de Sevilla y Rabanus Maurus, especialmente el la obra de éste último “De Universo”. Fue terminado en el siglo trece, época a la cual pertenecen las obras de Vincent de Beauvais (muerto en 1264), instructor de los hijos de San Luis (IX). En su “Speculum Naturale”, trata a Dios y a la naturaleza; en el “Speculum Doctrinale”, iniciando por el Trivium, trata con las ciencias; y en el “Speculum Morale” discute el mundo moral. A éstos un continuador agregó un “Speculum Historiale”, el cual era simplemente una historia universal.
Para el desarrollo académico de las Artes era importante que las universidades las aceptaran como parte de su currícula. Entre sus ordines o escuelas, el ordo artistarum, llamado después la escuela de filosofía, fue fundamental: Universitas fundatur in artibus. Proporcionó la preparación no sólo para el Ordo Theologorum, sino también para el Ordo Legislarum, o escuela de leyes, y el Ordo Physicoum, o escuela de medicina. De los métodos de enseñanza y el estudio continuo de las artes en las universidades en el siglo quince, el libro de texto del Cartusiano contemporáneo, Gregory Reisch, Conesor del Emperador Maximiliano I, nos da un panorama claro. Él trata en doce libros: (I) de los Rudimentos de la Gramática; (II) de los Principios de la Lógica; (III) de las Partes de una Oración; (IV) de Memoria, de Escritura-de-cartas y de Aritmética; (V) de los Principios de la Música; (VI) de los Elementos de la Geometría; (VII) de los Principios de la Astronomía; (VIII) de los Principios de las Cosas Naturales; (IX) del Origen de las Cosas Naturales; (X) del Alma; (XI) de los Poderes; (XII) de los Principios de la Filosofía Moral.- La edición ilustrada impresa en 1512 en Estrasburgo tiene como apéndice: los elementos de la literatura griega, hebreo, música figurada y arquitectura y algo de instrucción técnica (Graecarum Litterarum Instituciones, Hebraicarum Litterarum Rudimento, Musicae Figuratea Instituciones, Architecturae Rudimenta).
En las universidades, las Artes, al menos de manera formal, mantuvieron su lugar hasta los tiempos modernos. En Oxford, la Reina María (1553-58) edificó facultades cuyas inscripciones eran significativas, siendo: “Gramática, Literas Disce”; “Rhetorica persuadet mores”; “Dialectica, Imposturas fuge”; “Aritmetica, Omnia numeris constant”; “Musica, Ne tibi dissideas”; “Geometría, Cura, quae domi sunt”; “Astronomia, Altiora ne quaesieris”. El título “Maestro de Artes Liberales” aún se otorga en algunas universidades al Doctorado en Filosofía; en Inglaterra el de “Doctor de Música” aún se usa de manera regular. Sin embargo, en la enseñanza práctica, el sistema de las Artes ha declinado desde el siglo dieciséis. El Renacimiento vio en la técnica del estilo (eloquentia) y como soporte principal, la erudición, que es el fin último de la educación colegial, siguiendo así a el sistema romano en lugar del griego. La gramática y la retórica vinieron a ser elementos principales de los estudios preparatorios, mientras que las ciencias del Quadrivium se incorporaron en el aprendizaje misceláneo (eruditio) relacionado con la retórica. En las escuelas superiores católicas, la filosofía permaneció como la etapa intermedia entre los estudios filológicos y los profesionales; mientras que de acuerdo al esquema protestante, la filosofía fue llevada (a la universidad) como un tema de Facultad. Las escuelas jesuitas presentaron los siguientes grados en los estudios: gramática, retórica, filosofía y, ya que la filosofía inicia con la lógica, este sistema retiene también la antigua dialéctica.
En los estudios eruditos mencionados anteriormente, debe buscarse el origen del aprendizaje enciclopédico que creció incesantemente durante el siglo diecisiete. Amos Comenius (muerto en 1671), el representante mejor conocido de esta tendencia, quien buscó en su “Orbis Pictus” hacer de esta diminutiva enciclopedia (encyclopaediola) la base de la instrucción gramatical más antigua, habla con desdén de “esas artes liberales de las que tanto se habla, cuyo conocimiento la gente común cree que adquiere concienzudamente un maestro en filosofía” y orgullosamente declara que “Nuestros hombres se elevan a mayor altura”. (Magna Didactica, xxx, 2.) Sus clases escolares son las siguientes: gramática, física, matemáticas, ética, dialéctica y retórica. En el siglo dieciocho los estudios universitarios toman cada vez más el carácter enciclopédico y en el siglo diecinueve el sistema de clases es reemplazado por el sistema departamental, en el cual las varias materias son tratadas de manera simultánea con poca o ninguna referencia a su secuencia; de esta forma el principio de las Artes por fin es vencida. Mientras, además, al igual que en la Gymnasia de Alemania, la filosofía ha sido sacada del curso de los estudios, la erudición miscelánea se convierte en principio un fin en sí mismo. No obstante, los sistemas educacionales actuales conservan trazas de la organización sistemática antigua (lenguaje, matemáticas, filosofía). En los primeros años de su curso de Gymnasium el joven debe dedicar su tiempo y energía al estudio de los idiomas, en los años intermedios, principalmente a las matemáticas, y en sus últimos años, cuando se le llama a expresar sus propios pensamientos, empieza a lidiar con la lógica y la dialéctica, aún si es sólo en la forma de composición. Por tanto, llega a tocar la filosofía. Esta secuencia que funciona, por decirlo así, fuera de la presente condición caótica de los estudios aprendidos, debe hacerse sistemáticamente; la idea fundamental de las Artes Liberales es así revivido.
Por lo tanto, la idea platónica de que debemos avanzar gradualmente des la percepción de los sentidos por medio de la argumentación intelectual hacia la intuición intelectual, de ninguna manera es anticuada. La instrucción matemática, aceptada como preparación al estudio de la lógica, sólo ganaría si se condujera en este espíritu, si se aclarara más lógicamente, si su contenido técnico se redujera y si fuera seguido por la lógica. La correlación expresa de las matemáticas con la astronomía y la teoría musical, traería una concentración completa de las ciencias físico-matemáticas, ahora amenazadas por una plétora de erudición. La insistencia de los escritores antiguos en cuanto al carácter orgánico del contenido de la instrucción, merece la mayor consideración. Para fines de concentración, no bastará un mero empacar materias no correlacionadas; su relación y dependencia original debe traerse a una conciencia clara. Asimismo, merece atención la admonición de Hugo para distinguir entre escuchar (o aprender, dicho apropiadamente) por un lado, y la práctica e invención por el otro, para lo cual hay una buena oportunidad en la gramática y las matemáticas. Igualmente importante es su exigencia de que los detalles de la materia enseñada sean sopesados – trutinare, de trutina, la báscula del herrero. Este equilibrio dorado ha sido utilizado con demasiada mesura, y en consecuencia, la educación ha sufrido. Un realismo corto de vista amenaza hasta las varias ramas del lenguaje o de la instrucción del lenguaje. Se han hecho esfuerzos por restringir la gramática a lo vernáculo, y de desterrar la retórica y la lógica excepto si se aplican a la composición. Por lo tanto, no es inútil recordar las “llaves”. En todo departamento de método de instrucción, debe tenerse en la mira la serie: la inducción, basada en la percepción de los sentidos; la deducción, guiada también por la percepción, y la deducción abstracta – una serie idéntica a la de Platón. Todo entendimiento implica estos tres grados; primero entendemos el significado de lo que se dice, después entendemos las inferencias que se obtienen de la percepción de los sentidos, y finalmente entendemos las conclusiones dialécticas. La invención también tiene tres grados: encontramos las palabras, encontramos la solución de problemas, encontramos pensamientos. Asimismo, la gramática, las matemáticas y la lógica forman una serie sistemática. El sistema gramático es empírico, el matemático racional y constructivo, y el lógico racional y especulativo (cf. O. Willmann, Didaktik, II, 67). Los humanistas, demasiado afectos del cambio, condenaron injustamente el sistema de las siete artes liberales como bárbaro. No es más bárbaro que el estilo gótico, un nombre cuyo fin era el reproche. Lo gótico, construido sobre la concepción de la vieja basílica, de origen antiguo, pero de carácter cristiano, fue juzgado equivocadamente por el Renacimiento debido a algunas excrecencias, y oscurecida por las adiciones modernas carentes de buen gusto (op.cit., pag. 230). Seguramente se desea que los logros de nuestros antecesores sean entendidos, reconocidos y adaptados a nuestras propias necesidades.
OTTO WILLMANN
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